A punto de cumplir medio siglo, Tampere es uno de los más respetados festivales de toda Europa y el principal evento cinematográfico de Finlandia. Su extensa programación (alrededor de 60 cortos a concurso en su Sección Internacional y unos 40 en la Nacional, además de ciclos, retrospectivas, paralelas…) hacen de él uno de esos festivales que otorgan al espectador un panorama amplio del cortometraje actual, y bastante exhaustivo en lo referente al corto finlandés.
Tampere se sitúa, en cuanto a programación, cercano a Clermont-Ferrand. Busca cortos diversos, fundamentalmente narrativos, que ofrezcan una mirada internacional global, atenta a lo que se produce en todos los rincones del mundo. Si bien, se nota una clara preferencia por tramas con fuerte peso en lo social y temáticas que reflejen la actualidad del momento. En definitiva, lo que busca Tampere es mostrar el cortometraje como un reflejo de la sociedad contemporánea, como un espacio atento a exponer y reflexionar sobre las cuestiones que afectan al mundo en todas sus latitudes. Y posiblemente esta edición de 2019 haya sido una en la que este aspecto social haya adoptado un mayor peso.
El Gran Premio de la Competición Internacional fue, así, para una delicada historia producida entre Estados Unidos, Perú y Colombia rodada en este último país, que firman Angello Faccini y Guille Isa. A caballo entre la ficción y el documental, aunque decantándose un poco más por el segundo, Dulce es el sencillo retrato de una niña que vive en un estuario junto a su madre, que lucha porque su hija aprenda a nadar. Sin prisas y sin poner grandes acentos, Dulce va discurriendo tranquilamente, como las aguas del río donde viven los personajes, pero, estas son aguas turbias y profundas. Más allá de la diversión que le pueda proporcionar a la niña el saber nadar, pesa más la importancia que puede tener a la hora de salvarle la vida, pues todo está encaminado a perpetuar la dinámica de la comunidad en que crece (y de alguna manera está atrapada), y que la empujará a incorporarse con su madre al grupo de mujeres mariscadoras del poblado.
La alternancia de un punto de vista etnológico y social con el universo infantil de Dulce y sus amigos, salpicada de esa combinación entre realidad y ficción sobre la que los directores depositan la trama, junto con la naturalidad y ligereza con la que fluye y a un buen trabajo de fotografía (entre lo bucólico y lo cercano), confieren un tono casi mágico a este pequeño cuento real que también se ha podido ver este año en el festival de Sundance y que ofrecemos íntegro a continuación.
A pesar de que el premio mayor fuera para Dulce, casi se podría decir que en realidad la gran triunfadora del festival fue la cinta rumano-vasca Cadoul de Craciun, de Bogdan Muresanu, que se llevó los premios al Mejor Corto de Ficción, el Premio del Público y la Nominación a los Premios EFA que concede el festival de Tampere. Cadoul de Craciun es un sólido drama con afilados momentos cómicos (todo gira en torno a la carta a Papá Noel de un niño, donde le dice que el mayor deseo de su padre es que Ceausescu se muera), que lleva ya una buena cosecha de premios y selecciones (Zinebi, Alcine, Clermont-Ferrand), por lo que podemos asegurar ya que estamos ante una de las obras más destacadas de la temporada.
Neko No Hi (Cat Days) (Alemania, Japón, 2018) de Jon Frickey se llevó con justicia el Premio al Mejor Corto de Animación. Aunque había otras obras de calidad, como Sumpdyr (Sine Juhl. Dinamarca, 2018), Fettknölen (Jane Magnusson y Liv Strömquist. Suecia, 2018) o Vermine (Jérémie Becquer. Dinamarca, 2018), lo cierto es que únicamente la espectacular Bavure, de Donato Sansone (Francia, 2018), pudo plantearle una batalla real. Bavure y Cat days son cortos antitéticos en todos su planteamientos. Mientras el primero despliega una apabullante técnica donde se combina la animación, la ilustración y el morphing para retratar una historia casi cósmica sobre la naturaleza del ser humano y su evolución (todo en apenas cuatro minutos), Cat days opta por la sencillez del dibujo plano y por un argmento desconcertante y sugerente, no exento de un humor sardónico, acerca de un niño que, según su médico, es en realidad un gato, diagnóstico que le conduce a una profunda crisis existencial. Puede parecer complejo y profundo, pero Frickey conduce toda la historia con limpieza narrativa construyendo una fábula surrealista que pueden disfrutar públicos de todas las edades.
Más reñida estaba la designación de Mejor Documental, donde concurrían no pocos filmes de peso: Imperial Valley (Lukas Marxt, Alemania, Austria, 2018), Guaxuma (Nara Normande. Francia, Brasil, 2018), Në mes (Samir Karahoda. Kosovo, 2019), Tungrus (Rishi Chandna. India, 2018), o Tropics (Mathilde Lavenne. Francia, 2018), este último una pequeña sorpresa dentro de la selección y una de las pocas concesiones a las narrativas experimentales del este año… Finalmente el jurado se decantó por otro laureado corto, All inclusive (Suiza, 2018), de Corina Schwingruber Ilić Suiza, sobre el que no volveremos a extendernos, tras su paso por FICX, Clermont-Ferrand o Aguilar de Campoo.
Completó el palmarés de esta sección internacional la Mención Especial (Ficción) concedida a Kaksi ruumista rannalla, superproducción finlandesa a cargo Anna Paavilainen. No negaremos lo arriesgado de la propuesta, donde dos mujeres fallecidas, una joven en sujetador y una mujer madura, emprenden una lucha contra el patriarcado que se termina convirtiendo en un viaje fantasmagórico por espacios icónicos del cine más viril (bélico, ciencia ficción, western, policiaco/acción), con evidentes guiños a algunas películas. Pero todo es demasiado grandilocuente y agotador. El pastiche termina por engullir la ironía que late en este discurso por la mera acumulación de situaciones, diálogos y clichés, aunque es más que probable que este sea el inicio de una exitosa carrera para este corto en el que no han reparado en medios.
Fuera de los laureles quedaron cintas que merecieron mejor suerte en el reparto, como el ya inevitable Fauve (Jeremy Comte. Canadá 2018), Leoforos Patision (Tanasis Neofotistos. Grecia, 2018), Trip to Paris (Maria Polyakova. Rusia, 2019), Rekonstrukce (Jiří Havlíček y Ondřej Novák. República Checa, 2018) o Bunny (Shaun Hughes. Reino Unido, 2018).
Dentro de ese diagnóstico de la realidad actual desde el cortometraje, Tampere, casi como si de una minisección dentro de la competición internacional, dedicó esta año además un importante tiempo y espacio para abordar argumentos relacionados con la emigración y/o el terrorismo, poniendo de relieve la importancia actual de estas cuestiones, ya que los filmes venían de las más dispares latitudes. Sin entrar en mayores detalles, cabe destacar la calidad de algunos de estos filmes, como Brotherhood (Meryam Joobeur. Canadá, Túnez, Qatar, 2018), Ajo (More Raça. Kosovo, 2018), Familie ( Catherine Cosme. Francia, 2018), La source (William S. Touitou. Francia, 2018) o Hea karjane (Evar Anvelt. Estonia, 2018), o a los problemas de la infancia reflejados en los estimables Turning ten (Jaylan Auf. Reino Unido, Egipto, 2018), Žicka (Ivan Bukvić. Serbia, Montenegro, 2018) o Child eater (Mohammad Kart y Aban Askari. Irán, 2018), entre otros.
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