Al lado de Retour à Genoa City y La Bouche el resto de la Quincena palidecía, y curiosamente los trabajos más tradicionales eran los que salían mejor parados de la comparación. Es el caso, relativamente, de Água Mole de Alexandra Ramires y Laura Gonçalves (Portugal), documental de animación cuyo dispositivo narrativo y dramático empieza a ser demasiado familiar. Las directoras entrevistan a los últimos habitantes de una comunidad rural a punto de despoblarse, e ilustran sus palabras con una ensoñación animada en la que el viento, como el paso del tiempo, arrastra tras de sí las personas y las cosas. La metáfora es extremadamente simple, pero da pie a algunos hallazgos visuales de gran belleza, aunque en ningún caso concitan el entusiasmo.
Más estimulante resulta Nada de Gabriel Martins (Brasil), serio acercamiento a los problemas de una adolescente en un instituto (en una línea similar al estupendo Chasse Royale, que ganó la Quincena anterior). Nada es un corto-debate, pero un debate expresado con convicción: la protagonista se niega a entrar en el juego de ‘A qué te vas a dedicar’, ‘Qué rol social o profesional vas a representar’, y reivindica su derecho a dejar su futuro abierto y dejarse llevar por el presente. Por supuesto, la joven se va a topar de bruces con una fuerte presión social y familiar, con todos los tonos y desde todos los frentes, para hacerla desistir de su empeño.
Pero al mismo tiempo Nada muestra que las decisiones personales, por muy valientes y admirables que sean, tienen sus consecuencias, y se pregunta si esa apuesta, ese esfuerzo personal por ser uno mismo, merece realmente la pena, si los resultados de esa actitud, tal vez, no son demasiado devastadores. Cada cual puede tener su opinión, pero Martins expone los diferentes puntos de vista sin juzgar especialmente a nadie, aunque en ningún momento oculta su simpatía hacia la causa de su heroína. Para cuando puedan verlo: el final es contundente, aunque no tengo claro si es un final cobarde o un final brillante.
Entre las otras propuestas de la Quincena, a mi modo de ver menos afortunadas y a veces demasiado pretenciosas, figuraban Copa-Loca de Christos Massalas (Grecia), que partía de una premisa interesantísima (la vida cotidiana en un parque acuático fuera de temporada) pero que adoptaba el camino de un post-humor con el que, personalmente, no conecté en absoluto; Farpões, Baldios de Marta Mateus (Portugal), que navega entre dos aguas, la superstición y la denuncia social, para desarrollar su relato sobre una comunidad de campesinos explotados tiempo ha en el Alentejo, de manera algo críptica, si bien es posible que me falten claves históricas para evaluarlo en su justa medida.
Y Tijuana tales de Jean-Charles Hue (Francia), tal vez el más sugestivo de los últimos citados, en el que un hombre vuelve a un Tijuana un tanto fantasmagórico para reencontrar a una mujer que se ha abandonado al mundo de las drogas. Hue parte de las formas del documental y busca en ellas un tono lisérgico, intenta filmar algo parecido al infierno, procura que la sordidez y los alucinógenos se complementen, pero los resultados no acaban de atrapar al espectador, y en todo momento queda la sensación de una buena idea desaprovechada. Quedan tres trabajos que no pudimos ver, pero afortunadamente todos ellos, Trsenje de Dubravka Turic, Min Börda de Niki Lindroth von Bar (Suecia) y Crème de Menthe de Philippe-David Gagné y Jean-Marc E. Roy (Francia) podrán verse en Festival Scope a partir del día 23. Estaremos atentos.
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