*Take this kiss upon the brow!
And, in parting from you now,
Thus much let me avow —
You are not wrong, who deem
That my days have been a dream;
Yet if hope has flown away
In a night, or in a day,
In a vision, or in none,
Is it therefore the less gone?
All that we see or seem
Is but a dream within a dream.*
*I stand amid the roar
Of a surf-tormented shore,
And I hold within my hand
Grains of the golden sand —
How few! yet how they creep
Through my fingers to the deep,
While I weep — while I weep!
O God! Can I not grasp
Them with a tighter clasp?
O God! can I not save
One from the pitiless wave?
Is all that we see or seem
But a dream within a dream?*
Edgar Allan Poe
Nuestra amiga la Luna es ante todo un viaje. Un viaje en el tiempo, en el espacio y a través de otras dimensiones, cuya trayectoria sólo Velasco Broca sabe trazar en el celuloide. De poco sirve tratar de sistematizar el recorrido emocional, intelectual y espiritual que supone Nuestra amiga la Luna en algo parecido a una sinopsis o argumento, pues su director persigue una (i)lógica narrativa sulfurosa y onírica que emite un quiebro cada vez que el espectador cree haberse enganchado a un cabo argumental. Y sin embargo, no permite nunca que nos perdamos del todo, que abandonemos o desistamos; su cine (al que ya le hemos dedicado un amplio estudio en estas páginas) es ante todo un juego y una ensoñación, una aventura etérea de la que quiere que disfrutemos antes de que la comprendamos en todas sus dimensiones.
De este modo, Nuestra amiga la Luna es capaz de tejer líneas espacio-temporales que unen pasados y presentes (sí, en plural, porque la acción ocurre en distintos lugares y en tiempos a veces confusos), que conectan A Costa da Morte con las ciudades de la India a través de un eje vertical y luminoso que refuerza la idea de que en este mismo planeta son capaces de convivir realidades tan opuestas que parecen pertenecer a universos completamente distintos. Realidades que sólo la Bolex parece ser capaz de capturar y el montaje cinematográfico poner en un mismo contexto, uniendo dos tramas que se vinculan, a través de la ciencia ficción con el surrealismo y el folletín de aventura.
Es difícil condensar en palabras, como he adelantado, una apuesta argumental tan compleja y huidiza. Y una de las cualidades de Nuestra amiga la Luna es sortear esta dificultad y proponer un discurso irracional y onírico en el que nunca sabemos qué parte sueña a la otra, o si en alguna de ellas hay algo de realidad, o si todo es una disparatada fantasía evocadora y algo vampírica de su propia naturaleza cinematográfica. Lo que queda claro es que el cine de Velasco Broca se nutre del propio cine como material de construcción, como pilar estructural que permite que sus evanescentes tramas se mantengan en pie el tiempo suficiente para que el espectador transite por ellas. Sin caer en la burda cita posmoderna, Velasco Broca hace convivir en su film al Buñuel de La edad de oro con el Raoul Walsh de El ladrón de Bagdad y al Fritz Lang más folletinesco, el que va de Las arañas a Los 1.000 ojos del Doctor Mabuse, pero sin perder de vista la conciencia plena de ser un cineasta contemporáneo, un creador de nuestros días.
Nuestra amiga la Luna, y en general toda la obra de Velasco Broca transmite la sensación de ser un ejercicio de libertad creativa, donde no se ponen frenos a las ideas, por muy locas que a priori puedan ser (sólo la lista de personajes de este film ejemplifica esto: un narrador angloparlante indefinido, un cura en la costa gallega, una femme fatale acosada, un pianista avejentado, un tullido hindú, un extraterrestre nómada…, todos unidos por la influencia que sobre el autor del corto ejerce un antiguo texto místico como motor de la pieza). Si bien es cierta esta libertad, también lo es que en este ejercicio cabe muy poco la improvisación (han sido necesarios tres años en total, con sus momentos de entusiasmo y de desinterés para rematar la pieza). Cada momento, cada plano, está muy meditado; de otra forma todo se derrumbaría carente de sentido. Se trata de una estructura tan ligera y compleja que probablemente colapsaría en otras manos.
Es por ello por lo que nos atrevemos a afirmar que la de Velasco Broca es una personalidad creativa singular, aunque podamos encontrar en él afinidades con otros cineastas, como Ion de Sosa (Sueñan los androides) o Chema García Ibarra (Misterio), no por casualidad aquí coproductores.
Nuestra amiga la Luna se estrenó en el pasado festival de Locarno y formará parte de las competiciones internacionales de Sitges y Curtocircuito.
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