Podríamos decir, sin temor a equivocarnos, que Os meninos do rio surge de un flechazo entre un hombre, Javier Macipe, el creador del film, y una ciudad, Oporto, donde transcurre la acción cinematográfica. Así lo reconoce el propio Javier en distintas entrevistas realizadas en este último año. La pasión que le despertó la ciudad le hizo buscar un motivo para rodar allí. Al ver lo que ocurría en el imponente puente Luis I de Oporto, levantado sobre el río Douro, vio clara la trama de su próximo trabajo: nos estamos refiriendo a los espectaculares saltos que desde dicho puente realizan niños y jóvenes para ir a parar al río, ante la atenta mirada de turistas y curiosos. Este hecho llevó al director zaragozano a posar su mirar sobre la vida de aquella juventud.
Aniki-Bóbó (1942), de Manoel de Oliveira
Resulta oportuno recordar que muchos años antes, en 1942 concretamente, Manoel de Oliveira, sin duda uno de los padres de la cinematografía portuguesa de todos los tiempos, había llevado a la gran pantalla precisamente el mismo tema. Queda patente que el arte cinematográfico es un gran catalizador de historias, en constante re-descubrimiento, para el regocijo del espectador, que queda reconfortado al encontrar en el cine esas historias que conoce y, en algunas ocasiones, incluso comparte de algún modo más o menos cercano.
Es el caso que nos ocupa: Un portuense de pro como es Manoel de Oliveira se estrena en el largometraje con Aniki-Bóbó, narrando a través de los ojos de su protagonista Carlitos las travesuras, enamoramientos y demás aventuras de unos niños del popular barrio de Miragaia, teniendo como telón de fondo el puente Luis I de Oporto. Un argumento que al lector de estas líneas le traerá el recuerdo de Os meninos do rio, una historia contada setenta años después y por un español que consigue, por méritos propios, estar a la altura del clásico lusitano, transmitiendo la misma emoción y frescura que la película de Manoel.
Javier Macipe hizo un ejercicio de inmersión en la cultura de Oporto a la hora de rodar su corto, no quería imponer la mirada de un foráneo sobre una cultura distinta. Por ello hay que darle la enhorabuena, ya que ha conseguido una obra original, espontánea y natural imbricando tradición con modernidad de una manera singular, sin dejar ningún fleco que pudiera arruinar su labor final. El director zaragozano, de una manera muy acertada, concibió el rodaje como la encarnación de un esqueleto imaginario que sería el guión, moldeable y adaptado a las vivencias de los actores reales, elegidos entre más de trescientos candidatos de la ciudad portuguesa, sin ninguna experiencia previa en el mundo de la farándula. Su esfuerzo por captar la realidad que viven esos chavales, ha dado sus frutos de la mejor manera posible, reflejando en su film el carácter y las peculiaridades de unos niños que, a pesar de estar próximos a España geográficamente hablando, tienen una idiosincrasia particular que les dota de una personalidad y una ternura digna de destacar.
Si nos fijamos en la pareja protagonista, está cargada de matices y simbolismos, de cambios y transformaciones, sutiles pero apreciables, para deleite del espectador. Con ello se dota al film de una dimensión más amplia, creciendo más allá de lo que se nos está contando en un aquí y un ahora, para tratar los temas universales como el Amor, el cambio de etapa de niño a joven o la Muerte. Argumentos tratados en múltiples ocasiones, pero desarrollados en la particularidad de un entorno que los dota de un carácter enriquecedor para propios y extraños.
Los pre-púberes protagonistas pasan por un ritual de iniciación, en este caso el salto del puente, que les lleva a una nueva etapa de su vida. A su vez, se atisban los primeros contactos con el sexo opuesto, despertando a desconocidos sentimientos como el Amor o el Rechazo, que el ser humano por naturaleza nunca se cansará de ver en una pantalla de cine. Traigamos por caso el reciente éxito del cortometraje español La noche de las Ponchongas (2013), pues aquí, al igual que en el corto que nos ocupa, asistimos a la visualización de una cierta catarsis de nuestro propio ser, al haber pasado, sin remedio, por esa etapa en nuestra vida.
Por todos estos ingredientes Os meninos do rio se presenta como una ocasión perfecta para volver a bucear en el propio ser. Por suerte, al ser ganadora del concurso ‘El corto del año’ de la distribuidora cinematográfica Promofest, y por tanto seleccionada entre 600 proyectos, la distribución del corto ha contado con un apoyo significativo, ya que se va a exhibir por más de mil Festivales de todo el mundo, una visibilidad envidiable en los tiempos que corren.
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