A man returned es el resultado de la relación, probablemente amistad, entre dos jóvenes palestinos, Mahdi Fleifel y Reda Al-Saleh. Ambos se criaron en el campo de refugiados de Ain El-Helweh en el Líbano, pero mientras Mahdi consiguió acceder a la prestigiosa National Film and TV School de Londres, Reda optó por emigrar a Grecia, justamente en los años más duros de la crisis económica, y su viaje a esta supuesta tierra de promisión se saldó con la inmersión en el tráfico de drogas y la deportación al mismo campo de refugiados del que salió, esta vez enganchado a la heroína.
Sin embargo la trayectoria de ambos amigos discurrió paralela, ya que Mahdi se dedicó a grabar las correrías, a veces estremecedoras, de su amigo Reda. Así, en 2013 dirigió Xenos, un corto documental que narraba de manera directa el día a día de Reda y sus amigos palestinos en una Grecia sin esperanza que sólo les ofrecía algo parecido al futuro a través del trapicheo de pastillas. Xenos no tenía matices, pero era seco, cortante, nervioso, la vida de Reda era esto. Y tuvo un éxito considerable, el suficiente para animar a Mahdi a seguir la pista a Reda durante los siguientes años, esta vez grabándole en el mismísimo campo de refugiados que ambos conocían tan bien. Y como Mahdi Fleifel sostiene desde hace años una bonita historia de amor con el Festival de Berlín (tanto su largo A world not ours como Xenos fueron presentados en la Berlinale), A man returned también vio la luz en este certamen. No ganó el Oso de Oro, pero como si lo hubiera hecho: Oso de Plata y Nominación a la Academia de Cine Europeo.
Xenos (2013), de Mahdi Fleifel
Con estos antecedentes, es sencillo imaginar por qué A man returned se sitúa muy por encima del habitual documental sobre campos de refugiados. En él no hay discursos políticos explícitos, no hay victimismos ni imágenes paternalistas, no hay un discurso omnipresente y acogotante. Porque tanto Reda como Mahdi conocen al dedillo cada rincón del campo de refugiados en que se mueven, cada personaje con el que se cruzan, y se permiten mostrarlo todo sin necesidad de subrayados, con una familiaridad pasmosa, sabedores de que ningún documentalista del mundo sería capaz de acceder ni a la vigésima parte de lo que muestra Fleifel.
Esa familiaridad no resta horror y estremecimiento a los hechos. Muy al contrario, potencia el horror. Para Reda, puede que sea habitual pincharse delante de su familia. O enseñar a sus amigos un video que guarda en el móvil, en el que aparece él en medio de un tiroteo absolutamente real en el que vemos caer muerto a balazos a su sobrino… Y tampoco se puede hablar de complacencia en lo truculento: el director articula en todo momento un relato tan seco y directo como Xenos pero, este sí, pleno de matices, siempre oscilando entre la sordidez, la historia de amor y, sorpresa, un insólito sentido del humor que da lugar a momentos tan terribles como divertidos.
Hemos hablado de historia de amor. Al comienzo de A man returned, Reda está hablando por el móvil con su novia, pues piensa casarse en breve con ella dentro del mismo campo de refugiados. Los preparativos para la boda, similares a los de una comedia costumbrista, dan pie a la descripción del día a día del espabilado pero entrañable Reda, sus tensiones con la familia, sus chanchullos con la droga, su trato habitual con la trastienda de la guerra, y a partir de esa situación rica en contrastes en un escenario rico en contrastes, surge un humor tan cariñoso como cruel, que deja al descubierto la distancia abismal entre las optimistas aspiraciones de Reda y su sangrante realidad, refugiado, deportado y enganchado.
Así, del mismo modo que Reda se pincha en la cocina delante de su familia, esta prosigue sus quehaceres como si su hijo estuviera lavando platos, y cuando Mahdi entrevista a la madre de Reda delante de su hijo, esta habla más del otro hijo que de Reda; de igual modo que Reda muestra a Mahdi en su móvil el escalofriante video del tiroteo, también le enseña ¡un video musical que han montado sus amigos para glorificar su supuesta hazaña!; o los conmovedores esfuerzos de Reda para preparar el mejor lecho nupcial posible en un campo de refugiados: Reda presenta la estancia, cuyos muros están forrados con papel arrugado, como si se tratara de un palacio; arregla un espejo roto cubriendo el hueco con un fragmento del Corán; incluso un primo suyo que le ha ayudado comenta la conjunción de los colores, como si se tratara de su decorador personal…
A man returned rebosa de capacidad descriptiva y detalles brillantes que imprimen un tono que recuerda, en buena medida, a la escandalosamente olvidada comedia italiana, aquella que empleaba los mimbres de la comedia para desenmascarar sin piedad todo tipo de lacras sociales y políticas. Sólo que, en esta ocasión, Alberto Sordi está detrás de la cámara, grabando las ilusiones y trapos sucios de su Vittorio Gassman particular, hasta desembocar en una boda que redondea el conjunto tragicómico, y que no es cuestión de revelar aquí.
Al final, después de muchos apuntes interesantes y bien filmados, y tantas carcajadas como escalofríos, queda un poso más que amargo: es probable que los legítimos deseos de prosperidad de Reda, salir de la droga, convivir con su esposa, alcanzar una vida estable en medio de un campo impregnado de guerra, y qué guerra, nunca se cumplan. A man returned finaliza con los amantes abrazados, entregados a la buena disposición del futuro. Pero Mahdi Fleifel reserva un plano para los créditos: la silueta del campo de refugiados, aislado y desolado, al atardecer.
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