Los Mikeldis: un Palmarés social
En efecto, los tres Mikeldis han ido destinados a piezas que abordaban, de un modo u otro, realidades conflictivas, aunque no siempre su inquietud cinematográfica estaba a la altura de su inquietud social. Así, el Mikeldi de Ficción fue a parar a Counterfeit Kunkoo de Reema Sengupta (India), crónica de las muy serias dificultades de una joven india para conseguir casa propia en Bombay, por el simple y sangrante hecho de ser soltera. Nuevamente el corto resultaba tan bien contado como convencional en su resolución, y nuevamente resultaba difícil permanecer al margen de un relato tan lacerante. Aunque también podríamos leerlo al revés: nuevamente resultaba difícil permanecer al margen, nuevamente todo resultaba tan bien contado como convencional.
Ocurre casi lo mismo con el Mikeldi de Documental, que correspondió a I signed the petition de Mahdi Fleifel (Gran Bretaña-Alemania-Suiza). En Cortosfera hemos admirado repetidamente la obra de Mahdi Fleifel, pero su nuevo trabajo no se antoja tan satisfactorio. El punto de partida, una vez más, es sugerente: la conversación telefónica entre Fleifel y un amigo suyo palestino a raíz de que el director haya firmado una (absurda) petición para que Radiohead no toque en Tel Aviv. Fleifel confiesa a su amigo que teme posibles represalias por haberlo firmado, y eso da pie a una interesante reflexión sobre lo que significa, hoy en día, ser palestino, y cómo esa identidad ha sido falseada y demonizada por los medios internacionales. Más allá de algunas obviedades la conversación resulta, en conjunto, reveladora. El problema es que las imágenes que ilustran esa conversación, domésticas y de archivo, no añaden gran cosa a un discurso que, a veces, podría ser un excelente podcast de radio.
Afortunadamente, el Mikeldi de Animación sí recayó en un título de notable valor en todos los ámbitos: Tracing Addai de Esther Niemeier (Alemania). Emocionante historia y emocionante manera de darle vida. Niemeier traza/sigue el rastro de un joven muerto en las filas del ejército ultraislámico salafista en Siria en 2013. Pero ese trazo, ese rastro nunca es grueso, sino rico de matices. La directora confronta dos declaraciones reconstruidas: la de la madre del joven y la de un compañero que acompañó a este en Siria durante mucho tiempo. El retrato de los sentimientos, las dudas sin cicatrizar, las heridas profundas de los personajes es complejo y alérgico a visiones oficialistas. Por otro lado, Niemeier da forma a todo ello con pixilaciones realizadas a partir de materiales de archivo e, imagino, grabaciones propias. Aunque hay partes menos redondas que otras, los 30 minutos de Tracing Addai son vibrantes y conmovedores, cine social bien entendido, en el que la forma no hace sino potenciar la riqueza del fondo.
‘Bonus track’ para una preciosa animación que solo se hizo con un insuficiente Premio UNICEF: Untravel de Ana Nedeljkovic y Nikola Majdak Jr ((Serbia-Eslovaquia). La pareja de directores pone en pie una adorable miniatura en plastilina sobre una mujer que desea salir de un país en el que se siente maniatada, reprimida, silenciada, y acceder al liberador Extranjero. Lo que ocurre es que, cuando por fin consigue salir, descubre que el Extranjero es prácticamente igual que su país de origen. Untravel pone en solfa conceptos como Frontera o Libertad, vengan de donde vengan: la inspirada animación parece remitir al imaginario de la mujer iraní, pero queda claro que la acción podría suceder en cualquier país (España, por ejemplo). Y lo hace a través de hallazgos visuales que recuerdan un tanto a la animación infantil subvertida. Solo que, aquí, infantil equivale a imaginación.
Por último, una contrapartida. Aunque, como se ha visto, el Palmarés de ZINEBI ha resultado de lo más respetable, pienso que el conjunto global no hace justicia a la exhuberancia creativa de la Competición. Es comprensible que los Jurados muestren inclinación por títulos que abordan directamente temas sociales o políticos, pero vista la Competición en su conjunto da la sensación de que esta consideración sociopolítica se ha superpuesto en demasía a la calidad intrínseca de los trabajos. Así, el Palmarés de ZINEBI 2018 deja la impresión de que la Competición ha sido más conservadora de lo que realmente ha sido. Uno llega a preguntarse para qué concursan tantos títulos de notable inquietud formal, si luego los Jurados relegan esos logros a un segundo plano.
De ese modo han quedado fuera piezas atrevidas que huían de la aquiescencia general, que nunca llovían a gusto de todos, pero que convirtieron a este ZINEBI en foro del cortometraje mundial más estimulante. Valgan estas últimas líneas para imprimir que, en ZINEBI 2018, también estuvieron presentes piezas del sobresaliente valor de Le Mans 1955 de Quentin Baillieux (Francia), The Juggler de Skirmanta Jakaitè (Lituania-Francia), Inny de Marta Magnuska (Polonia), Acquasanta de Mauro Maugeri (Italia), Aquaparque de Ana Moreira (Portugal), Heimat de Emi Buchwald (Polonia), Schacher de Flurin Giger (Suiza) o Lily’s pain store de Chen Li (China-Singapur). No queda espacio para hablar de ellas, pero ellas, y algunas otras, hicieron brillar este ZINEBI.
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