Al principio, mi intención era hacer una película documental sobre una generación, la que ronda los cuarenta, a la que le ha tocado vivir un contexto histórico con sus peculiaridades, que junto con la coyuntura de la crisis socioeconómica, y la propia existencial, merecía ser reflexionada y contada.
Durante el transcurso de empezar a armarlo y de buscar el modo de financiarlo, se impuso la necesidad de hacer algo más inmediato porque no podía ni quería esperar más, como con tantos otros proyectos, todavía sin realizar. Así que lo que iba a ser un documental, se reveló por encima de las limitaciones económicas y tomó forma de cortometraje de ficción convencional, con una estructura lineal y sencilla, casi a tiempo real. Para simplificar más, se ubicó en una localización con sólo dos personajes (aunque en el camino surgió un tercero). Una pareja encerrada en un espacio de otro tiempo que ya no les corresponde, pero que siguen cargando a sus espaldas. Dos vidas bloqueadas… ¿por el miedo, por las circunstancias o por una responsabilidad no asumida?
Hasta ahora, las películas que hice surgieron de la tensión de buscar respuestas a preguntas, y de no conseguir encontrarlas; de una lucha por pretender llegar a un control prácticamente imposible. Quiero entender, que si no fuese así y especulase con las respuestas, las películas que hiciese nacerían muertas y desconectadas de la realidad, sea lo que sea. Por lo tanto, este proyecto se plantea con un cuestionamiento constante sin solución definitiva.
Manejaba bastantes temas: desde conceptos generales como la vida líquida de Bauman o las etapas psicosociales de Erikson, a aspectos más concretos y actuales como el desempleo y la precariedad; la maternidad y el aborto; los deseos frustrados y la decepción de una generación; el miedo a crecer o a cambiar; las dependencias emocionales… Para integrar todo esto en un cortometraje, durante una cena con dos personajes casi todo el tiempo dialogando (y callando), era necesario trabajar a fondo las circunstancias de la vida de la pareja protagonista. A los actores, Ruth Díaz y a Daniel Grao, más que ensayar, les propuse hacer un viaje en el tiempo a diferentes momentos de la vida de estos dos personajes (Nacho y Sandra), para recrear, buscar y poder vivir y sentir los buenos tiempos de bonanza que entonces, pensaron eternos; las ciegas y necesarias ilusiones; su encuentro en el amor; la realización en un supuesto trabajo sólido; y también a las primeras decepciones; a los desengaños; a los recurrentes desencuentros de la relación o a cuando perdieron el trabajo, y hasta su cómoda casa.
Llegamos al rodaje con dos personajes, construidos con diversos fragmentos de vidas reales de gente de esa generación viviendo en las circunstancias sociales actuales; cargados de heridas no curadas, de anhelos insatisfechos y de problemas no afrontados.
David Mamet se refiere a la crisis de los cuarenta como el segundo acto de nuestras vidas; lo llama el periodo del sueño latente. Cuando el idealizado objetivo altruista de la juventud recae sobre la carga cotidiana. “Es difícil recordar que uno vino a drenar el pantano cuando está rodeado de caimanes”. Es el momento de regresar al principio de nuestra lucha para encontrar el saber, o de admitir que nos hemos equivocado o de seguir persistiendo en el error. De la voluntad y de la conciencia de querer (o no) afrontarlo, surgirá (o no) la fortaleza necesaria para proseguir al siguiente acto.
David Martín de los Santos @DavidMdloSantos
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