El término cortometraje, por más que intentemos evitarlo, siempre resulta problemático porque suena a acomplejado, a raro, a amateur… Siempre me viene a la mente esa pregunta tan cachonda que nos hacían las abuelas en la calle cuando nos encontraban rodando, y que después de decirles lo que era un cortometraje, «una película más corta», te preguntaban aquello de… «¿Y esto cuándo sale?».
En el momento en que arrancamos con esta aventura llamada Marvin&Wayne, hace justo cinco años, nunca imaginamos que nos estábamos metiendo en un universo tan apasionado pero a la vez tan cerrado. Los que vemos cortos somos los que los hacemos, o bien los que tenemos amigos o familia que los hacen. Fuera de la propia ‘industria del corto’ poca gente los conoce. Algo tenemos que cambiar, quizás empezando por el nombre… o no. Realmente lo que deberíamos hacer es valorarlo más nosotros mismos, darle la importancia y el respeto que requiere, no regalándolo, no cediéndolo a la primera de cambio, no aceptando condiciones abusivas, no considerándolo un camino de paso.
¿Y por qué no usar el eslogan de moda, ‘juntos podemos’? En este último año es de celebrar la aparición de la Asociación de la Industria del Cortometraje, así como la reactivación de la Coordinadora del Cortometraje Español y también la colaboración con la PNR. Juntos luchamos para hacernos oír, para estar representados y poder defendernos. Porque si el cine está en peligro, el mal llamado ‘hermano menor’ lo está aún más. Y que, por si aún hay alguien que no se haya dado cuenta, el futuro del cine pasa por el cortometraje.
Desde el momento en que nosotros mismos, directores, productores y distribuidores, empecemos a respetarlo, podremos exigir que la industria nos respete. Y ahí sí, iremos con todo, a muerte, recordando que el corto, además de ser el inicio del cine, también es vanguardia, narrativa y técnica. Es negocio, porque nutre a cientos de empresas de servicios, entre ellas a nosotros mismos. Es regenerador ya que cada año directores, productores, técnicos y actores aportan savia nueva a la industria. Es cultura porque miles de festivales y certámenes viven gracias a nuestros contenidos. Y sobre todo porque el corto es libre, es el cine puro, es la vida. No atiende a presiones ni a compromisos. Desde ese momento podremos exigir también que los productores de este país vean cortos y que conozcan a directores que hace años son reconocidos internacionalmente. O que los políticos dejen de llenarse la boca en galas de clausura eternas y realmente actúen para protegernos.
Si contamos con el apoyo de la industria podremos también llegar a los medios, a la prensa de cine. Aún no entiendo cómo prácticamente siempre se olvidan de los cortos cuando citan los seleccionados en algún festival importante. Los medios son parte fundamental para acceder al gran público, para que se valore, y sobre todo, se eduque a futuros espectadores, no sólo de cortos sino de cine en general. (¡Gracias Cortosfera, sois el altavoz de todos nosotros!). Para que cuando alguien escuche la temida palabra cortometraje no le venga ese pensamiento tan caduco y erróneo de video aburrido, de ejercicio de estudiantes. El éxito de público en los festivales demuestra todo lo contrario. Ahora es el momento de buscar nuevos espectadores y dar un paso firme en la exhibición de cortometrajes, pero para eso necesitamos el apoyo de la industria, los medios y las administraciones.
Después de cinco años en la brecha queremos dar las gracias de corazón a los más de 100 directores que han confiado en nosotros, auténticos guerreros, que aún en momentos como éstos sacrifican todo por una pasión. También agradecer a los productores, supermujeres y superhombres, de los que personalmente tengo verdadera envidia por su tesón y entusiasmo. También a técnicos, actores y programadores (¡que vivan los directores artísticos y los seleccionadores, son ejemplo de rigor y seriedad, ojalá estuvieran en todos los festivales!). Y por último, a compañeros y amigos.
En un momento en el que es tan difícil tener personalidad propia y ser independiente de verdad, quizás no sea tan malo seguir llamándolo cortometraje y darle valor como la joya que realmente es. Quizás sea mejor seguir siendo los ‘raritos’, orgullosamente auténticos, temerarios y, sobre todo, libres.
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