Hace unos días Asier, un joven cineasta que me ayuda con la distribución de Edificio España, me preguntó por mi experiencia en el mundo del cortometraje y, la verdad, al responderle, sentí que mis palabras eran cuanto menos atípicas. Exceptuando dos, todos mis cortometrajes han surgido de situaciones encontradas y de mi inmediata voluntad por querer grabarlas. Casi podría llamarlos breves encuentros con lo real ya que nunca tuvieron un plan de rodaje o una búsqueda de financiación.
Aunque he rodado otros durante mi adolescencia, siempre he considerado mi primer cortometraje un ejercicio llamado filmar-montar (imprescindible ejercicio documental donde vas grabando y montando en cámara) que hice en Barcelona durante mis estudios y en el que registré a un hombre y a su hijo mientras atendían su mercería. Aquel ejercicio terminó por llamarse Fajas y corsés y tuvo una duración final de dos minutos y treinta segundos. No tenía mayor pretensión que ser capaz de construir lo real en imágenes, casi de forma arcaica. Sin embargo, durante la proyección con mis compañeros de clase, me dí cuenta que aquellas imágenes funcionaban y generaban empatía con los espectadores. Un año después, un amigo me habló del Notodofilmfest y decidí presentarlo. Cogí la cinta minidv, capturé el fragmento de dos minutos que había grabado y lo subí a la red. Y para mi sorpresa ganó el premio al mejor documental.
Lo lógico, le decía a Asier, es que después de ese corto hubiera hecho otro pero, sin embargo, y creo que aquí es donde mis trabajos empiezan a ser atípicos, mucho antes de subir el corto al Notodofilmfest, yo ya estaba trabajando en mi primer largometraje Holidays que, si no hubiera sido por Fajas y corsés, hubiera sido mi primer trabajo audiovisual. La película tenía dos partes y la primera, basada en la recopilación de vídeos de turistas durante sus vacaciones, se acababa de completar. Mientras esperaba a que cerráramos la financiación para rodar la segunda parte, se cruzó en mi camino el Edificio España. Durante un año me encerré en esta mole de cemento, con la única experiencia como cineasta que la de haber rodado un corto que ni siquiera se había montado y con la mitad de un largo cuyo trabajo había sido la búsqueda de vídeos de turistas. Sin embargo, ya desde las primeras semanas, me di cuenta de que la experiencia de Fajas y corsés había sido determinante para lo que iba a ser Edificio España. De hecho considero que son películas muy parecidas y que, al final, mi actitud al grabarlas ( soy de la opinión que la actitud marca el estilo) fue muy similar. La dos se basan en la idea de “estar” en un lugar, de convivir en un espacio con las personas que lo trabajan, (dos horas en Fajas y corsés, un año en Edificio España).
Incorporan también mi propia presencia bien cuando me miran a cámara o a través de mis propios movimientos. Incluso la idea de filmar-montar está en la medida en que durante la grabación de Edificio España, nunca veía el material que grababa. Casi podríamos decir que es un filmar montar de cerca de 200 horas.
Mientras seguía hablando con Asier, sentía que mi obra corta y larga era, en realidad, como un caleidoscopio, es decir que crece en múltiples direcciones, pero en cuyo núcleo siempre hay lo mismo: una cámara y breves encuentros con lo real.
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