Yo quería hacer una película que ocurriese en el Año Nuevo Chino. Entonces a mi novio le gustaba mucho el masaje tailandés y había llegado hasta una masajista china y me dijo que hablara con ella. Fui a verla y ella me contó que había un día que hacían fiesta en el barrio.
Ese día me planté en Usera. Eran unas 20 personas disfrazadas, y otros tantos cámaras. Cuando terminó, las cámaras se marcharon y yo les fui siguiendo. Esto es un clásico mío, cuando las cámaras se van es cuando empieza lo que a mí me interesa. El trayecto terminó en el Centro de Mayores de Usera y supe que tenía la película.
Normalmente, no me interesa seguir a un personaje, escojo un espacio, lo acoto y filmo lo que pasa en él. Lo convierto en una especie de teatrillo. Esto me facilita la producción, pero sobre todo me ayuda a separarme de la realidad y empezar a construir un relato cinematográfico.
Esa tarde, con Carlos Serrano Azcona le comenté lo que había encontrado y Carlos me puso en contacto con Yi, un alumno chino de la ECAM. Esto quiero subrayarlo, porque aunque trabaje sola, puedo hacerlo gracias al apoyo de toda una red de cineastas amigos, sin eso sería imposible. Durante los siguientes meses, me dediqué a visitar el centro, tomar el té con ellos y entrevistar a la gente. Era muy difícil entenderse, yo con Yi y Yi con ellos. El problema no era el idioma, iba mucho más allá.
Un día un anciano nos contó que acababa de llegar a España porque le había traído su hijo, pero que quería volverse a su país. Estaba muy enfadado, la comida china de aquí no le gustaba. Cuando me llegó la traducción y decidí que este hombre tenía que ser mi protagonista, ya se había vuelto a China. A pesar de eso decidí que mi película hablaría de un anciano que quiere volver a China, así que esperaba encontrar otro personaje parecido o pedirle a alguno de los ancianos que actuase. También antes de grabar ya había decidido que la película tendría un tono onírico, que habría presencias fantasmales en el escenario, que se confundirían con la música y los bailes del Año Nuevo Chino.
Muchos directores que hacen documental ruedan mucho y luego buscan la historia en el montaje. Creo que es peligroso. Normalmente yo voy con unas ideas de por dónde puede ir la película, un posible comienzo y un final. Aún así, voy cambiando la historia sobre la marcha y el guión se enriquece mucho hasta el último momento.
José Alayón me dejó la cámara, así que junté un pequeño equipo y grabamos. Como llevábamos la RED ONE había que grabar como si fuera ficción, con claqueta y planos no muy largos. Todo esto era nuevo para mí. Aquí además iba totalmente a ciegas.
Conocí a un sociólogo chino, Bo Pang, que hizo de traductor y de intérprete cultural. Como ya he dicho antes, la traducción lingüística no bastaba. Entonces con Bo convenimos un código con las manos en las que él me decía si la conversación era interesante, o no, para poder cortar. Luego me resumía: se ha muerto uno de los vicepresidentes, ha habido un sabotaje…. Siempre eran puestas en situación. Creo que es importante que los personajes sepan donde empieza o termina un plano. No les engaño, (aunque Yi les dijo que era una estudiante de la ECAM, esto lo supe meses después). Es importante que ellos confíen en ti, que actúen para la película.
Como tenía la cámara sólo una semana, cuando no sucedía nada me inventaba cosas para grabar, jugaba con los espejos… Entonce decidí hacer entrevistas. No pensaba usarlas, pero me servía para conocerles. Así empecé a intuir que Chen podría ser el protagonista. A Bo le había impresionado, era un campesino autodidacta, el ideal de la China de Mao.
Meses después, cuando conseguí tener traducido mi material, fue bastante sorprendente. Los diálogos eran muy absurdos para un occidental. Luego con Jorge Suárez-Quiñones hicimos un primer montaje en el que el protagonista era Chen. Nos gustaba mucho. Su entrevista era un hallazgo. Además Jorge conoce bastante la cultura oriental, así que me sirvió mucho para entender lo que tenía entre manos.
Después seguí trabajando sola y me quedé estancada cerca del final. Pensé en darle una vuelta, la parte fantástica se había quedado fuera. Le dije a Pablo García Canga que me ayudase a crear el fantasma, y cogimos las traducciones de las entrevistas para intentar copiar cómo hablaría un anciano chino.
Se acercaba la fecha de entrega y yo estaba agotada física y emocionalmente. Milagrosamente en el trabajo me dieron varios días libres seguidos. Llamé a Velasco Broca. Ya le había llamado antes y el primer día nos enfadamos y le había despedido, pero entonces era mi única opción, así que le dije, tenemos 5 días para terminar esto. Nos encerramos y lo hicimos. Le dije que quería crear un fantasma, que tenía que ser el contrapunto de Chen, que el fantasma no tendría voz, tenía que ser un ruido.
Juntar mi cine con el de Velasco Broca, que hace ciencia ficción experimental, era una apuesta kamikaze, pero, si funcionaba, la película viajaría muy lejos.
Velasco Broca monta como si compusiese música. No le interesa la comprensión del espectador, pero acaba creando una lógica interna que nadie entiende pero seduce y funciona. Yo siempre había querido trabajar con él. Entonces pusimos (casi) todos los ingredientes que teníamos, creamos el fantasma y César consiguió que todo encajara.
NOTA: Podéis conocer la obra de Silvia Rey a través de Plat TV.
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