Lo confieso: mi película favorita es un cortometraje. Concretamente, 14e Arrondissement, un corto de seis minutos y medio que Alexander Payne escribió y dirigió para Paris je t’aime. En poco más de seis minutos, con una maravillosa Margo Martindale y sus periplos por Paris, tuve tiempo de reír, llorar y descubrir el sentido de la vida de la mano de Carol, una cartera de Denver. Casi nada. Sentí más emoción tras esos seis minutos y medio que tras las tres horas (¿sólo fueron tres? Parecían doscientas) de El Retorno del Rey.
Mis manías personales hacia los Hobbits aparte, tampoco quiero menospreciar las pelis largas. Hay películas de tres horas maravillosas y cortometrajes de un minuto horrorosos. No pretendo crear guerra entre largos y cortos. Lo que quiero decir es que, para mí, los cortos son igual de valiosos que sus “hermanos mayores”, los largometrajes. Vamos, que amo los cortos. Y admiro tanto, o más, a Alexander Payne por 14e Arrondissement que por Nebraska.
Cuando alguien (normalmente mi madre, o algún familiar cotilla en navidades) me pregunta por qué me gusta escribir cortos, siempre contesto que por varias razones.
La primera: la falta de filtros. Tiene lógica, cuanta mayor es la inversión en un producto audiovisual, mayor es el control creativo. A la hora de escribir para cine o televisión, suelo sentirme cómo la protagonista de un videojuego, derrotando a los dragones/productores de turno para poder pasar de pantalla. Todo el mundo opina y todo el mundo tiene notas. En los cortos (por lo menos en mi experiencia) las notas no existen. Es el medio en el que más auténtica y más “yo misma” me he sentido al escribir.
La segunda: los amigos. Los cortos que escribo, los hago para que los dirijan mis amigos. Y si no nos vamos a hacer ricos con esto, por lo menos vamos a pasar un buen rato. Gracias a nuestros cortos, tengo momentos míticos y anécdotas para aburrir a mis nietos. Como Juan y yo caminando delante de la Casa Blanca para ir a una proyección de Helsinki en Washington. El año de Libra y el autostop en Aguilar de Campoo con Carlota y yo protagonizando un Deliverance patrio. Vestirme de novia en pleno Lavapiés para El mueble de las fotos. El estreno de Óscar Desafinado en Cortogenia con el cine Capitol entero pegando botes con los sustos. Poder haber llevado a mi novio a los Goya la semana pasada gracias a Juan y la Nube. ¿Cuándo hacemos el próximo corto, chicos?
Tercera: el eclecticismo. Escribir un guión de largometraje es una inversión de tiempo muy grande, pero con los cortos puedo picotear todos los géneros. Comedia, drama, terror, ciencia ficción… Mi filmografía de cortos es curiosa, cuanto menos. A veces siento que es una colección de cromos. O que soy una cat lady de los cortos y, cada vez que escribo uno, añado un minino nuevo a mi carrito de la compra.
Y la última razón, la que me da vergüenza confesar, pero aquí va: la envidia pura y dura hacia Alexander Payne. Diosito, dame fuerzas y talento para algún día escribir algo la mitad de bueno que 14e Arrondissement.
All comments (0)