Las relaciones de pareja son analizadas, una vez más, a través de la personal visión del cortometrajista y documentalista David Martín de Los Santos. Como ya hiciera en 2004 con su archipremiado cortometraje Llévame a otro sitio, el autor nos introduce nuevamente en la intimidad de una pareja de treintañeros con evidentes problemas en su relación. Por causas diferentes, y huyendo esta vez del exceso de dramatismo, éste nos ofrece un veraz retrato de lo que podría ser una pareja cualquiera en la actualidad.
Llévame a otro sitio (2004), de David Martín de los Santos
La cámara nos invita al hogar de Nacho y Sandra; una casa decorada de manera estrafalaria y poco usual para estar ocupada por unos jóvenes. Él parece no tener mucho que hacer durante el día, y ella llega a casa tarde del trabajo. A priori, existe complicidad entre ambos y su relación funciona, pues parecen tener todo lo necesario para ser felices – la casa, el perro y el uno al otro -. Pero lo que comienza siendo una cena íntima al calor de la chimenea, como cualquier otro día en sus vidas, pronto se convertirá en un campo de batalla libre para los reproches y las mentiras. Ella lanza el primer dardo – de manera muy poco sutil -, y nos abre paso a lo que se avecina, asegurándonos que la guerra estará servida antes de los postres. Todas las escenas tienen lugar en el salón; un espacio oscuro, cerrado, testigo de sus intimidades, sus secretos y sus frustraciones. La puesta en escena es sobria pero estudiada al milímetro – la decoración de toda la casa tiene un potente significado -, y las actuaciones más que correctas, creíbles, son fruto de una buena dirección y una cuidada construcción de los personajes. Estamos ante una historia de personajes, como tantas muchas otras, pero aquí se aprecia la manera de explicar el pasado y el futuro de los protagonistas con muy poco: una pareja, un salón y la cena sobre la mesa.
Martín de Los Santos sabe aunar perfectamente dos elementos clave, que podemos ver ya en su filmografía corta, para hablar acerca de temas sociales a través de la mirada y las experiencias de las personas; al fin y al cabo, somos nosotros mismos los primeros afectados por lo que ocurre a nuestro alrededor. Por un lado, el trasfondo social patente en muchas de sus obras; y por otro, esos mismos temas abordados a través de unos personajes afectados. Construidos de manera inteligente y perspicaz, los personajes mantienen conversaciones entre lo cotidiano y lo inhabitual; lo mismo hablan del tiempo que hace, que confiesan sus decisiones más inmediatas.
Temas universales se ponen sobre la mesa – quizá demasiados para ser totalmente desarrollados -: las relaciones de pareja, la maternidad, la amistad y la manera de afrontar la vida para unos jóvenes (que ya no lo son tanto) que tienen poco que perder, pero a la vista poco que ganar. Mañana no es otro día habla de la rutina, la incomunicación y la insatisfacción que viven muchas parejas jóvenes hoy en día, a los que la crisis que vivimos les pone a prueba a diario; para comprobar hasta dónde pueden llegar siendo dos, rastreando entre el amor y el individualismo. ¿Somos de verdad una generación perdida? Esta pregunta ya se la hizo Martín de Los Santos en su documental ¿Generación perdida? (2011) y lo hace otra vez a modo de ficción, sin sentimentalismos ni concesiones. La realidad tal y como es.
Los diálogos son brillantes, con cierto aire socarrón, pero sinceros y directos. Si bien pecan de ser demasiado explicativos, el realizador juega muy bien con el doble sentido, con lo ambiguo, dejándose las respuestas para el final. Bajo su aspecto simple y directo, y a pesar de que hay mucho diálogo entre los dos personajes, lo interesante de este cortometraje reside en lo que no se dice, lo que se lee entre líneas. Ahí es donde David toma el pulso a su historia y demuestra que sabe trabajar la forma y el contenido sin que éste resulte repetitivo, y en última instancia, revelador desde el primer momento.
Por todo esto y por la facilidad con la que nos brinda unos personajes complejos a la vez que comunes, Mañana no es otro día supone una sugestiva propuesta que no se debe dejar escapar, pues el tema es universal, pero su trasfondo es de rabiosa actualidad.
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