“El infierno está empedrado de buenas intenciones” ( a veces solo aparentemente buenas,y más dañinas, probable y desgraciadamente, cuando nos movemos en ámbitos sociales como la ‘White Trash’ americana que refleja este film, añado). Este refrán extendido, atribuido a Dante y a otros cuantos, podría servir para resumir la trama de este excepcional Caroline, cortometraje de ficción que concursó en la última edición de Cannes, dirigido por una pareja norteamericana de directores, Logan George y Celine Held, (que curiosamente también son pareja en la vida real, con un largo bagaje de cortos a sus espaldas y con un largo en camino).
Esta pequeña joya de apenas 11 minutos de duración, ambientada en algún suburbio de Texas, nos cuenta la historia del desastre al que se ve abocada la adulta protagonista de la historia (la propia Celine Held, por cierto), cuando al no poder encontrar a nadie que se quede con sus tres pequeños tiene que dejarlos en el coche a cargo de la mayor, de apenas 6 años (la Caroline que da título al film). Esto hace que otros personajes intervengan en la trama con los resultados desastrosos que decíamos.
El guion de Caroline está escrito de una forma muy pulida y muy hábil, que nos deja un final cerrado sin mostrarnos, sin embargo, el desenlace de la historia, pero que por eso mismo deja al espectador con un sabor de boca más amargo que si nos lo mostrara. En este sentido Caroline tiene un final mucho más duro que The Florida Project, el magnífico – e infravalorado en los Óscars, claro – largo con el que la podríamos emparentar por el ambiente, el protagonismo infantil, el realismo, etc. Y es que como en aquel gran largometraje, en Caroline se apuesta por mostrarnos un pedazo de realidad incómoda, y también como en aquel se rueda con un estilo subordinado a ello (aunque en este caso ni siquiera tenemos un final un tanto onírico como en aquella para aliviarnos el dolor del puñetazo del guión): el recurso de la cámara en mano está amplia y perfectamente utilizado (por momentos parece un documental) y no cae, a pesar de transcurrir gran parte de la historia en un espacio cerrado como es un coche, en la tentación de abusar del transfoco (vicio muy extendido entre los realizadores de cortometrajes de este estilo hoy día). Si a todo esto unimos un acertado tratamiento del sonido (natural, por supuesto, y sin música), un ágil montaje y unas interpretaciones eficaces por parte de los intérpretes adultos y directamente sobrecogedoras en el caso de la niña protagonista, nos sale un corto sobresaliente.
Y es que lo de las interpretaciones de estas criaturas tiene su miga y sobre todo la de la niña que da título al film, porque aunque es cierto que los directores saben muy bien buscar con la cámara los ojos y los llantos de los otros pequeños (poco más puedes hacer con críos de tres y un año respectivamente), con el personaje de Caroline – Caroline Falk se llama esta pequeña y tremenda actriz – se lucen y saben extraer de ella una amplia gama de sentimientos que va desde la indiferencia infantil hasta la responsabilidad, la vergüenza, el arrepentimiento o directamente el miedo: insistimos, asombroso. De todas formas, y en lo que se refiere a estas interpretaciones infantiles, tal vez quepa reseñar que los tres son hijos de amigos de la pareja de realizadores y que se los llevaron a vivir con ellos nada menos que un mes para preparar el rodaje: una curiosa variante de cinema verité, vaya.
En definitiva, Caroline es un ejercicio realista muy efectivo que roza el virtuosismo en el uso de la cámara y en la dirección de actores. Un cortometraje muy recomendable, perfecto merecedor del galardón en el pasado Festival de Cannes, aunque no se lo haya llevado.
All comments (0)