Que Alcances sigue siendo el certamen imprescindible del documental español es algo que nadie va a poner en duda. Que continúa apostando por una línea que atiende tanto a la vanguardia cinematográfica como al compromiso sociopolítico, tampoco. Dicho esto, la admiración hacia la labor de un certamen nunca debe ser una admiración acrítica. Y a la vista de la cosecha de cortometrajes de esta edición, es obligado recordar que desde hace un par de años planea sobre el corto documental español la sombra de la estandarización y la autoindulgencia. Una sombra que hasta hace poco era tenue, pero que empieza a verse más definida y contrastada.
Vaya por delante que buena parte de las piezas a concurso eran en sí apreciables, pero la sensación global arrojaba una excesiva sensación de déjà vu, tanto en las propuestas argumentales como en las formales, o en discursos ideológicos tan compartibles como, a veces, excesivamente simples. Hubo frescura, humor, ligereza o solidez. Pero faltó innovación.
Palmarés Oficial en femenino
Los dos premios oficiales fueron a parar a trabajos realizados por mujeres. Así, la concesión de la Caracola Alcances al Mejor Cortometraje a Zeitübergreifend (a través del tiempo y el espacio), de Bego M. Santiago, era bastante razonable, ya que supuso una de las escasas propuestas que, de un modo u otro, parecían nuevas. Este corto de sólo cuatro minutos viaja con fortuna por la Historia de una sola fotografía, en la que aparecen nada menos que cinco generaciones de mujeres de la familia de la directora, desde su bisabuela hasta su hermana y ella misma. Santiago se acerca a la imagen de cada una de sus antecesoras y navega en su pasado, encadenando a fotos antiguas de cada una de ellas y del entorno en el que vivieron. Emplea con inteligencia archivos, efectos de posproducción e indie electrónico, y con todo ello dibuja con emotividad, y sentido de la síntesis, todo el proceso de lucha, emancipación y liberación social de la mujer a través de los siglos XX y XXI, integrando de modo notable lo individual y lo colectivo.
Un trabajo que sería redondo si no fuera por un final, involuntariamente (supongo) publicitario: lógicamente, el viaje finaliza con la última generación (es decir, con la directora y su hermana), y esta es presentada como una generación liberada, cosmopolita, moderna, dueña de su destino... En fin, como si el proceso de emancipación femenina hubiera llegado a su culminación. Tesis que, estoy convencido, ninguna mujer suscribiría. De acuerdo que hay otras lecturas, pero sospecho que esta es la que, al final, prevalece. De este modo Zeitübergreifend queda casi como un spot. Eso sí, concebido y realizado con brillantez.
El Jurado también otorgó una Mención Especial a La mano que trina, nueva gamberrada iconoclasta de María Cañas que pretende demostrar, y demuestra, que nuestra obsesión por la tecnología, las tablets o los móviles nos ha convertido en una sociedad regresada a la era del chupete. Un discurso más visceral que razonado, más modesto (también más breve) que su anterior Sé villana. La Sevilla del diablo, pero cuyo ya habitual montaje y pospo de capturas de internet sigue ofreciendo motivos de regocijo. Destacan dos imágenes tan humorísticas como poéticas: un hombre pegándose un tiro con un móvil, y el plano final con los simios de 2001 gruñendo y saltando admirados ante el dios monolito smartphone.
Franco, herencias y herederos
Si algo queda meridianamente claro al ver los cortos de Alcances es que Francisco Franco era una persona muy, muy mala. Totalmente de acuerdo, pero da la impresión de que estos trabajos dirigen su discurso hacia los ya convencidos, sin aportar mayores perspectivas a lo ya sabido y consensuado por estos. En 1960, realizar un corto en el que se quema una imagen de Franco hubiera sido un suicidio; hoy, es una broma tal vez simpática, pero en cualquier caso inofensiva. De este modo, el mayor o menor valor de los trabajos sobre Franco y sucesores residía no en su discurso, sino en su modo de exponerlo.
Ojalá, de Antonio Antón
Animalización, de Zoraida Roselló y Jaume Vidal, denuncia la permanencia de unmonumento franquista, conmemorativo de la Batalla del Ebro, en la localidad tarraconense de Tortosa. Para ello hace uso de una antigua grabación discográfica de la inauguración, y la somete a un contraste jovial y, desde luego, nada sutil: sobre las voces y el griterío triunfal de antaño vemos imágenes actuales de cabras, carneros y cabritillos en sus rediles. Por su parte, Ojalá de Antonio Antón recopila capturas de Mensajes de S.M. el Rey Don Juan Carlos a lo largo de su reinado, y coloca los fragmentos seleccionados en orden cronológico inverso, de la casi actualidad a los años 70. El experimento desenmascara lo que ya imaginábamos: el discurso del Rey ha sido, un año tras otro, una década tras otra, el mismo.
Algo más de enjundia tiene El cadáver del tiempo, nuevo diario-ensayo humorístico-terrorífico de Luis E. Parés, en el que el coordinador del programa 'Historia de Nuestro Cine' confiesa que Franco ha arruinado su vida (bueno, por lo que se ve también le ha dado trabajo). Si en el pequeño pero encantador Mi ideología. Variaciones de un concepto Parés afirmaba que hoy la ideología se ha convertido en mitología, aquí afirma que destruir a Franco es destruir su imaginario. El mismo planteamiento queAnimalización, pero con una forma totalmente distinta.
El cadáver del tiempo, de Luis E. Parés
Puede que El cadáver del tiempo no alcance los logros de los mejores trabajos en torno al tema (los extraordinarios créditos de Balada triste de trompeta, con ese memorable zoom al parche de Millán Astray que encadenaba con el rostro del payaso Tonetti), pero se viene arriba porque Parés, a estas alturas, posee un estilo propio, basado en un sentido del humor travieso (Parés con careta de Franco lavando los platos o leyendo a Bresson, Parés haciendo anagramas sobre Franco el dictadorcillo en el scrabble), el espléndido trabajo de archivo (Parés ha sido documentalista, y se nota) y las revelaciones autobiográficas (la escultura de Brigitte Bardot que nunca recogió el director de 'Hola').
Memoria de los seres queridos
Llamaba la atención cómo varias de las piezas presentadas en Alcances partían de una misma premisa: alguien indaga, rebusca en los objetos, recuerdos y estancias de una persona desaparecida para reconstruir su experiencia vital. De entrada, dos obras ya conocidas: Eco de Xacio Baño, en el que un joven descubre el diario de su madre en medio de una mudanza; y 23 de mayo, de David Martín de los Santos, en el que el realizador reconstruye la trayectoria de un hombre gris a partir de una casa caída en el abandono.
Y una más reciente: Vai chover, donde el director Santiago D. Risco bucea en los escritos de su abuelo a través de la mirada de su familia, y que cuando menos atesora uno de los momentos más hermosos que se vieron en la competición: una mujer, madre o tía del director, se ha dedicado a transcribir los poemas y ensayos del abuelo, con la intención de que los más jóvenes, aquellos que no le conocieron, puedan leerlos dentro de unos años. La expresión de la mujer cuando afirma que el abuelo murió demasiado pronto vale por toda la cinta.
Otras propuestas y un mediometraje
En esta edición de Alcances se han dado cita diversas piezas ya reveladas en otros festivales del circuito, casi siempre procedentes de realizadores más o menos consagrados, que se repartieron los premios no oficiales: las ya citadas La mano que trina (Premio RTVA) y 23 de mayo (Premio Uptofest de Distribución); Ur Artean, de Jesús M. Palacios e Íñigo Jiménez, con su preciosa historia del farero que fue campeón olímpico de tiro al blanco (Premio ASECAN Julio Diamante); o el provocador Ojo Salvaje, de Paco Nicolás (Premio DOCMA al Mejor Corto). Por su parte, Eco, Ventanas y el estupendo Campanya (uno de los mejores) se fueron de vacío.
De entre las novedades que no figuraron en el Palmarés, destacaríamos Sin título, en la que los directores Julio Lamaña y Ricardo Perea se adentran en la escalada de los peregrinos hasta lo alto de la montaña de Monserrate en Bogotá, con una mirada frontal y, hasta cierto punto, exenta de juicios hacia el catolicismo milagrero y la miseria social que rodea a este entramado de superstición.
Y no queremos acabar sin mencionar Freedom to kill the other's children de David Varela, Mejor Mediometraje para el Jurado Oficial (La plaza de Lola Clavo obtuvo un Premio Uptofest a este formato). Varela documenta el proceso de liberación de Gilad Shalit, joven soldado de las Fuerzas Armadas de Israel que había sido secuestrado por Hamás.
El director elabora un film-ensayo-reportaje que amalgama los más diversos procedimientos (grabaciones propias de Shalit, cámara doméstica, diario, capturas, reportaje tradicional, fragmentos de noticiarios, frases superpuestas sobre la pantalla...) alrededor de un discurso político que denuncia la ceguera de aquellas personas y colectivos que, por el hecho de defender lo suyo y a los suyos con uñas y dientes, se creen con derecho a cometer las mayores atrocidades. Un discurso nietzscheano que, desde luego, resulta extrapolable a infinidad de ámbitos, sobre todo cuando existe una clara ventaja de poder de los unos sobre los otros.
No es la primera vez que vemos un trabajo de estas características, pero Varela sabe jugar con sus materiales, y el juego le sale sólido, contundente y matizado, reflexivamente humanista. Además, su espíritu de continuo descubrimiento acaba atrapando algunos momentos excelentes: como ese bebé mordisqueando un ejemplar deMás allá del bien y del mal; o esa superposición final de telediarios de las más diversas procedencias (de CNN a Al-Jazeera), informando sobre el caso Shalit con absoluta egolatría, mientras un pitido insoportable llena la banda sonora. En cualquier caso lo que realmente destaca de Freedom no son los detalles, sino el conjunto.
Todos los comentarios (1)
Pingback: imágenes y críticas – SIN TÍTULO / untitled