Microclimas en el cortometraje canario
El cortometraje canario del siglo XXI oscila entre dos referentes históricos casi irreconciliables: el espíritu de experimentación y vanguardia de los cineístas de los 70 y la vocación más industrial de ‘contar historias’, que parte de la narrativa de los Hermanos Ríos y que a finales de los 90 dio un notable número de éxitos como Mararía(nominada a 5 Goyas), Fotos (premiada en Sitges), Esposados (nominado al Oscar) oRuleta (sección oficial en Cannes).
Con el Plan Canario Audiovisual y el modelo de patrocinios del Gobierno de Canarias impulsado por Canarias Cultura en Red, se fue imponiendo a lo largo de la primera década del siglo XXI un sistema en el que prevalecía la ficción, el intento de profesionalizar una industria siempre raquítica, con el formato 35mm como protagonista y apoyado en la nueva herramienta del catálogo de cortometrajes Canarias en corto. Algunos títulos y autores destacados de esta corriente más narrativa son Vuelco (2005) de Roberto Pérez Toledo; El intruso (2005), de David Cánovas, nominado al Goya;Nasija (2006), de Guillermo Ríos, el corto español más premiado de 2007; Las gafas(2008), de Alberto García, seleccionado en Locarno y ganador en Fargo; o Ante tus ojos(2009), de Aarón J. Melián, ganador Ismailia e Imaginaria.
Casi en paralelo, otra tendencia comienza a florecer en las Islas y hunde sus raíces en dos nuevos polos: el Festival Internacional de Cine de Las Palmas de Gran Canaria, que apostaba por visibilizar un cine de autor radicalmente contemporáneo, y El Festivalito de La Palma, que desde 2002 abogaba por un modelo de producción artesanal y digital que denominaron ‘cine de guerrilla’.
De izda a dcha: Jairo López, Cayetana H.Cuyás, Octavio Guerra, Cris Noda, Coré Ruiz, Haliam Pérez, Víctor Moreno, Jose Alayón, Fernando Alcántara, David Pantaleón, Adrián León Arocha y Miguel G. Morales
Por la vía de en medio, por ese difícil punto que combina la solidez de la producción con una mayor profundidad psicológica en los contenidos y riesgo en la forma y, también, una menor confianza en el clímax final como resolución de los relatos de ficción, podemos encuadrar a otros autores que lograron antes de la crisis traspasar las fronteras insulares, como Mercedes Afonso (La tierra desde la luna)), Nicolás Mellini (Hijo), Sebastián Álvarez (Rutina), José Cabrera (Yo te prefiero), Eugenia Arteaga (Algo que aprender), Nayra Sanz Fuentes (Things in Common), Domingo J. González (Ridícula) o Jonay García (Veneno). En este microclima pueden situarse también premiados títulos de animación adulta como En el insomnio (José Ángel Alayón) o Me llamo María (Elio Quiroga), y el mediometraje En los arrozales (Josep Vilageliu).
En las zonas más secas y áridas subsisten otros autores que se lanzan a la experimentación, destruyen la base literaria del relato, y apuestan por el tono y la forma. Con el precedente lejano de la muy indie y surreal La chica de la lluvia (2000, José Víctor Fuentes), el Festival de Las Palmas fue estrenando o seleccionando una serie de cortos que causaron gran impacto y recibían la crítica de parte del sector de que aquello ‘no era cine’, como Geometría de invierno (2007) de Macu Machín, Luces (2008) de Amaury Santana, Belanglos (2009) de David Pantaleón, Sueño fronterizo (2009) de David Delgado Sanginés, El extraño (2009) de Víctor Moreno o en el certamen de CajaCanarias en Tenerife Fox populi (2007) de Javier Afonso. Eran piezas radicales que partían desde la realidad o desde la ensoñación absoluta, y que algunos necesitaban etiquetar como videoarte o videocreación.
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