La Semana de Cine de Medina del Campo puede jactarse de haber cumplido 30 años sin perder ni un gramo de su esencia. Después de tres décadas, Medina continúa siendo el termómetro del cortometraje español generalista (con algunas fugas hacia lo heterodoxo) en los primeros meses del año: en esta edición, casi dos tercios de los cortos del Certamen Nacional eran de estreno sin que las bases obliguen a ello (es cierto que se nutre de los títulos recién acabados para la Comunidad de Madrid, pero no se queda solo en ellos) así que, una vez más, hay que reseñar la labor de zapa y rastreo por parte de Emiliano Allende y equipo, y la capacidad para atrapar, en su selección definitiva, el espíritu del cortometraje nacional más reciente. Un espíritu con sus luces y sus sombras, pero eso ya escapa a la responsabilidad de este Festival, que sigue cumpliendo su objetivo sobradamente.
Actores + Diálogos: una fórmula casi infalible
Si algo ha llamado la atención en el Certamen Nacional es el altísimo, monumental nivel de los actores (y, sobre todo, de las actrices) españoles. Una estupenda noticia a la que hay que añadir otra igualmente esperanzadora: todo parece indicar que los guionistas españoles han mejorado mucho a la hora de escribir diálogos. Medina estuvo lleno de títulos en los que buenos intérpretes daban rienda suelta a largas escenas dialogadas con soltura, ritmo y gracejo. Y para finalizar el párrafo de buenas noticias, se mantiene la excelente forma de los profesionales técnicos en todas sus facetas, de la fotografía al sonido pasando por la música y la dirección artística.
Pero buenos actores, buenos diálogos y buen acabado técnico no equivalen a buen cine. Así que continúa, y hasta se acrecienta, la misma molesta sensación de siempre: todo ese esfuerzo y superación profesionales no se ven complementados por unas propuestas a la altura deseada. Todo se pone al servicio de relatos mil y una veces vistos, discursos sociales (casi nunca políticos) para convencidos, tratamientos complacientes... El corto español actual precisa de una renovación de temas, formas y personajes que ya está tardando (de cuestiones económicas hablaremos otro día). No es, como se ve, un corto malo, pero está muy lejos de ser un corto nuevo.
Todo lo anterior podría aplicarse al Roel de Oro, Ni una sola línea de Víctor E.D.Somoza, un cuento amable sobre dos entrañables ancianitas que planean atracar un bingo para escapar de la soledad, la precariedad y el asilo. Sin discusión, las fantásticas Selica Torcal y Milagros Morón se meten al espectador en el bolsillo, por su trabajo en sí y por la indudable gracia de los diálogos, al tiempo que la realización, funcional pero eficaz, está totalmente al servicio de sus divas. Ahora bien, la historia sigue siendo la misma vista una y otra vez desde los tiempos de Los dinamiteros (1963), y con el mismo tono y tratamiento.
Ni una sola línea obtuvo el Roel de Oro, que otorga el público. Así que a lo mejor habría que pedir cuentas no tanto al director, que entrega una pieza grata, simpática y sin pretensiones, como al sacrosanto público y su nivel cultural medio. ¿De verdad Ni una sola línea les pareció el Mejor Corto del Certamen Nacional? En tal caso, tal vez el Roel de Oro debería destinarse a empresas de mayor ambición y envergadura.
Dado el éxito popular de esta ecuación Actores + Diálogos, el corto está adoptando masivamente la fórmula del Microteatro. Muchos títulos del Certamen giraban en torno a largas conversaciones entre dos o tres personajes grabadas con funcionales planos-contraplanos o planos secuencia. Una de estas propuestas conseguía escaparse de dicha sensación de teatralidad: Australia, del veterano Lino Escalera. Todo parecía presagiar un lugar en el sol para Australia: el director de Elena quiere, la producción de Lolita Films, la fotografía de Santiago Racaj y el co-guion de Pablo Remón. Sin embargo, el corto no accedió al Palmarés: tal vez su encuentro entre la trabajadora de una empresa y su camello, dispuesto este a viajar a Australia para encontrar curro de lo que sea, sonaba a ya contado y sabido. Pero más allá de esta posible limitación, Australia se caracterizaba por la solidez de todos sus elementos, la justeza de sus diálogos (otra vez) y la agradable sensación de que los actores (Nathalie Poza y Ferran Vilajosana, una auténtica revelación) estaban estupendos no solo por su profesionalidad, sino porque Escalera había sabido conducirlos en la mejor dirección.
Ráfagas de buen cine
Por supuesto, Medina ofreció momentos de auténtico cine. Por ejemplo, con el cortometraje que ganó el Roel de Plata, La disco resplandece, concedido por un Jurado que apostó así por la novedad y la heterodoxia, dos aspectos que en Medina suelen ocupar un espacio marginal, aunque nunca dejan de estar presentes. No vamos a insistir en las bondades de este último trabajo de Chema García Ibarra, pero sí incidiremos en la actual pujanza del posthumor (de momento no hay una palabra más adecuada para designarlo), subgénero que sigue ofreciendo a partes iguales tantas muestras de talento como de solemne pedantería. Así, junto a La disco pudo verse Les vimos reír y creímos que era de felicidad de Colectivo Vermut (Guillermo Benet y Rafa Alberola), muy simpática copia del cine de Roy Andersson (Una paloma se sentó sobre una rama a reflexionar sobre la existencia), en la que, otra vez, destacaba ese magnífico actor que siempre ha sido Eduardo Antuña, icono del humor agriamargo desde los tiempos de Mamá es boba.
Les vimos reír... quedó fuera del Palmarés, igual que otros fogonazos de inquietud cinematográfica. Ya hemos hablado ampliamente de piezas tan dignas de consideración como Vampiro, Cachorro o Cavalls morts, pero como mínimo habría que llamar la atención sobre dos obras prometedoras de las que todo el mundo pareció olvidarse: Vacío de Sergio Martínez, que después del fantástico rural de Corazón se sumerge en el profundo sentimiento de sinsentido que arrastra su protagonista, una espléndida y espléndidamente perdida Susana Abaitua, a lo largo de diversos garitos urbanos de atmósfera pesadamente hipnótica. Martínez no narra historia alguna, pero capta estupendamente el absurdo de esa noche sin fin a través del rostro mortecino y desorientado de la chica (escrutado obsesivamente por una cámara que en algún momento logra rasgar su alma) y el empleo anfetamínico del sonido, y con todo ello conforma un desfile de sombras, una fantasmagoría que amenaza con volver a repetirse esta noche y todas las noches.
Y, por supuesto, Miss Wamba de Estefanía Cortés, cuento de muertes y soledades en un refectorio, con actores no ya estupendos (otra vez: Ruth Díaz, Ramón Barea y Nuria Gago) sino, por momentos, mágicos. Los elaborados planos de Miss Wamba, los decorados, peinados y vestuarios que rezuman 'glamour' (el vestido japonés y el corte de pelo de Ruth Díaz), las conversaciones amargamente lúdicas que recuerdan a Lynch o a Todd Solondz, todo ello puede gustar o irritar según los gustos de cada cual, pero no se puede negar que el corto posee algo difícil de encontrar: personalidad. Y en cualquier caso, el plano-contraplano del juego-conversación final entre la traumatizada marciana Ruth Díaz y el humanísimo Ramón Barea es uno de los mejores fragmentos de cine que pudieron verse en Medina.
Del Largo al Corto
Cada vez son más los directores integrados en la industria del largometraje que amplían su trayectoria y sus posibilidades expresivas realizando cortometrajes. A ese respecto nada hay que objetar, pero evidentemente no puede evaluarse del mismo modo a un director que da sus primeros pasos que a uno de ya amplio recorrido. De figuras como Daniel Sánchez Arévalo o Isabel Coixet cabe esperar piezas que vayan más allá de la corrección visual y narrativa, que aporten algo más que un indiscutible bagaje profesional.
En ese sentido, la iniciativa de Paramount Channel, que ha dado lugar a tres títulos filmados con holgados medios por Daniel Sánchez Arévalo, Santiago Zannou e Isabel Coixet (todos ellos seleccionados en Medina) se salda con una relativa decepción. Vernon walks es un típico relato sobre la lucha de la raza negra con el que Santiago Zannou obtuvo el Premio al Mejor Director. Y es cierto que el corto está rodado y montado de manera impecable, pero también lo es que esa limpieza narrativa se pone al servicio de una propuesta errática y algo blanda: Vernon walks oscila entre la rebelión de los 'Black Panthers' (lo mejor) y el discurso obvio, lagrimero y poco convincente, y al final se impone lo segundo sobre lo primero.
Cheimaphobia, inexplicable Espiga de Oro en el último SEMINCI, supone un traspiés en la trayectoria de Sanchez Arévalo, incapaz de trascender las limitaciones de su relato breve sobre una niña que se pregunta por los muertos: todo es bonito, de buen gusto y bien envuelto, pero carece de fondo, de carne, y al fin se queda en poca cosa. Y mira por dónde, la habitualmente cargante Isabel Coixet es la que sale mejor librada de la apuesta: No es tan fría Siberia, aquí Mejor Cortometraje Documental y que ya comentamos en nuestra crónica de Aguilar, es una propuesta fallida pero sugerente, la única de las tres Paramount en las que se encuentra algo distinto, un punto de vista, un poco de inquietud cinematográfica.
Aparte, hubo otros consagrados. Rodrigo Sorogoyen vuelve al formato breve con Madre, un logrado ejercicio de tensión narrativa, articulado alrededor de una tensa conversación telefónica entre una madre y su hijo perdido en mitad de una lejana playa, presuntamente francesa y absolutamente indistinguible de otras. Una vez más, Sorogoyen pone la cámara al servicio de su actriz protagonista, inspirada Marta Nieto, y subraya la extrañeza de la situación con planos amplios y muy angulares de la casa de la madre, de manera algo mecánica pero sin duda efectiva. Se puede argumentar que el desenlace es decepcionante y deja al espectador con ganas de más, pero lo cierto es que, hasta ese momento, la progresión dramática de Madre resulta modélica.
El resto del Palmarés Oficial y otras Secciones
El Palmarés Oficial de Medina se completó con el Premio a la Mejor Animación para Beti bezperako koplak; Mejor Actor Miki Esparbé por (Still)Love you y Mejor Actriz Irene Anula por Vampiro (¡pero pudieron ser otros tantos y tantas!); Mejor Guion para Anujin de Urko Olazábal; Mejor Música Original para Xavi Lloses por Cavalls morts; Mejor Fotografía para Alejandro de Pablo por Madre; Mejor Montaje para Manuel Gil Calvo y Mejor Sonido para Óscar Paniagua por Vida y muerte de Jennifer Rockwell de Javier Roldán; y Mejor Vestuario a La disco resplandece.
El Premio del Jurado Joven-La Otra Mirada correspondió a Talía, nueva propuesta de Toni Bestard. Premio Castilla y León para Ainhoa. Y en el Certamen Internacional, Primer Premio para el nominado al Oscar Ave Maria de Basil Khalil; Segundo Premio para RM10 de Emir Ezwan Marwan (Malasia); y Tercer Premio para Balcony de Toby Fell-Holden (Reino Unido).
El Jurado Nacional de Proyectos de Cortometrajes distinguió a 'Sushi', de Mammut Films SL, firmado por Roberto Carlos Martín Maiztegui; y Mención Especial para 'Seattle' de Solita Films, firmado por Marta González de Aledo. Por último, reseñar el acierto de una nueva sección informativa: 'Cortos de vinilo', en la que se programaron cortos españoles filmados en esa cosa antigua llamada celuloide (entre ellos alguno tan notable como Campeones de Antonio Conesa), y que al parecer va a tener continuidad.
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