A unas alturas en las que el drama social, y más el procedente de Rumanía, parece que ha perdido la capacidad de aportar revulsivos y de despertar los sentimientos y las conciencias de un público saturado de dramas cotidianos (reales o fabulados), resignado a vivir en un entorno de injusticias y anestesiado por una acomodada corrección política, donde la compasión momentánea por las tragedias de los demás es suficiente para salvar una mínima cuota de humanidad antes de sumergirse en una compasión más duradera dedicada a los padeceres personales; a estas alturas, digo, no deja de ser esperanzador y gratificante encontrar una película que reclama la vitalidad de este estilo tan arraigado en el cine europeo, y precisamente aludiendo en su tema a esta dicotomía entre la compasión como emanación del espíritu humano y el correcto y educado distanciamiento que promueven la burocracia, el individualismo, la ley, la limpia sociedad del bienestar.
Esta larga introducción sirve para definir las principales señas de identidad de Scris/Necris, segundo cortometraje como director (después de Santul – Rumanía, 2012) de Adrian Silisteanu, experimentado director de fotografía rumano con largometrajes como Somewhere in Palilula (Silviu Purcărete. Rumanía, 2012) o cortometrajes como Chefu’ (Adrian Sitaru. Rumanía, 2013) en su haber. Scris/Necris ha comenzado su andadura festivales con fuerza, siendo premiado en el Cinemed Festival de Montpellier y con el premio al mejor corto en Trieste, galardones a los que suman ahora el Grand Prix del Festival de Tampere y la nominación que este festival concede para los Premios del Cine Europeo de la EFA.
La gran habilidad de Scris/Nescris es la facilidad con la que logra conectar con una audiencia amplia y diversa, gracias a un conflicto que queda claro atrapa desde el primer momento. A esto le sigue una exposición limpia y bien definida, estructurada en torno a cuatro set pieces que apenas necesitan de alguna secuencia de transición para viajar de una a la otra.
El conflicto principal se desencadena en la sala de espera a las puertas de un paritorio, donde una familia de gitanos romaníes aguardan el nacimiento de su nueva nieta. Bueno, en realidad no es su nieta, sino su bisnieta, y he aquí el problema. La madre del bebé es la nieta del protagonista del cuento, un recio gitano hecho a sí mismo, y es menor de edad. Siendo niña, su madre natural (la hija de protagonista, por tanto) abandonó el hogar familiar, dejándoles a sus padres la responsabilidad de la crianza de su hija. Los abuelos la criaron como si fueran sus padres, pero con el tradicional desapego de la comunidad romaní a la burocracia administrativa nunca la adoptaron oficialmente. El problema surge cuando el matrimonio no está capacitado para firmar el alta de la menor (su nieta/hija) y del bebé (su nieta/bisnieta) al no ser los tutores legales de la primera. Para ello es necesaria la firma de la madre biológica, a la que hace tiempo que no ven.
Todo este lío tan difícil de explicar, se expone de manera natural en la primera secuencia y da ya pie a los temas que van a ir emergiendo poco a poco en el film. El principal y más evidente es el conflicto social y ético que se deriva del racismo hacia la comunidad romaní que aún está presente en nuestros días en la sociedad rumana. Pero Scris/Nescris trata de algo más, habla también de la confrontación entre dos generaciones, entre dos modos de vida en plena transformación; una colisión entre una sociedad tradicional, reglada por código de conducta implícitos e inherentes, y otra más moderna, codificada en normas, leyes y reglas que, como se muestra aquí, conduce tanto a la eficacia como a la despersonalización. Porque en el fondo, Scris/Nescris quiere reflexionar sobre cómo está construido nuestro mundo: sobre una asepsia individualista que parapeta su frialdad y egoísmo amparándose en la normativa oficial como un territorio apto para la despreocupación acerca de los demás. Frente a ello, y dando una solución final al conflicto, Adrian Silisteanu propone la compasión y la empatía hacia el otro, el diferente, como camino y solución para no sucumbir a la deshumanización.
Anclado en los estilemos del cine rumano de las últimas décadas, Silisteanu practica en Scris/Nescris un naturalismo europeo. Rueda su cortometraje con precisión, eficacia y pulcritud, donde todo está al servicio de la historia que expone, sin permitir que nada interfiera en la línea directa de la narración para contar esta historia llena de matices y sugerencias sutiles sin que nada pueda escapársele al espectador. En este sentido, se puede calificar ele estilo narrativo como profundamente clásico, con un personaje (el abuelo gitano) que se enfrenta a un obstáculo (la imposibilidad de obtener el alta de su nieta y la posibilidad de que los servicios sociales se queden con el bebé), cuya superación le lleva a recorrer un camino que le conduce a resolver problemas cada vez más complejos (reencontrarse con su hija), durante el cual cada dificultad superada le conduce a otra mayor (asumir los errores del pasado, enfrentarse a su yerno, el carnet caducado de su hija) hasta conseguir solventar toda peripecia.
A lo largo de este periplo, van entonces surgiendo lateralmente (a veces a través del humor, otras mediante la tragedia) todos los temas antes expuestos dentro de una coherente solución de continuidad y dotando a este relato de mayores dimensiones. Así, tiempo después de vista esta obra, siguen rondando por su cabeza los distintos aspectos que Silistenau va exponiendo, desde los más íntimos (el reencuentro familiar) hasta los más universales (la tesis de que ley y justicia no siempre caminan por el mismo sendero).
Por supuesto, Scris/Nescris goza de una bonita fotografía, fría y concreta, como todo en el film. Además, las enormes capacidades interpretativas de sus actores, especialmente de su protagonista, actores en su mayor parte no profesionales, se revelan como los más sólidos pilares a la hora de apuntalar la verosimilitud que en todo momento necesita una obra enmarcada dentro del realismo social.
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