Hacer una «videomaquia» sobre Sevilla (y por extensión el Sur y el alma humana), una ciudad que amo y odio a partes iguales con todo mi ser, ha sido una tarea muy difícil. Pura escisión y contradicción interior, rabia y placer de vivir en Sevilla. Pero al caos y a los monstruos conviene mirarlos a los ojos y crecer con ellos. Fundir ese amor-odio en una gran bola de fuego, resistencia y belleza, fue el reto…
Sé villana. La Sevilla del Diablo, es además de una insumisión por sevillanas, un muestrario- rebelión sobre la industria de los fanatismos y un homenaje a la humanidad más «aperreá». A la creación popular, a la fuerza de los débiles, perros verdes, poetas, exiliados, locos, prostitutas… Al pueblo no sólo como cantera de materiales folclóricos si no como auténtico protagonista de la historia y que tiene el poder de detener el tren de la historia.
Para la dialéctica estructura de Sé villana me obsesioné con este pensamiento de Orson Welles: «Todo en mi es una contradicción, como lo es para todo el mundo. Estamos hechos de opuestos; vivimos entre dos polos. Hay un filisteo y un esteta en cada uno de nosotros, y un asesino y un santo. No se reconcilia esos polos opuestos, simplemente se les reconoce».
Y estas palabras de Cernuda: «El sur es un desierto que llora mientras canta». Aquí mientras se llora, se puede reír por dentro, pues la tragedia de vivir y la alegría van unidas, como dos seres hechos el uno para el otro.
Cernuda se identificaba con la afirmación de Baudelaire, acerca de que todo poeta es realmente un exiliado. Él vivió el exilio político y el exilio interior, sin acomodarse nunca a la moral reinante. Y yo humildemente, comulgo con su sentir y el de Machado: «¡Qué bonita está Sevilla, sin los sevillanos».
Una ciudad que venera a un rockero-cofrade como Silvio, asume la dualidad, se ríe de ella y con ella, como hiciera J.S. Bollaín con su cortometraje Sevilla tuvo que ser.
La estructura de Sé villana es de constantes quiebros y contrastes, coces de una de cal y una de arena. Lo popular versus lo oficial, la abundancia frente a la escasez, alegría y pena alternas… Sevilla mutante, mestiza frente a Sevilla disecada, mitificada. Las relaciones de la cultura popular local con otras internacionales como la música pop. La mezcla de la religión, el fanatismo y la fiesta… Reivindico en esta «videomaquia» las pequeñas resistencias populares indomables que cuestionan y desestabilizan el discurso oficial. Mi compromiso es con los rabiosos y nihilistas que saben que la revolución no será televisada.
En la película de García Pelayo, Vivir en Sevilla, uno de los protagonistas comenta: «El folclore siempre ha sido utilizado por el imperialismo». Pero «quieto y parao», en la actualidad el movimiento Flo 6×8 actuando en las sucursales bancarias que nos han llevado al borde del abismo, muestra como afirmaba Nietzsche, la revolución bailando.
En España la música y el baile han sido casi tan importantes como el pan, el cantar nos ha defendido de muchas cosas.
¿Cúal es la verdadera juerga?, es una cuestión recurrente en Sé villana.
Para mí, es ese duende que es la creación popular, algo invisible y gigantesco. No esos cantes livianos para ganar mucho dinero, si no cantes que hieran, que maten. ¡ Ay, si el flamenco matara, otro gallo nos cantara!.
Y ante todo queda la esperanza utópica de Sábato: «El mundo nada puede contra un hombre que canta en la miseria».
Así como el torero ejerce la tauromaquia, yo practico la videomaquia o arte de lidiar y reciclar el detritus audiovisual o excedente de imágenes de nuestra sociedad de consumo, lo que siguiendo con la metáfora taurina también implica, saltarse los derechos de autor a la torera y apostar por la cornada visual. Reivindico la “risastencia”, el empleo crítica del humor de todos los colores y la ironía. El humor carnavalesco donde la risa se concibe como una forma de resistencia popular. La rebelión desde el surrealismo y el esperpento.
Considero la remezcla una herramienta de activación política y generadora de promiscuidad de sentidos. Me interesa agitar los imaginarios, para así transformarnos en seres más críticos, libres y creativos.
Mis intenciones son invitar a reflexionar sobre la extraña mezcla de diversión y tremendismo, de imaginería lúgubre y sensual que nos rodea, operando en el canibalismo iconográfico.
Mi proceso de trabajo comienza con un período de incubación e iluminación, con una obsesiva y exhaustiva labor apropiacionista de documentación, rayana en lo patológico. Seguida de infinitas lecturas, reflexiones, anotaciones y su archivo. Un extraño síndrome de Diógenes (bibliófago y digital) que me empuja a reinventar la vida. Sigue con mucha reflexión, millones de ideas, nuevas conexiones y visiones para crear imaginarios transgresores. No hago guiones al uso, si no estructuras poéticas abiertas, caleidoscópicas, polisémicas, más surrealistas, siempre experimentando.
El proceso es como sobreescribir un palimpsesto infinito.
Mi lema es renovarse o morir. Me interesa crear significados nuevos reinterpretando lo preexistente con estrategias que implican en mi caso la perversión de los códigos (el tremendismo, la parodia y el humor). Mi montaje es de atracciones. Creo cortocircuitos fundamentalmente a través del choque entre secuencias y el uso de diferentes audios como contrapunto. Al final, queda un duro trabajo de postproducción digital.
Es como una droga dura, que te posee durante el trance y te sobrepasa en pos del bicho salvaje-obra, pues mis etapas creativas se retroalimentan y vuelven a comenzar sucesivamente en un tormentoso bucle infinito (¡uy, no veáis lo que me cuesta cerrar un vídeo definitivamente!). En este proceso me encuentro psicológicamente obsesionada, abducida por la pasión creativa y casi no tengo vida personal, sólo trabajo, como si me fuera la vida en ello.
Quizás, mi inseguridad vital y mi bulimia artística me conduzcan a remezclar hasta el infinito nuestros imaginarios.
Me excita estar en tierra de nadie, abriendo fisuras al sistema, rompiendo las reglas del juego. Me siento videoterrorista y defensora a ultranza de la urgente liberalización y la no privatización de nuestra memoria, imaginarios y patrimonio icónico universal (archivos, televisiones, filmotecas, Nodo…).
Una practicante de la vídeo remezcla política y promotora del “fair use” (excepción legal que permite en E.E.U.U. usar materiales bajo circunstancias no lucrativas, con fines investigadores y experimentales). Hackeo iconos de la cultura popular para generar relatos a contracorriente.
Mis “videomaquias” son investigaciones experimentales sin fines comerciales que homenajean a otros creadores. Su intención es artística, didáctica y crítica.
Rastreo vídeos que retan al mensaje dominante y los mitos socioculturales instaurados por los medios de comunicación de masas, transformando los discursos oficiales en versiones “low-cost” de cultura crítica.
Es increíble la inflación que supone la economía de la industria del cine y, nosotros consumimos sus productos (compramos DVDs, vamos al cine, vemos televisión…), financiamos esa economía. Somos accionistas de ella y por qué no vamos entonces a poder reciclar todas sus historias, participar activamente y tomar decisiones. Por ello, elegí para crear, revisitar y homenajear obras ya existentes; hackear los recursos de la gran industria y el infinito iconográfico de nuestra sociedad. Ha llegado el momento de filmar lo que nadie filma y donde nadie filma o de hacer cine sin cámaras.
La ética, credibilidad y practicidad de la SGAE me parecen nulas.
Apuesto por las licencias Creative Commons: “Si te saltas al intermediario, todo es más fácil”.
Mis vídeos pueden verse gratis en Internet en la distribuidora Hamaca, Blogs&Docs, Youtube, vídeoblogs, Márgenes, UNIA, Vimeo…. Creo que el arte ha de expandirse. Además, este es un terreno peliagudo y para mí “la regla de oro es que no hay regla de oro” (Bernard Shaw).
La cuestión candente en la actualidad es la problemática y reformulación de la propiedad intelectual en pos de una cultura más libre, accesible a todos y participativa.
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