Un año más tenemos el placer de acercarnos y radiografiar el panorama del cortometraje nacional a través del Festival Alcine, que se ha convertido con su larga trayectoria, vamos ya por la 48ª edición, en uno de los referentes a seguir por su prestigio adquirido. Como nos tiene acostumbrados, en el Festival complutense hemos podido disfrutar de diversos géneros: ficción, documental, experimental y animación, con una nutrida variedad temática. Comencemos a adentrarnos en el certamen nacional a través del documental.
Documental, Experimental y Animación
El género documental está marcado por una insistente revisitación nostálgica a un pasado del que quedan vestigios en el presente. Es ahí donde podemos enmarcar el último trabajo de Miguel Ángel Jiménez Kafenio kastello, Primer Premio del Certamen: situándonos en Grecia y apoyado en una brillante fotografía, capta un ambiente rudo y descarnado, donde un grupo de hombres sobreviven a un presente que les deja poco margen a la imaginación. El mar inmóvil de Macu Machín, heredero de una forma de filmar a lo Víctor Erice, retrata a los salineros de su tierra con un respeto y un mimo, digno de alabar. En El espectáculo, Alejandro Pérez mezcla realidad y magia bajo la carpa de un circo, dignificando una profesión que se pierde de generación en generación. Con una puesta en escena sólida (obtuvo Mejor Fotografía y Sonido) y rica en matices, hace que el espectador empatice enseguida con lo que está viendo en pantalla. Para finalizar, María Elorza hace lo propio con su Ancora lucciole donde a través de la extinción de las luciérnagas plantea un paralelismo entre un pasado que, aunque no obligatoriamente mejor, nunca volverá, y un futuro incierto.
Otra temática abordada dentro del género documental es el diario intimista o la visión subjetiva de una realidad, que el creador quiere compartir con el espectador. Aquí vemos trabajos tan sugerentes como Mi madre no me entiende y Charlar, vagar, huir. En el primer caso nos hallamos con el primer trabajo de Álvaro de Miguel, grabado completamente con un móvil, vivimos en primera persona las novedosas experiencias cotidianas de él y su madre a raíz de la adquisición de ese objeto. En Charlar, vagar, huir Antonio Mérida nos hace una introspección en su incertidumbre vital y sus experiencias personales, como ya haría León Siminiani en Mapa (2012). Por último, Luis López Carrasco nos trae en Aliens la interesante vida y obra de Tesa Arranz, proyectando a la vez su visión contracultural de La Movida Madrileña, de una época de la que queda mucho por decir, como ha demostrado el crítico Jordi Costa en su último libro Cómo acabar con la contracultura (2018).
Alcine apuesta por proyectos más arriesgados en el terreno de la Experimentación, con una temática común de lo más reveladora, la Catarsis. Por un lado tenemos a la ya prestigiosa ‘videoguerrillera’ María Cañas, sorprendiéndonos con su nuevo trabajo La cosa vuestra (Mejor Guion), donde la sociedad es sometida a una catarsis sanferminera. Por otro lado, en Mudanza Contemporánea de Teo Guillem y Distancias de Pablo Carpal la catarsis la vivirán los propios protagonistas de estos dos particulares diarios filmados.
Es en el género de la Animación donde encontramos un mayor regocijo visual a la hora de acercarnos a temas tan dispares como los que descubrimos en estos tres cortometrajes, con temáticas bien distintas, desde la ópera prima de Martín Romero La Noche (Mejor Música Original), un cuento sobre una familia imposible, pasando por Patchwork de María Manero (Premio Movistar+), un documental animado sobre la cruda realidad de un trasplante, hasta la idea naif y transgresora de Simbiosis carnal que nos trae Rocío Álvarez.
Ficción
Aquí nos topamos con viejos conocidos como Toni Bestard y su último trabajo Background, donde vuelve a utilizar una fórmula que le trajo muy buenos resultados en Foley Artist (2013): contarnos un amor platónico, teniendo como telón de fondo el propio cine. El mallorquín demuestra una vez más su maestría a la hora de manejar el blanco y negro en una pantalla cinematográfica, metiéndose al público en el bolsillo en un abrir y cerrar de ojos. No podía faltar el último cortometraje de David Maciá Montesinos, Zero, otra adaptación de un cuento de Isaac Rosa, con un hilo argumental que hace referencia a su último film La mano invisible (2016), una historia inquietante, con actores de prestigio, que a buen seguro dejarán al espectador reflexionando en su butaca. Frente a la veteranía de unos, hallamos nuevos talentos como el de Gerard Vidal Cortés, que con su Tahrib, proyecto de graduación en la ESCAC, demuestra valentía tanto por la historia que elige como por la forma de contarla, arriesgándose de una manera certera.
Un tema abordado de las más diversas formas fue la Juventud. En su ópera prima No me despertéis, Segundo Premio del Certamen, Sara Fantova viene a poner este tema en la palestra. Basándose en su historia personal, nos plantea su crisis existencial adolescente con el conflicto vasco entremezclado en su día a día. Con Caín, sin embargo, Santiago Samaniego nos muestra una realidad turbia y siniestra de un adolescente, con un idóneo uso del blanco y negro, donde el protagonista y su familia parten de una identidad sólida para desmoronarse en el caos más absoluto. Ropa Sucia, corto multiformato de Iván Blanco y Daniel Jordán, es una bocanada de aire fresco, realista y sin tapujos, sobre la forma de relacionarse de los jóvenes de hoy en día. En esta misma línea descubrimos Bad Lesbian, Premio del Público, donde Irene Moray nos cuenta en primera persona y de una manera descarada, pero a la vez muy cuidada, sus vivencias en un país extranjero, donde los comienzos nunca son como uno espera, reminiscencias a la forma de hacer de Noah Baumbach con un toque español.
Otra forma de aproximarse a la Juventud es la propuesta de Guillermo Benet en Los inocentes: a través de un motor dinamizador de la acción, los protagonistas comenzarán a desenmascarar sus verdaderas inquietudes y problemas, siendo un denominador común la soledad y la falta de comunicación a la que la sociedad nos aboca. Para transmitir estas ideas apuesta por los planos/retrato y los fuera de campo con un resultado de lo más eficiente. Y algo fundamental que trae la juventud es encontrar una identidad que nos reconozca en la sociedad en la que vivimos. Así podríamos decir, en cuanto a temas transversales se refiere, que ha trabajado Gemma Blasco en Jauría. Unos hermanos inseparables se verán expuestos a unas situaciones límite que demostrará, que a pesar de la incomunicación a la que están acostumbrados, son capaces de enfrentarla y luchar por un bien común. A través del montaje se crea una atmósfera de auténtico cine ‘gángster’.
Cambiando de tercio, en Sushi Roberto Martín Maiztegui enfoca el tema de la incomunicación en otro ámbito, el de la pareja. A través de un plano fijo y una situación convencional, el director madrileño consigue trasmitir la crisis y el resurgimiento de una relación de la manera más elegante posible, con un diálogo áspero e incisivo, que no nos dejará indiferentes. Pablo García Canga también nos viene a hablar del Amor en De l’amitié, Premio Comunidad de Madrid y Premios de Interpretación Femenina y Masculina para sus tres protagonistas: en este caso de un trío muy particular, donde la amistad y el afecto se confunden, contaminándose en una espiral narrativa de lo más sugerente. Sin duda una obra sustentada en unas interpretaciones elaboradas y una ambientación notable. De l’amitié, con una factura impecable, hace un claro homenaje a la Nueva Ola francesa.
Con cortometrajes como Zain y Oliva dejamos de lado el terreno sentimental para adentrarnos en una temática aún más intimista: la búsqueda de uno mismo. Este argumento lo encontramos en la propuesta de Pello Gutiérrez con Zain, Tercer Premio del Certamen y Mejor Dirección Artística, y claramente inspirada en Kaurismaki: Zain es un cantante de vida gris, con unas rutinas muy marcadas que se verán alteradas, llevando al protagonista a una crisis por la pérdida de su esencia como músico. Destacar, sin duda, las canciones, que son interpretadas con una ternura y delicadeza difícil de encontrar.
Por el contrario, en Oliva los límites están mucho más difusos. Irene Segovia nos muestra el lado más oscuro de la depresión, cuando la baja autoestima nos hace perder los referentes a seguir en nuestro día a día. La perfecta simbiosis entre actriz-directora queda patente a lo largo de todo el corto. En el caso de Mi amado, las montañas (Mejor Montaje), Alberto Martín parece intentar captar con sus imágenes casi documentales la esencia de ese pueblo y esas montañas a través de sus habitantes, un pasado cazador, un presente juvenil ávido de libertad y un futuro infantil de juego de pelota. Terminaremos el género de ficción con L’accident, un cortometraje que juega con el concepto del ‘found footage’, para hacernos reflexionar sobre lo efímera que puede resultar la vida.
No cabe duda que el Certamen Nacional de Alcine de este año ha tenido una gran diversidad temática, formal e incluso regional, generándonos expectativas para creer que el panorama del cortometraje de nuestro país vive un estado de buena esperanza. Extremo que se constata en la prolífica proyección de óperas primas o trabajos de fin de estudios, que pronostica una bonanza por el buen hacer de la cantera del sector.
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Un gran festival y una manera de relararlo estupenda por parte de Diana Callejas, ganas de ver todos los cortos