Creo que fue en 2012, dentro de una sesión de cortos memorable en Alcine. Además de cerrar con el minimalismo inquietante de Una historia para los Modlins de Sergio Oksman (España, 2012), el programa incluía un sorprendente trabajo de David Testal (España, 2012) titulado Un principio. Este documental mutante retrata cómo una pareja de actores, que han roto de mutuo acuerdo en la vida real, empaquetan y reparten sus efectos para comenzar vidas separadas. Una mudanza se convierte en la excusa para recorrer las vivencias de un hogar, como si éstas pudieran plegarse y meterse en cajas o caer en bolsas de basura. También se estrenaba en la sesión el segundo cortometraje de Xacio Baño: Anacos (España, 2012). Es éste un relato de silencios en la madurez de una familia, pero sobre todo la historia de una madre que se enfrenta a un nido vacío que muestra su abismo vital
Estoy seguro de que Xacio presenció aquel día los silencios que quedaron en el piso donde vivieron los Modlins de Oksman y que también escuchó las palabras que habitaron un espacio íntimo en Un principio de Testal. Me pregunto si recordó estos dos cortometrajes cuando uno de los actores de Anacos, Xose Barato, lo llamó para documentar una mudanza en A Coruña: la de su hogar paterno tras la muerte de la madre. En Eco, cuarto cortometraje de Baño, los recuerdos se escurren de las cajas de embalaje hasta paralizar la mudanza. Todo se precipita con el encuentro de varios cuadernos secretos escritos por la madre de Xose durante su vida. El eco de sus palabras manuscritas y nunca pronunciadas reverbera en las paredes desnudas del piso cuando Rocío, pareja de Xose, declama los diarios íntimos que resultan reveladores.
Aunque la película nació como un encargo que se postulaba largometraje, Xacio la lleva hacia lo no contado en Anacos. Allí la propia voz de Xose Barato interpretaba al hijo que decía en un momento dado: Poco a poco, las mujeres que fue mi madre se fueron desvaneciendo… Hasta que dejó de ser ella. Eco retoma esta problemática para desarrollarla en otro terreno. Lo representado no es una ficción pura como Anacos, sino una forma híbrida planteada por la necesidad de superar el trauma que la revelación familiar provoca en Xose. Como actor debe interpretarse a sí mismo en la ficción para dejar de ocupar en la realidad el papel de hijo que afronta el drama de su madre.
El fuera de campo es usado con timidez desde el comienzo. La cámara no quiere molestar al desarrollo de los acontecimientos. Parece que Xacio protegiera la intimidad de sus protagonistas, a pesar de que dar voz al laconismo es el objetivo de Eco. La puesta en escena busca reconstruir un clima doméstico en el que las palabras no dichas entonces viajan hoy de una habitación a otra, con muros y paredes más presentes que los espacios abiertos. La fragmentación de hasta cinco pantallas que veíamos en Anacos muta en Eco hacia encuadres complejos en el que puertas y tabiques encierran a la pareja lectora en trampantojos claustofóbicos. El mismo cortometraje evoluciona desproveyéndose de recursos y de su mínima retórica para llegar a lo fundamental: la palabra no dicha.
Para aquellos lectores que no hayan visto los trabajos que cito, aconsejo su visionado en continuidad para penetrar de manera certera en la obra de Xacio. Como también demostró en Ser e voltar (Xaio Baño. España, 2014), cada vez juega más con los elementos del cine para hacernos llegar a comprender el cercano y misterioso mundo de los vínculos familiares, algo que a todos toca de cerca.
Eco está distribuido por Marvin&Wayne
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