¿Estamos ante el Ciudadano Kane de la animación? Lo cierto es que en varias ocasiones Skazka Skazok ha sido elegida la mejor película de animación de la historia, de igual forma que la película de Orson Welles no es ajena al primer puesto en diversos rankings sobre las obras más memorables de la historia del cine.
La primera vez en que Skazka Skazok pidió paso como la animación más destacada fue en 1984, durante el Festival de las Artes Olímpicas de los Ángeles, donde un gran jurado internacional proclamó el imperio de esta cinta. Un honor que repetiría en 2002 con otro jurado en el Festival Internacional de Cine de Animación de Zagreb.
Incluso entre aquellos que tal vez consideran esta corona un exceso, ninguno duda en catalogar a este cortometraje como una obra maestra. Porque su media hora de duración no tiene a qué compararse, más aún en la época en que fue realizado. Al romper las barreras de lo narrativo, con unas imágenes que componen un profundo poema visual, los críticos y festivales de los años ochenta se rindieron a esta joya del cine soviético.
A pesar de su aparente falta de coherencia narrativa, El cuento de los cuentos, título en castellano de este corto, es esencialmente una película sobre la memoria, sobre cómo recordamos, nunca de modo cronológico, hilando asociaciones de imágenes de una niñez enredada en la fantasía y en los mitos, en arquetipos de cuento y recuerdos humanos, que en realidad son los del propio director.
El ritmo es uno de los grandes logros. A pesar de situarnos ante secuencias a veces no del todo descifrables a primera vista, el tempo con el que las imágenes se suceden la convierten en algo trepidante. No estamos ante una mera alegoría “bonita” de quién sabe qué. Todo es trepidante, a la vez que delicado, con una música que baila con la animación de modo perfecto.
En este sentido, cualquiera puede hacer la prueba a coger uno de esos experimentos que algunos perpetran por internet, en el que hay quienes cambian la música por motivos exhibicionistas o de otro calado que se me escapa. El resultado siempre es decepcionante. Yuri Norstein no fue gratuito al elegir la música que quería para su corto.
¿Cómo no deleitarse con cualquiera de sus imágenes delicadas y oscuras? Una manzana bajo la lluvia. Un pecho grande con una cría de bebé y un pequeño lobo mirando. El poeta que no puede escribir mientras su gato sueña un pez monstruoso. Los fantasmales soldados yendo hacia el cielo. Los hombres y mujeres que bailan un tango bajo una farola. El lobo que vaga solo por el bosque…
No hace falta entender todo lo que sucede para no quedar atrapado en la película. Como ya hiciera Tarkovski en Mirror, El cuento de los cuentos es una exploración de los recuerdos distorsionados de Norstein. La propia subjetividad de esto, y teniendo en cuenta muchos de los arquetipos que todos compartimos en la niñez, la lectura final será asumida de forma distinta en cada persona. Así pues a la belleza de la película, se une el misterio de lo recóndito que hay en los recuerdos de cada ser humano.
Y otra cosa más. El cuento de los cuentos es la prueba de que Yuri Norshtéin es un maestro de la animación cutout, o animación por recortes. Utiliza la cámara multiplano para que las imágenes adquieran un aspecto tridimensional, no estereoscópico. Algo que realizará en sucesivos trabajos, y que son parte de la identidad artística del autor. Una técnica que se antoja idónea para proyectar esos recuerdos guardados y expulsados sin la imposición de la cronología, ni de la narrativa convencional.
Así que las razones para ver esta cinta sobran. Cualquier cinéfilo debería verla. Es algo imperativo. ¿Alquien se imagina a un amante del cine que no hubiese visto nunca Ciudadano Kane?
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