Mi vida está estrechamente ligada desde finales de los ochenta a eso que se da en llamar el mundo del cortometraje. En el año 1988 colaboré en la organización del Festival Internacional de Bilbao, hoy Zinebi, y entre otros cometidos seleccioné una retrospectiva del palmarés de sus entonces 25 años de historia. Ello me supuso la oportunidad de encontrar autenticas joyas cinematográficas. 25 años después, aquí sigo recién terminado un nuevo corto, Por que escribo.
En todos estos años he asistido a los debates eternos sobre el cortometraje: Que si es un medio de aprendizaje para el largo o un medio expresivo por sí mismo, que es a la novela como el relato corto, que si se tendrían que programar en el cine delante de las películas comerciales, que si lo importante son las ideas y no los medios, etc..
También he vivido las enormes transformaciones habidas en estos años: La casi desaparición del 35 mm como formato de producción, la democratización del cine, la proliferación de los festivales por toda la geografía española y la aparición de distribuidoras profesionales destinadas a los cortos o un creciente apoyo, hasta la llegada de la crisis, por parte de las comunidades autónomas en la producción y distribución del cortometraje. Esto último quizás propiciado porque, al tener transferidas las competencias culturales, entre ellas el cine, a las comunidades les suponía mucho más asequible apoyar el cortometraje que el largo para tener un cine propio. Prueba de ello son comunidades como la madrileña o la aragonesa, que no tienen línea específica de apoyo al largometraje.
Vinculado a este punto, las comunidades se han esforzado en visibilizar su cine autóctono con programas de apoyo a la distribución. El pionero fue el Gobierno Vasco con el por todos celebrado Kimuak pero poco a poco casi todas las comunidades se han sumado a esta tendencia. Incluso, en este año de crisis, Aragón, con un humilde proyecto de nombre FILMAR.
Y mientras ¿Qué se ha hecho desde la administracion central?. El ICAA, desde que yo recuerde, siempre ha tenido dos líneas de ayudas a la producción; sobre proyecto y a cortometraje realizado. El pasado año torpemente se suprimieron las exiguas ayudas a proyecto de 400.000 euros, un 1% del global del presupuesto destinado a soportar el sector. Este año, Susana de la Sierra, cabalmente, lo ha subsanado, y además, después de años sin tener representación, la Plataforma de Nuevos Realizadores (PNR) vuelve a tener un representante en la comisión que concede las ayudas.
Pero como se puede ver por el dato citado, el porcentaje del fondo de protección a la cinematografía destinado al cortometraje siempre ha sido, proporcionalmente, muy inferior al porcentaje de las comunidades. En los momentos en los que estuvo mejor dotado el fondo del ICAA, en los años anteriores a la crisis con más de 80 millones, la cantidad destinada a fomentar el cortometraje era de 2 millones de euros, un 2,5 % destinado a la cantera, al futuro del cine español. Es decir, con la máxima cantidad que podía llegar a recibir del ICAA un largometraje exitoso, se apoyaba a más de 100 cortometrajes en los que directores, productores, actores y técnicos se ejercitaban en hacer cine equivocándose y aprendiendo en el intento.
En el campo de la distribución, los apoyos estatales son apenas perceptibles. A pesar de la posibilidad de acceder a las ayudas a la distribución en competencia con los largometrajes con un paquete de cortometrajes, yo no conozco casos que se hayan podido acoger a esta ayuda. A la hora de fomentar la presencia de cine español en festivales, parece que el cortometraje español no interesa, dándose la paradoja que se organizan muestras de cortometrajes vascos o catalanes, por ejemplo, favorecidas por sus respectivas autonomías, pero no de muestras de cortometrajes españoles.
Y cuáles son, a mi entender, las razones para este tímido apoyo. Por un lado el desinterés y la ceguera de la industria y de los productores de cine del cortometraje a pesar de ser la cantera del cine. Prueba cercana de ello son los dos grandes éxitos de taquilla del 2012: Lo imposible es la segunda película de J.J. Bayona, un director que se forjó en la dirección de cortos y videoclips, y Las aventuras de Tadeo Jones es la traslación de un personaje que nació en un cortometraje hace más de una década. Durante años, he asistido a pases de cortometrajes en infinidad de festivales y me es difícil recordar a un productor de largos como espectador buscando talento.
Y la otra, siendo autocríticos, la escasa fuerza del asociacionismo del mundo del cortometraje. La no existencia de una especie de FAPAE del corto que defendiera ante el ICAA y el gobierno los intereses y la necesidad del sector. Como parece que el cortometraje es un terreno de paso hacia producciones “más elevadas”, nadie se preocupa por cuidarlo. No obstante, la eficacia de la unión lo manifiestan iniciativas como la PNR, que en los noventa jugó un papel importante en potenciar el cortometraje, y que parece que puede volver a tenerlo al recuperar un vocal en las comisiones que conceden las ayudas en el ICAA. A pesar de las tecnologías de la comunicación, tengo la sensación que, en la actualidad, los que hacemos cortometrajes estamos más aislados que nunca. Añoro los tiempos de bonanza económica de los festivales (a pesar de que algunos lo siguen manteniendo, como Huesca entre otros) cuando invitaban a todos los participantes, con premio o no, a coincidir durante unos días en la presentación de sus películas. ¡Incluso pagaban el desplazamiento!. Eso ayudaba a crear un foro rico en intercambio de experiencias.
Y cuáles pueden ser las vías de futuro. Voy a intentar apuntar algunas según mi punto de vista:
Pues como en tantas ocasiones, mirar a los ejemplos que funcionan, por ejemplo Francia, que cuenta con una Agencia Nacional del Cortometraje que vele por el desarrollo del mismo y que exporte también una marca España del cortometraje en los Festivales, embajadas e Institutos Cervantes.
El consolidar los circuitos existentes de festivales pero buscar nuevos públicos en salas, centros culturales, clases, bares o internet.
El seguir desarrollando programas que utilicen el cortometraje como herramienta educativa en valores y el aprendizaje del español en el extranjero. La duración de los cortometrajes es más adecuada para su inclusión en un programa lectivo de una clase que un largometraje que obliga a utilizar dos clases solo para su visionado.
Buscar cierta profesionalización con el pago a todos los participantes en el proceso de producción del cortometraje para acabar con eso de que en los cortometrajes nadie cobra.
Para ello es necesaria una mayor financiación que debería venir de destinar un pequeño porcentaje de la cantidad que la ley del audiovisual obliga a las televisiones públicas y privadas a invertir en la producción de cine europeo. ¿Por qué no pueden las televisiones emplear un 5%, por ejemplo, del monto global que destinan a financiar anticipadamente las obras audiovisuales? Este monto debería ser del 5% de su presupuesto en el caso de las privadas y un 6% de las públicas en el fomento de la cantera del cine y la televisión. En última instancia de su futuro.
Para conseguir esto son fundamentales interlocutores que defiendan el cortometraje en las distintas comisiones del ICAA, tanto en las ayudas, como en las mesas intersectoriales que están trabajando para formular una nueva ley. Lo mismo sería necesario en el caso de la Academia de Cine, que entrega tres Goyas a cortometraje pero no tiene una vocalía del cortometraje.
Y por supuesto, todo esto es imposible si no hay un compromiso que nos una a los que nos dedicamos a hacer cine, a veces largo, otras corto, unas ficción, otras documental o animación, pero siempre cine.
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