Los premios de la Academia Británica, los BAFTA, cumplieron este año los pronósticos y dejaron muy pocas sorpresas en su decisión final de otorgar los galardones a los mejores cortometrajes a Home en imagen real y A love story en animación. Una previsibilidad que no está reñida con la justicia, ya que en ambos casos se trataba de los dos trabajos más destacados de su categoría. No dejaremos de quejarnos una vez más del escamoteo que la academia británica le hace al corto documental al no dotarle de una categoría propia en una cinematografía con una larga tradición dentro del género y que produce no pocas obras de mérito año tras año. Seguiremos esperando una rectificación en este sentido en un futuro próximo.
Home (Daniel Mulloy. Reino Unido/Kosovo, 2016) llegaba a los BAFTA aupado por una larga lista de premios (Brest, Palm Springs, Reykjavick, Saint Louis, Vila do Conde…y recientemente en Clermont-Ferrand) y una mayor aún lista de selecciones en festivales, incluida la nominación a los premios del Cine Europeo. Supone además el segundo BAFTA en la carrera del ya consagrado Daniel Mulloy (el otro lo obtuvo con Antonio’s breakfast), y lanza definitivamente su carrera hacia aspiraciones más altas.
Home es un cortometraje con todos los puntos para ganarse al público y a numerosos jurados, pues combina una visión humanista, una voluntad concienciadora y un total despliegue de oficio, además de unos considerables medios de producción que le permiten contar con todo un ejército de verdad para acometer su clímax. Su historia es un mecanismo de inversión, donde una familia de clase media británica contrata a unos traficantes de personas para que los lleve al corazón de una guerra; reducción, sin embargo, que no deja de ser un poco simplista y forzada, y es sin duda el punto más débil del corto. Pero Mulloy se las arregla bien para atrapar en ella al público y despertar algún sentimiento oculto o provocarle algún tipo de revelación ética y política. Como se apuntaba, la calidad de Mulloy como cineasta salva buena parte de los lastres y compone un filme con momentos brillantes y un sabio uso de la tensión (en especial en la primera parte, cuando aún no se sabe el destino de la familia).
No hay grandes dudas de que, pese a sus contras, Home era el claro favorito de la noche, y tal vez sólo Consumed, un bellísimo trabajo documental de Richard John Seymour sobre el desarrollo de la industria, el comercio y el consumismo en China, estaba en condiciones de dar la sorpresa. Consumed tampoco es que resulte del todo innovador, pero no se le puede negar la plasticidad de sus imágenes, su afinado montaje y su capacidad para resumir con precisión en unos cuantos planos una tesis por todos barruntada.
Las tres ficciones restantes se situan cómodamente en una agradable corrección, y cada una en un vértice de lo narrativo. La irlandesa The party (Andrea Harkin) es la que más acusa un academicismo manierista que no le favorece nada a su trama de jóvenes simpatizantes/militantes del IRA en los primeros 70, y sin ser del todo un mal corto, nunca termina por abordar claramente su tema (adolescencia truncada, idealismo romántico, fatalidad, el terrorismo como un peligroso juego juvenil). Más acertados estaban Mouth of Hell (Samir Mehanovi. Reino Unido, 2016) en su hibridación entre documental y ficción, el cual, también con cierto maniqueísmo (inevitable por otra parte en su vocación de corto de denuncia), afrontaba la realidad de un niño en un arrabal hindú, que trata de mantener a su madre enferma vendiendo carbón vegetal y al que, siguiendo la tradición del cine hindú, se le plantea un dilema moral; y Standby (Charlotte Regan. Reino Unido, 2016), un corto pequeñito y muy sencillo, pero lleno de encanto, donde sin cambiar la posición de la cámara ni el valor del plano y sin salir del interior de un coche patrulla, va relatando, casi a modo de sincopada historia de amor, la evolución a lo largo de los días de la relación entre un veterano policía y una nueva agente que le asignan como compañera. Con toda su sencillez y falta de grandes pretensiones, resulta ser un corto entretenido y simpático que en su trasfondo termina hablando de la fugacidad de las relaciones y de cómo, de pronto, aparecen personas en nuestras vidas, se instalan en ellas y del mismo modo, desaparecen.
Si en los cortos de imagen real la media se situaba en la corrección y la tendencia era la narrativa limpia, no ocurrió lo mismo en el terreno de la animación, donde los tres nominados de esta edición resultaron ser tres grandes obras, cada una con un estilo, personalidad y alma propios.
Nuevamente es justo decir que el premio a A love story, de Anushka Naanayakkara, es un resultado del todo acertado, pues entre la excelencia de las tres piezas nominadas, la suya brillaba con mayor intensidad. A love story sorprende además por ser un trabajo de graduación (al igual que The Alan dimensión, de Jac Clinch), fijando desde un primer momento la atención sobre esta joven cineasta de la que se vislumbra un prometedor futuro.
A love story es precisamente eso, una historia de amor, desamor, separación y distanciamiento, pero que Naanayakkara lleva hasta un extremo de estilización que casi llega a lo abstracto, sin caer en ese territorio del todo. Está protagonizado por dos seres-cabeza hechos de cuerdas, lana, hilos y jirones de tela, suspendidos en un etéreo y vaporoso universo casi uterino. Partiendo de la soledad y de la pureza del blanco de su primer personaje, A love story arranca con la llegada de otro ser similar, lleno de textura, contraste y color, que lanzando fragmentos de hilo al primero va a tejer entre ambos una relación amorosa que terminará enturbiada por los celos, el resentimiento, el desamor u otros sentimientos que la hacen naufragar. A love story es un bellísimo cuento hecho con casi nada, pero con un enorme trabajo a cuestas. Es también un desbordante ejercicio de imaginación que depura su narración hasta dejarla en los huesos, permitiendo así que el espectador penetre en la historia y proyecte con su imaginación sus experiencias y sentimientos.
A love story, de Anushka Naanayakkara
Por su parte, el citado The Alan dimension cuenta también otra historia de amor, para la cual Clinch conjuga fondos fotográficos y maquetas con dibujo animado tradicional. Describe la historia de un hombre capaz de percibir algunos flashes del futuro, pero incapaz de predecir que su matrimonio se está lleno al traste debido a sus obsesiones clarividentes. The Alan dimensión es también otro corto lleno de encanto e imaginación, y una historia hermosa y universal. Conviene igualmente seguir la trayectoria de Jac Clinch.
Y por último, Tough, de Jennifer Zheng, un trabajo bastante estimable, aunque menos novedoso, que combina animación y documental, al establecer un diálogo en dos idiomas entre la propia directora, una joven de origen chino nacida en el Reino Unido, y su madre, hija de la Revolución Cultural y del exilio. Zheng construye un corto cargado de verdad y sentimiento, donde se contraponen sus diferentes infancias, dando como resultado un bonito homenaje de la cineasta a su progenitora. Para ello, Zheng recurre a una animación en 2D de colores planos y saturados, que se contagia por momentos de poesía.
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