Sería rotundamente injusto reprochar a esta edición de DocumentaMadrid determinadas carencias organizativas o escasez de ideas, actividades o secciones. Es evidente que el equipo de Olaciregui y Mozo se ha encontrado con menos dinero y, muy importante, menos tiempo que en las ediciones anteriores, y que prácticamente ha tenido que partir de cero (si bien podía haber contemplado la posibilidad de mantener parte del equipo anterior, del que quedan escasísimos miembros). Pero en cualquier caso entendemos la situación de partida.
Olaciregui ha declarado públicamente que, dadas las circunstancias, han optado por mantener lo esencial. Aquí ya entramos en el terreno de lo discutible. Porque es bastante discutible que un documental no sea considerado esencial en virtud de su metraje, pues está claro que el metraje entre 30′ y 60′ representa buena parte de la producción documental mundial, y por supuesto nacional. El caso es que, en esta ocasión, el mediometraje ha sido eliminado de la programación de Documenta. No estamos de acuerdo, pero podemos llegar a entender que este año, y sólo este año, haya sido así por razones de falta de tiempo y dinero.
Ahora bien. No vemos que esa falta de tiempo y dinero pueda justificar la brusca desaparición de la Competición Nacional, tanto de Largometrajes como de Cortometrajes, que ha sido sustituida por una sección no competitiva, y por ello de alcance claramente inferior, llamada Panorama del Documental Español. Un cambio de orientación preocupante, sobre todo cuando, durante los últimos años, dicha Competición Nacional ha supuesto un referente, este sí, esencial no ya entre los nuevos documentalistas españoles, sino en la creación cinematográfica nacional en toda su extensión.
Centrémonos en el cortometraje. Es cierto que este se ha mantenido en la programación, pero con seis títulos contados. Cinco de ellos programados en el citado Panorama, y sólo uno a concurso en la Sección Oficial: La strada di Raffael de Alessandro Falco. Una muestra exigua, que de ninguna manera puede considerarse mínimamente representativa del espléndido momento que atraviesa el documental breve en España.
Y la verdad, resulta difícil entender las razones por las que el corto español ha quedado prácticamente desterrado de la Sección Oficial de Cortometrajes, con la excepción del título citado. No se trata de ejercer ningún papanatismo de orgullo patrio: es evidente que tanto el volumen de producción como el interés ético y estético del corto documental español se han disparado en la última década, y que este ofrece, todos los años, títulos que están a la altura de una Competición Internacional.
Y si los directores del Festival o la Coordinadora de Programación llegaran a afirmar que no había ningún otro corto español remarcable que fuera Estreno en España (como exigen las bases), sólo podríamos decir que nos resulta difícil de creer, sobre todo cuando en todos los años anteriores ha habido estrenos nacionales de sobra.
Por otra parte, Olaciregui ha afirmado que este sería un Festival en el que se verían trabajos de contenido polémico. Una vez más, desconocemos si este carácter polémico se ha dado en los largometrajes. Pero repasemos la programación de cortos, a ver dónde aparece la polémica.
Pues sí, en la Sección Oficial ha habido cortos que han tratado temas sociales y políticos controvertidos: la represión policial en China, la convulsión social en Italia, la agonía del castrismo, los asentamientos judíos en territorio palestino… Todo eso nos parece estupendo, pero, atención, también se desprende la idea de que todos esos conflictos, abusos de poder, vulneraciones de los derechos humanos suceden en el extranjero.
¿Y España? Desde nuestro punto de vista, temas polémicos que atañen directamente a los ciudadanos de este país pueden ser: escraches, actuaciones policiales, manifestaciones, reforma laboral, desahucios, evasión de capitales, corrupción política o bancaria… En fin, suponemos que todos ustedes leen o ven las noticias. Y ahora comparemos estos temas con los abordados en los cortos españoles que hemos podido ver en el Festival (sin entrar a valorar su calidad, por lo general notable).
Veamos en Panorama: un escultor de imágenes que ha puesto un cine en su casa; la cadena de trabajo de una conservera gallega donde todo es manual y artesanal; un hombre que debe levantar a sus tres hijos todas las mañanas para llevarles al colegio; una evocación del escultor Jorge Oteiza; y un recorrido por las fiestas de San Cayetano en Lavapiés. Y hay que puntualizar que algunos de estos títulos sí dejan traslucir la difícil situación que estamos viviendo, pero en ningún caso lo hacen de manera directa. En cuanto al corto español a competición, sí que habla de la miseria, la conflictividad juvenil y los desahucios, pero mira por dónde, todo esto sucede en Italia.
Y aunque no es nuestro campo específico, les proponemos que lean las sinopsis de los dos largometrajes con participación española de la Sección Oficial y, claro está, los del Panorama del Documental Español. Rebusquen a ver cuántos de ellos abordan críticamente la actualidad sociopolítica española.
No se trata de que un Festival de Documentales tenga que ser plataforma reivindicativa de nada ni de nadie, y está clarísimo que los valores sociales y políticos jamás deben anteponerse a los cinematográficos, que son los verdaderamente determinantes. Pero lo que no puede aceptarse en un festival como este es que arrincone, prácticamente en su totalidad, cualquier muestra audiovisual que muestre, de manera crítica y directa, la delicadísima situación que atraviesa nuestro país. En la era Delgado, esta no era la prioridad del Festival (ni tenía ni tiene por qué serlo), pero desde luego aparecía, y lo hacía en las Secciones Oficiales, y en varios casos con propuestas, estas sí, realmente polémicas.
Hasta aquí, un repaso al cortometraje que ha podido verse en DocumentaMadrid sin entrar en la calidad de la selección. En nuestra reseña de Festivales, que publicaremos en breve, hablaremos de la selección en sí. De momento, concluimos que la programación no sólo ha ofrecido un trato despectivo al corto español, y que no sólo es escasamente polémica, sino que, además, dado el lugar que hasta ahora ha ocupado DocumentaMadrid en la cultura audiovisual madrileña, tiene algo de irresponsable.
All comments (0)