Más de uno considera el National Film Board of Canada (NFB) como una de las instituciones culturales más importantes del mundo. En efecto, desde que en 1939 el mismísimo John Grierson fundara esta casa sacrosanta, el NFB ha protagonizado algunas de las mejores páginas del documental y la animación mundial. Y respecto a esta última, el NFB ha auspiciado a titanes de la talla de Norman McLaren, Caroline Leaf, Ryan Larkin, Arthur Lipsett, Chris Landreth o Torill Kove.
A veces, todo hay que decirlo, las animaciones del NFB caen en un decorativismo hueco y cargante, y aún así arrasan en los premios internacionales a causa del desmedido prestigio de la institución. Pero cuando la NFB acierta, automáticamente ha nacido un clásico. Eso es lo que suele ocurrir cuando trabaja con figuras tan sobresalientes como Theodore Ushev, que tengo por uno de los grandes animadores del siglo XXI, aun cuando su estilo recuerda poderosamente al siglo XX.
Breve presentación de Theodore Ushev. Búlgaro nacionalizado canadiense, Ushev se hizo famoso en su país de origen por el diseño de magníficos carteles que pueden apreciarse en su web. Por lo que se desprende de una entrevista realizada por Animac, Ushev es un individuo culto, influido por el teatro de Grotowski, Antonin Artaud y Peter Brook, por un lado, y por innumerables maestros de la animación por otro. Llama la atención su especial interés por la experimentalista estadounidense Janie Geiser, ya que tanto ella como Ushev son auténticos magos del montaje audiovisual basado en la superposición de imágenes.
Viajar por la filmografía de Ushev es viajar por las distintas corrientes estéticas del siglo XX. Comenzando por su trilogía sobre los monstruos engendrados por la tecnología (Tower Bawher, Drux Flux y Gloria Victoria), que se apropia de manera prodigiosa de los logros del constructivismo ruso. Aunque probablemente su trabajo más célebre seaLes journaux de Lipsett, en el que rinde un inspirado homenaje a uno de los maestros que pasaron por el NFB, Arthur Lipsett, todo un mago del “collage” que transmitía su caos interior a los trabajos que realizaba (de paso, Ushev afirmaba que la contemplación de la obra de Lipsett le ayudó a sobrellevar sus propias depresiones).
Ushev ha vuelto a dejar constancia de sus dotes excepcionales con esta adaptación de un cuento de su compatriota Georgi Gospodinov, al parecer uno de los puntales de la narrativa búlgara contemporánea. Y es justo decir que la autoría de Blind Vaysha debe repartirse entre Ushev y Gospodinov, ya que el planteamiento del relato es un verdadero regalo para un animador: en un pueblo perdido en mitad de la historia búlgara, nace Vaysha, una niña que posee una particularidad insólita. Con el ojo izquierdo ve el pasado; con el derecho, el futuro. Muchos lugareños creen que es ciega.
Ushev y Gospodinov aprovechan esta preciosa premisa para ir conformando un canto desesperado. El pasado que ve Vaysha es inocente, más o menos agradable, pero el futuro es todo vejez, degeneración, destrucción. Con tales conocimientos, Vaysha es incapaz de disfrutar de las cosas. Ve el pasado y el futuro, pero le resulta imposible ver el presente.
A partir de aquí Ushev despliega un amplio abanico de referencias al arte de siglos pasados (sobre todo el XX), referencias que emplea, amalgama y modula de manera brillante a lo largo de sus ocho intensos minutos. El comienzo recuerda al Van Gogh más atormentado y posee la fuerza de un presagio: un gusano se convierte en mariposa (los adornos de sus alas son como las pupilas de Vaysha), pero el árbol en el que reposaba el capullo es sajado en dos por un rayo (como la mirada de Vaysha). El rostro de Vaysha evoca los iconos rusos. La plasticidad rabiosa del conjunto remite al Expresionismo alemán, y las brujas del lugar, que contemplan inquisitivamente a Vaysha con cuellos de jirafa, parecen inspiradas en las peores pesadillas de Ensor. La sombra del Constructivismo ruso y de las técnicas “collage” asoma en el montaje sobre el futuro dantesco del pueblo, siempre contrapunteado con música culta y con mano maestra (es una constante en Ushev: si en Gloria Victoria, por ejemplo, era Shostakovich, aquí se trata de un Funeral de Henry Purcell). Todo en Blind Vaysha, Premio Especial del Jurado en Annecy 2016, recuerda de un modo u otro a un estilo artístico previo (incluso su formato, 1:33, rememora el cine clásico), y sin embargo el excepcional resultado plástico sólo puede proceder de la mano de Ushev.
Y entre medias, el búlgaro nos obsequia con imágenes difíciles de olvidar. El desfile de pretendientes de Vaysha, que ella ve alternativamente como niños y como viejos decrépitos. El turbio sueño de Vaysha, con su cabeza recorrida por una serpiente que tiene los mismos ojos rojo y verde que ella. O el inquietante final, en el que la mirada de Vaysha se funde con la nuestra. Entonces descubrimos que Vaysha es un personaje sorprendentemente moderno: un ser dislocado, prisionero del tiempo no vivido, atrapado por las redes de la nostalgia y la anticipación, y que, para sobrevivir, decide refugiarse en la ceguera.
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