La última edición del Festival de Locarno representó el final de una época, la de Carlo Chatrian. Tras varios años conduciendo, y reconduciendo, la línea editorial del festival suizo, Chatrian asume la dirección artística de la Berlinale, después de haber logrado redefinir el festival suizo y conducirlo al mejor momento de su historia tanto en calidad como en prestigio y popularidad. A partir del próximo mes, Lili Hinstin recoge el testigo de Chatrian y dada su experiencia en festivales como Cinema du Réel o Film Festival Entrevues Belfort, no cabe duda que que Locarno entrará en una época también muy prometedora.
Pero lo que toca ahora aquí es revisar la pasada edición, que en este sentido, sirve de perfecto resumen y dorado colofón a la etapa que se cerraba, y que para ello conformó la programación más sólida y coherente de los últimos años. Una selección donde el protagonismo estuvo, como había venido perfilándose en las ediciones más recientes, en la búsqueda de narrativas arriesgadas y fórmulas estéticas no convencionales, con una importante presencia siempre del cine latino-americano.
Aunque la Sección Pardi di Domani, donde confluyen las competiciones internacional y nacional de cortometrajes, daría este año para mucho, el palmarés recoge con bastante precisión el reflejo de lo más singular de ambas competiciones, con sus tendencias, sus filias y también sus curiosidades y caprichos. Comenzando por el corto ganador del Padrino d’oro al Mejor Cortometraje Internacional, D’un château l’autre, coproducción franco-belga dirigida por Emmanuel Marre.
Con sus 40 minutos de duración, D’un château l’autre estira al máximo (o casi) la definición de cortometraje (muy lícito por otro lado), y ya anticipa que Locarno es uno de esos festivales a los que les gustan forzar los límites. D’un château l’autre juega en los extremos también en el ámbito narrativo, deslizándose en un difuso territorio donde se confunde lo ficticio y lo real, navegando entre el relato intimista y el análisis político; entre el retrato psicológico individual y social. A todo esto hay que aclarar que, una vez asumido este dispositivo narrativo híbrido y de haberse aclimatado a su tempo, los 40 minutos se desvanecen en una especie de ensoñación, del mismo modo que su argumento.
Este argumento deambula fundamentalmente entre dos ámbitos en la vida de Pierre, un estudiante de 25 años que está siguiendo la campaña electoral de Macron, en medio de las dos vueltas de las elecciones presidenciales, y que además comparte piso con mujer de 75 años que está postrada en una silla de ruedas y a quien ayuda en su día a día. Pierre y Francine son opuestos en todo, sobre todo en su visión política, pero la deriva de la campaña, cada vez más cercana a un espectáculo de masas vacío y megalómano, permite que ambos encuentren un punto de encuentro en el desengaño, el desamparo y la falta de referencias y referentes, aunque cada uno adopta este sentimiento desde su propia perspectiva vital.
Reflejo de una sociedad también a la deriva, D’un château l’autre conduce a sus personajes al desencanto, impulsados por la inercia y la anestesia, dejando entrever lo terriblemente solos y frágiles que son. Así, también pone al alcance de todos el pesimismo que poco a poco va invadiendo todos los rincones de nuestra época. Marre, como antes se apuntaba, sumerge para ello a sus personajes en una atmósfera muy etérea, casi espectral (algunos planos incluso los tiñe con un efecto de glow que los hace aún más ilusorios), con saltos de formato y de estilo en la puesta en escena, para subrayar ese estado líquido de irrealidad y ensoñación narcótica en el que todo parece transcurrir en este corto.
Heart of Hunger, de Bernardo Zanotta
Igualmente hipnótico y casi lisérgico es Heart of Hunger (Países Bajos, 2018), obra que le valió al Bernardo Zanotta, el Pardino d’argento de la competición internacional. Heart of Hunger es un corto aún más exigente y complicado, centrado igualmente en dos personajes que también viajan al límite, esta vez de sus personalidades, convicciones y cuerpos, para enfrentarse a nivel conceptual a la idea de la muerte.
La película se segmenta en unas pocas y largas secuencias donde, casi a nivel performático, se estira el planteamiento hasta el paroxismo emocional y plástico. Si bien a nivel técnico es mucho más elemental que el anterior, también hay que reconocer que la propuesta, entre lo barroco y lo bizarro, exige una fórmula directa y cruda como la que aquí presenta; no permitiría ni refinamientos y medias tintas. No es Heart of Hunger un corto par todos los paladares, y es cierto que dentro de su riesgo hace aflorar no pocas carencias, en lo técnico y en lo narrativo. Algunas secuencias están menos logradas que otras y no pueden evitar el maniqueísmo; y en conjunto el film no termina de cumplir con toas las expectativas que plantea en sus comienzos. Pero sin duda es una pieza que no deja indiferente a nadie.
Mucho más asequible es El laberinto, (Francia, Colombia, 2018), nueva demostración del momento dulce del corto colombiano más arriesgado. Puede que el Premio a la Mejor Dirección para Laura Huertas sea un poco cuestionable debido a la sencillez del planteamiento general. Más aún cuando en la selección había también numerosas opciones alternativas de alto nivel. Pero El laberinto es en todo momento una propuesta disfrutable y también defendible. Estamos ante un documental que reposa sobre el testimonio de un narco colombiano que habla de uno de sus patrones y también de algunas situaciones de las que fue testigo, además de otras reflexiones más generales. Para ilustrar el discurso, Laura Huertas recurre a imágenes de las ruinas de la mansión del capo, una réplica de la de la serie Dallas, y también utiliza algunas imágenes de la propia serie televisiva.
Esta eficaz combinación genera una crítica irónica que contrasta a veces con las terribles vivencias del narrador, quien termina sumergiéndose en una oscura pesadilla de degradación y muerte, similar a las ruinas que nos muestran las imágenes, hasta conducir a una secuencia final donde una hoguera parece representar el infierno moral, vital y existencial al que están condenados tanto las personas de las que habla el corto como buena parte de la sociedad colombiana. Intenso y revelador, lúcido y por momentos imaginativo, El laberinto funciona como reflejo no solo de la realidad de las comunidades sometidas al imperio de la mafia, sino que extiende su lectura, de manera muy divertida, hay que decirlo, gracias a las imágenes de Dallas, al funcionamiento de la sociedad capitalista.
También coproducción colombiana, esta vez con apoyo argentino, es La máxima longitud de un puente, de Simón Vélez, un corto pretendidamente huidizo, que esquiva mediante el uso de la elipsis la narración frontal de la historia de sus dos protagonistas: dos personajes enamorados que buscan la evasión y la soledad para encontrar la paz, la tranquilidad y un espacio personal lejos de todo. La máxima longitud de un puente es una obra extraña y a veces hermética, que exige al espectador una gran complicidad para adentrarse en el universo psicológico de la pareja, dándole pocas pistas desde el argumento, pero que termina elaborando un clima hipnótico, nuevamente ensoñador, una característica que como vemos comparten buena parte de las películas destacadas por el palmarés. Una fosa realidad que funciona como refugio temporal para los protagonistas, pero que no deja de ser un paraíso artificial y efímero.
Je sort acheter des cigarettes, de Osman Cerfon
El último premio de la competición internacional es el Medien Patent Verwaltung AG Award, que fue a parar a la animación francesa Je sort acheter des cigarettes, de Osman Cerfon, de nuevo otro cortometraje que tiene mucho de pesadilla y alucinación.
El film transcurre íntegro en el hogar de un adolescente que vive con su madre y su hermana, ante la ausencia de su padre. Con una estética que remite al cómic underground notemanericano de los 90 (la influencia de Fantagrafics es apreciable en muchos aspectos), Je sort acheter des cigarettes es una historia psicoanalítica que profundiza en el trauma de la pérdida, representada por los extraños homúnculos del padre desaparecido que habitan la casa y la cabeza del chico. Su lucha por comprender y asimilar estas presencias, refleja a la postre el esfuerzo del protagonista por madurar, por asumir su historia personal y por encajar finalmente en el seno familiar, donde parece un ser tan dislocado y extraño como los seres que se le aparecen a él. Efectivo, elegante y conmovedor, el corto es sin duda una de las animaciones más frescas de la temporada
La competición nacional también mantuvo un alto nivel de calidad y la gran sorpresa fue que finalmente el Premio al Mejor Cortometraje Suizo (Premio Swiss Life) se lo llevó una coproducción española, el último trabajo de Elena López Riera Los que desean. Además, el film consiguió la nominación para los Premios del Cine Europeo que otorga el Festival de Locarno.
Los que desean se acerca desde la no-ficción a una curiosa competición de palomos donde el ganador es el que logra seducir a una paloma hembra y volar más tiempo a su lado. López Riera recurre al tono observacional para acercarnos a los competidores, pero midiendo a la perfección los encuadres, la distancia y la duración, el ritmo y el off que nos explica las bases de la competición, dotando a la narración de un evidente valor metafórico, pues la traslación de todo esto al contexto humano es inevitable y sirve para concretar un certero retrato social machista y patriarcal.
Tras Pueblo (2015) y Las vísceras (2016) se puede confirmar aquí la progresión y la consolidación del estilo de la cineasta española, que paso a paso se está convirtiendo en una de las mas destacadas dentro de ese fenómeno denominado el otro cine español.
El Pardino d’argento Swiss Life del concurso nacional fue Abigaïl, de Magdalena Froger, y el premo al Mejor Cineasta Emergente se lo llevó Lou Rambert Preiss por Ici le chelín des ânes.
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