Los reparos a la programación de cortometraje de las Competiciones Internacional y Nacional de DocumentaMadrid 2017 (solo a la programación, insistimos que esta edición ha traído consigo importantes mejoras estructurales) se esfuman cuando descubrimos la nueva y prometedora Sección Fugas. En principio podría creerse que los responsables de la Sección han querido cubrirse las espaldas incluyendo una buena parte de obras ya avaladas por certámenes como Winterthur, Rotterdam o Vila do Conde, pero al final queda la reconfortante certeza de que, realmente, los seleccionadores se han fugado. Han escapado de etiquetas, concesiones y excesivas pretensiones de respetabilidad, y han elegido simplemente lo que les da la gana, lo que les gusta y les motiva de verdad. No es extraño que el conjunto de la selección sea el mejor de todas las Secciones, y que aquí se encuentren los mejores cortos que pudieron verse en el Festival.
Lo mejor: dentro y fuera del Palmarés
Find, fix, finish de Mila Zhluktenko y Sylvain Cruiziat (Alemania) fue elegido el Mejor Cortometraje por el Jurado, y también por el Público. No sé si era la mejor obra de todo el certamen (aunque, desde luego, lo parece), pero sí era la más contundente, la que más queda en la retina: su idea motriz es única y transparente, pero está expuesta con una energía arrolladora.
Los directores entrevistan a tres pilotos de drones militares, desde los cuales pueden dirigir bombas devastadoras al objetivo observado. Hablan de su experiencia personal y profesional, de los humanos contemplados como hormigas wellesianas, de la extrema facilidad de matar masivamente y de cómo alguna vez lo han hecho... pero solo les oímos. Lo que vemos son imágenes captadas por drones, sí, pero aquí los objetivos observados no son los supuestos terroristas, somos nosotros. Nuestros parques, nuestros hijos y amigos, nuestras playas, nuestras piscinas. Las declaraciones de los pilotos son espeluznantes, los planos de los drones provocan horror con su escalofriante limpieza, y la concatenación de ambos supone una aguda reflexión sobre la estremecedora trampa en la que vivimos, la absurda sociedad de la Seguridad que hemos elegido.
Aunque no obtuvo premio alguno, Les images parfaites de Béatrice Plumet (Francia) podría optar al título de mejor mediometraje del Festival. A lo largo de 44 minutos Plumet elabora un ensayo claramente inspirado en el cine de Luc Moullet, pero no por ello es menos fascinante.
Les images parfaites trata sobre la inmovilidad y su imposibilidad. La directora intenta grabar a personas y grupos de personas completamente quietas, disecadas, sin vida. Pero es inútil, porque siempre hay un elemento que da al traste con su pretensión: no es la respiración, no es exactamente la mirada. Es el parpadeo, que delata la existencia de vida, de una rebeldía interior que impulsa a la persona a moverse y removerse. Trufada de digresiones paralelas y metalenguajes varios (casi siempre interesantes), lo mejor de Les images parfaites son los reveladores, hipnóticos planos de las personas que
intentan no moverse por todos los medios, y que descubren cómo su cuerpo y su mente se niegan a mantener tamaña impostura.

Les images parfaites, de Béatrice Plumet
El resto del Palmarés
Tal vez los dos títulos que completaban el Palmarés Fugas no llegaban a la altura de los dos citados, pero sin duda eran de lo más estimulante (los dos, por cierto, realizados por mujeres, igual que Les images parfaites). La Mención Especial del Jurado correspondió a XXXXXXX de Liliana Colombo (Reino Unido), especie de diario alucinado en el que la propia Colombo graba su día a día y su inestabilidad sentimental introduciendo todo tipo de felices dislocaciones visuales: superposiciones, su rostro enmarcado en las paredes, discontinuidades entre los planos...
Es curioso, lo que peor funciona es la parte documental, pues XXXXXXX parece pedir un lenguaje de ficción para redondear su propuesta: la pieza pierde fuelle cuando la propia Colombo, escasamente expresiva, protagoniza el plano, y se crece en las escenas de tensión de Colombo con su pareja, cuya voz es interpretada por un actor, y en aquellas en las que la presencia humana cede su espacio a todo tipo de experimentos visuales.
Cine DOC-TAI entregó su premio al Cineasta Talento Emergente (¿no se les ocurre un nombre más rimbombante para su premio?) a Rawane Nassif por Sokun Al Sulhufat (Canadá, Líbano, Qatar). Nassif asegura en la sinopsis que este trabajo se origina por el sentimiento de lejanía respecto a su Líbano natal, y no dudo de que esa será su legítima intención, pero yo no veo en su corto nada de eso más allá de un poema recitado en la parte final. Eso no obsta para que Sokun Al Sulhufat sea una pieza altamente sugestiva, pero por otros motivos.
Nassif se dedica a grabar calles, rincones, canales, los parajes más lujosos e idílicos de su ciudad (imagino que libanesa) a través de planos de indudable belleza. Pero esa visión idílica cambia de cariz cuando Nassif no graba directamente esos lugares, sino su reflejo en los cristales de las tiendas o en la superficie del agua del canal, y revela que bajo esas calles paradisíacas hay naves oscuras donde se organizan exposiciones que hablan, tal vez, de otros aspectos de la ciudad menos idílicos. Así, la ciudad casi soñada de Nassif no es más que un espejismo hermoso pero inaprehensible.
Ráfagas
En el resto de los títulos a concurso había buenas ideas y fogonazos de inspiración, y aunque los cortos podían gustar más o menos, lo cierto es que, salvo excepciones, ninguno de ellos dejaba indiferente. Dejemos aparte el estupendo Cidade pequeña de Diogo Costa Amarante, reciente Oso de Oro de Berlín en el que las pedanterías supinas se alternan con momentos extraordinarios (¡esa secuencia del niño reflejado en el retrovisor!) y que de algún modo acudía a Documenta con honores de proyección especial.
No'I de Aline Magrez (Bélgica-Vietnam) coge a todo el mundo desprevenido. Al principio parece un documental más sobre los habitantes de una calle vietnamita, que viven una existencia un tanto deprimida, y todo parece visto una y mil, dos mil, un millón de veces. Hasta que Magrez nos muestra que por la estrecha calle cruza a toda velocidad... ¡un tren! a menos de un metro de las casas. Desde ese instante No'I brilla, el estereotipo da paso a la vitalidad descriptiva, y el espectador se siente impregnado de esa depresión social que antes le había parecido un tanto mecánica.
Dos de los trabajos se basaban en sugerentes historias filosóficas y presuntamente reales, a partir de las cuales se llevaban a cabo ensayos visuales más o menos logrados. El menos convincente vino de la mano del prestigiosísimo Philip Widmann y su Das gestell: las imágenes, excesivamente neutras, parecen incapaces de transmitir el hechizo de una interesante correspondencia entre Heidegger y un filósofo japonés. Más inspirado se muestra el español Emilio Moreno en The I Mine / Minería del yo (Países Bajos - España), que ofrece exactamente lo que promete el título: un recorrido por todo el proceso de minería que desemboca en el descubrimiento de un diamante, el cual representa la expresión más pura del Yo. La metáfora es clara, tal vez demasiado simple, pero lo más atractivo no viene de esta propuesta, sino del precioso relato sobre una mujer sordociega que, como en las novelas de Auster, descubre la relación profunda de las palabras con las cosas.
La Sección se completó con Limbo de Rafael de Jesús Ramírez Pupo (Cuba), incursión en una comunidad rural que une estrechamente su vida cotidiana con el rito y la superstición, y que, aunque posee algún buen momento, se revela demasiado convencional para una sección como Fugas. Y al menos una mención para la última gamberrada de Luca Ferri, Colombi (Italia). Tuve la ocasión de conocer a Ferri y puedo asegurar que, quien piense que el italiano está como una regadera, está totalmente en lo cierto. Este desigual pero simpático delirio sobre cómo una pareja centenaria se ha ido desconectando del mundo, punteada con descacharrantes intervenciones musicales de un hombre orgullosamente gordo (a veces un poco cansinas, eso sí), fue prácticamente la única propuesta de toda la programación de cortometraje de DocumentaMadrid en la que el espectador pudo, por fin, reírse sin complejos, aunque fuera una risa un punto aterradora.
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