La Semana de la Crítica de Cannes 2017 no defraudó. Como es habitual, de todas, esta fue la selección de cortometrajes más atractiva y satisfactoria como conjunto de las cuatro competiciones que se superponen durante el festival (Sección Oficial, Quincena de los Realizadores, Semana de la Crítica y Cine Foundation). Los elegidos este año aportaron calidad, sorpresas, riesgo, transgresión y, sobre todo, una variedad que hace difícil marcar a nivel temático o estilístico una determinada tendencia. Y esto no es para nada malo.
Pasaré por alto el fenomenal Los desheredados, documental español dirigido por Laura Ferrés, film que se llevó el premio del concurso y al que ya le hemos dedicado un extenso análisis en estas páginas. Añadiré únicamente mi total admiración por una decisión del Jurado extremadamente valiente y justa. Los desheredados no es ni de lejos el corto (aparentemente) más rompedor y retador del grupo, pero sí el más redondo, sincero y firme. Además se agradece que los intentos (conseguidos o no) de ensanchar los límites fílmicos no hayan conseguido obnubilar la precisión cinematográfica y el ejercicio a corazón abierto al que se lanzó Laura Ferrés con su trabajo y que están en el epicentro de su triunfo.
Junto al anterior, la propuesta más brillante fue el otro corto de raíces latinoamericanas, Selva, coproducción entre Costa Rica, Argentina y Chile, a cargo de Sofía Quirós Úbeda. Con una sutileza y tranquilidad parecidas a las de Ferrés, Quirós Úbeda se lanza a un retrato sobre la vida en un lugar fronterizo entre la ciudad y la selva, que le sirve como recurso visual y temático para bosquejar ese tiempo confuso que media entre la infancia y la adolescencia. El corto cabalga entre la ficción y el documental (otra frontera) a partir de la relación entre una niña a punto de ser adolescente y un adolescente que ya casi es un adulto, y del que nunca sabemos del todo si son hermanos (aparentemente sí) o tienen otra filiación.
La directora prescinde de los adultos para mostrar únicamente una sociedad juvenil que, por motivos evidentes pero no retóricamente explicitados, parece haber perdido la infancia, empujada a un inmaduro mundo adulto donde conviven las fantasías y ensoñaciones de una una primera edad con el desencanto y las responsabilidades de la otra. Quirós Úbeda sabe elaborar todas estas reflexiones sin perder un ápice de cariño por sus personajes; sin caer en el cinismo, el miserabilismo o en la crítica resabiada. Por ello es capaz de construir un reflejo tierno, cálido y empático sobre la realidad dura y desesperada que vive buena parte del continente.
Siguiendo con el documental, la Semana de la Crítica sirvió de escenario para el estreno mundial de Tesla: Lumiére mondiale, esperado trabajo de Matthew Rankin, un alabado artista y animador canadiense, dotado de una extensa e inconfundible obra entre la que destaca su anterior film, Mynarski Chute Mortelle (Canadá, 2015). Rankin serpentea entre el docudrama animado, el found footage y la ficción para imprimir su sello personal en un fragmento de la historia del célebre inventor, donde se cartea con su filántropo patrocinador para convencerle de que financie un invento que cambiaría la historia de la humanidad. Más allá de la propia historia y sus resonancias actuales, lo que maravilla de Tesla… es el tratamiento que Rankin le imprime y todas esas referencias al cine y el arte de las vanguardias de principios del siglo XX que le sientan como anillo al dedo al proyecto.
Nuevos territorios para la ficción
El resto de los cortos de la competición, todas ficciones, se dirimieron entre cortometrajes que abordaron un ensanchamiento los los códigos del cine fantástico, y otros que apostaron por historias realistas y sociales que también tratan de evitar los tópicos más habituales del drama europeo. Lógicamente, todos ellos con distintas personalidades y resultados.
Puede que por su carácter más libre y desmesurado, sean los del primer grupo los que más llamen la atención y donde el espectador más inquieto encuentre mayores revulsivos. Si es esto lo que se busca, nadie saldrá defraudado de Möbius (Sam Kuhn. Estados Unidos/Canadá, 2017), una extrañísima historia de vampiros a la que no le tiembla el pulso a la hora de recurrir a agresivos virados en azul y rojo, y cuya trama juega en todo momento a escapársele al público; o de Real gods require blood (Moin Hussain. Reino Unido, 2017), desasosegante film protagonizado por una joven yonki que se ve empujada a hacerse cargo durante unas interminables horas de los hijos de una vecina, también yonki, donde lo rutinario va transformándose paulatinamente en un siniestra y sórdida pesadilla que se precipita imparable hacia el cine de terror.
Narrativas menos viscerales, aunque no carentes tampoco de su oscuridad, son las que practican Jodilerks Dela Cruz, employee of the month, en el que el filipino Carlo Francisco Manatad logra superponer el desencanto y la apatía de su protagonista sobre un entorno en el que no deja de brotar la violencia a cada esquina; o la curiosa historia de amor entre una galerista y un artista que trabaja con el lenguaje de los videojuegos de Le visage (Salvatore Lista. Francia, 2017). Dos trabajos menos fronterizos, pero también más eficaces, resueltos con indudable soltura por parte de sus autores.
En el otro lado se encuentran tres interesantes dramas que apuestan sobre todo por el desarrollo de los personajes y por historias contemporáneas con más o menos poso social. De las tres, la más convincente resulta ser curiosamente la más sencilla, Ela – Szkice na pozegnanie (Oliver Adam Kusio. Alemania, 2017) . Retrato íntimo e intimista, de corte naturalista, esquematiza en distintas set pieces los últimos días en su país de una chica polaca que va a emigrar a Alemania. Sobrio, elegante y con una fotografía crepuscular, Kusio construye con delicadeza los distintos sketches que componen esa crónica de una despedida que ya anticipa el título.
Ese aire intimista también lo comparte Les enfants partent à l’aube, de Manon Coubia, claro ejemplo del cine francés independiente contemporáneo, que si bien se hace un poco claustrofóbico (la mayor parte de la trama se desarrolla en las conversaciones que tiene una madre con su hijo militar en el viaje en coche que realizan para que le den una medalla), no cabe menos que reconocer el pulso firme de su realizadora y unas interpretaciones siempre impecables.
Por último, Najpiekniejsze fajerwerki ever, de Aleksandra Terpińska, viene a constatar la potencia que el cine polaco ha venido desplegando en los últimos años. Algo que no deja de ser en parte responsabilidad tanto de los programas nacionales de impulso a la cinematografía como de los centros de formación, constituidos no solo como escuelas eficaces, sino como verdaderos centros de descubrimiento de talento, de producción y de distribución. En este caso Studio Munka, una marca que se ha convertido ya en un sello de calidad, es quien está detrás este hiperbólico reflejo de los tiempos que corren.
Su argumento se sitúa sin embargo en un presente ligeramente alternativo, o en un futuro inmediato, donde cada noche los jóvenes salen a la calle a combatir con la policía y el ejército, y en medio de esta tensión pivota el personaje central, una joven residente que trabaja en el servicio de urgencias un hospital donde se agolpan heridos de ambos bandos. El film tiene desajustes propios de un cineasta joven, pero incipiente, que no duda en arriesgarse con una historia ambiciosa en dimensiones y recursos y cuyo juego de contrastes a veces es un poco ingenuo. Pero hay que reconocer el valor de enfrentarse a una empresa tan compleja y el mérito de obtener en términos generales buenos resultados.
Revisada toda la competición, una mirada global ratifica que la Semana de la Crítica sigue siendo el espacio más inquieto y vivo del festival de Cannes, y un perfecto medidor del músculo del cine independiente mundial. Siempre buscando fórmulas y soluciones interesadas en expandir los límites narración cinematográfica un poco más, sin prejuicios de ningún tipo, equilibrando en su selección tanto nuevos valores como algunos cineastas más consagrados, siempre que sus obras merezcan esta atención.
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