El festival compostelano alcanzó este año su 15º año de actividad profundizando en la senda de experimentación y búsqueda de nuevas narrativas, en la que fue, posiblemente, una de las ediciones más arriesgadas y sorprendentes de su última andadura. Al lado de una extensa oferta de cortometrajes repartidos en numerosas secciones competitivas y paralelas, incluyó la segunda parte de su seminario monográfico Arredor do son, con conferencias, talleres, performances y conciertos que giraban en torno a los usos más vanguardistas del sonido en el ámbito audiovisual y en su relación con otras artes y también una amplia retrospectiva sobre el cineasta austriaco Ulrich Seidl. Como novedad, Curtocircuíto, siempre atento a la interesantísma y efervescente producción gallega, añadió una sección nueva dedicada a estudiar la obra de los nuevos talentos surgidos en esta Comunidad, siendo Xacio Baño y Jaione Camborda, los protagonistas de sendas secciones retrospectivas que repasaban su obra en el terreno del corto.
En lo referente al palmarés, este fue sin duda acorde a las líneas maestras del festival y premió el riesgo y la vanguardia. Radar, una sección que vio ampliada la perspectiva con la inclusión de obras que llegaron a los casi 50 minutos, en una clara apuesta por expandir los límites tradicionales de lo que se considera un corto, distinguió con su premio principal Solar Walk, de la directora húngara Réka Bucsi, una de las grandes personalidades de la animación europea. En Solar Walk Bucsi (habitual ya en el festival) da un paso más allá en su línea personal de trabajo iniciada con Symphony n. 42 y sobre todo Love, y entrega un surrealista viaje cósmico que nos lleva no tanto a galaxias remotas, sino al interior de la propia conciencia creativa de la autora para tratar de concretar en estructuras geométricas que se construyen y deconstruyen flotando en el espacio el proceso creativo de la artista. Tan abstracto a veces como hermético en otras ocasiones, Solar Walk es un corto fascinante en su belleza y sugerente en su contenido, que mueve los resortes del pensamiento del espectador y le incita a pensar en el funcionamiento interno de la maquinaria de la creación. No en vano, estamos delante de uno de los cortos más indispensables del año, que suma este premio a los ya logrados en la Berlinale, Ottawa IAF, Fantoche, IndiLisboa o Gianajuato.
El jurado decidió además conceder dos menciones especiales en esta sección, una a la argentina Las fuerzas, de Paola Buontempo, interesante documental observacional sobre la formación de jockey de carreras, y otra a Proch, del polaco Jakub Radej, un seco y contundente documental, también de tono eminentemente observacional y silencioso, que sigue el viaje del cuerpo de una anciana que ha fallecido sola en su casa a través del proceso administrativo y físico que le lleva hasta su sepultura.
Explora es la categoría que Curtocircíto dedica al cine de vanguardia más incómodo y exigente, y la gran variedad de formatos, sensibilidades, técnicas e intereses artísticos que muestran los autores aquí seleccionados, siempre hacen de ella una sección tan sorprendente como imprevisible, que trata de alejarse continuamente de la concepción más habitual de cine experimental, aunque buena parte de sus piezas oscilen entre este y el arte audiovisual.
Dentro de estos parámetros, es más que coherente que el premio de la sección correspondiera a Monelle, de Diago Marion (Italia, 2018), film que también se llevó el Premio del Jurado Joven. El uso del silencio, visual y acústico, roto por estridencias sonoras y flashes que aportan leves pistas de lo que está ocurriendo (una sala, un espacio, un cuerpo que es arrastrado…) conducen a una suerte de extraño y oscuro thriller en el que se juega más con lo que no se sabe, con la sorpresa de una pista repentina y fugaz, que con lo que se va conociendo, pues Marion invita, a través de estos contados fragmentos de información, a que sea el propio espectador el que vaya tratado de elaborar una teoría sobre los acontecimientos, y dejando que el desconocimiento y esa espera por un nuevo dato sean quienes provoquen el sentimiento de terror.
Por su parte, Sombra luminosa, de los portugueses Francisco Queimadela y Mariana Caló, y Word for Forest, de la danesa Pia Rönicke, recibieron sendas Menciones Especiales del Jurado.
Monelle, de Diago Marion
Alberte Pagán, probablemente el cineasta más vanguardista de Galicia, fue el ganador del Premio Planeta GZ, sección dedicada al cine gallego, por su enigmático Uluru. En cierta medida, Uluru es un film de viajes, del viaje que Pagán realiza al parque natural australiano donde se encuentra este macizo rocoso que le da nombre. Pagán se enfrenta en este corto abiertamente al paisaje, a la piedra, a la historia, en un cruce de meditación abstracta y chamánica y de land-art. El resultado es un film estructural intenso y magnético, por encima de su tremenda sencillez.
Dentro de este grupo de películas, A nena azul, de Sandra Sánchez recibió una mención especial y el premio CREA, concedido por la Asociación de Realizadores Gallegos y The Film Machine, firmado por las hermanas Sonia y Miriam Albert-Sobrino, el premio AGAG de la Asociación de Guionistas.
Penínsulas es el contenedor que Curtocircuíto dedica al cine español, en general no muy presente en las secciones internacionales. Este año fueron dos sesiones en las que se concentraron buena parte de los cortometrajes más destacados de la temporada, desde el celebrado Los desheredados, de Laura Ferrés, que se llevó la Mención Especial de la categoría, hasta el más reciente Los inocentes, de Guillermo Benet. El Premio Penínsulas, consistente en la preselección para los Goya, fue para Mi amado, las montañas, de Alberto Martín Menacho (Suiza, España, 2018), un film ambiguo y misterioso que se apunta, tal vez con demasiado manierismo ya, al modelo de otro cine español. Este premio supone un nuevo reconocimiento a un film interesante, si bien imperfecto, entre lo ficticio y lo real, que viene sumando laureles durante todo el año, tras su estreno en Rotterdam. Además de este premio, Mi amado, las montañas recibió la Mención Especial del Jurado Camira (asociación de críticos e investigadores audiovisuales), que concedió su premio al brillante Wishing Well, de Sylvia Schedelbauer (Alemania, 2018), experiencia sensorial en la que a través del montaje sincopado y percusivo va fundiendo distintos campos de imagen, distintos tiempos, apuntando al corazón de la sintaxis de las imágenes para crear un ambiente hipnótico.
El premio del Público fue también para un cortometraje encajado en la sección Penínsulas: 592 metroz goiti, de Maddi Barber. Un trabajo de no-ficción que parte del escenario de un embalse para extender su mirada hasta componer un freno etnográfico, geográfico y cinético de la zona. Apenas estrenado todavía, este no será probablemente el único galardón que reciba 592 metroz goiti, pues es otro de los documentales españoles más sólidos del año.
All comments (0)