Parafraseando a nuestro querido Hilario J. Rodríguez, lo primero que acude a mi mente a la hora de definir Oh Willy… es «cósmico». Un adjetivo que le viene al pelo a este cortometraje en tanto a sus espectaculares valores cinematográficos y artísticos como a la progresión narrativa que va desarrollando, que logra que poco a poco la historia vaya adquiriendo una dimensión cada vez mayor, cada vez más sorprendente, cada vez más impresionante.
Al principio, el espectador cree asistir a una historia en cierto modo convencional en su propuesta narrativa, que no se puede denominar realista en cuanto hablamos de una obra de animación tremendamente estilizada, pero que parece querer jugar en un terreno conocido y estable. Pronto se verá que no es así.
Willy regresa al territorio de su infancia, una comuna naturista donde aún vive su madre, aunque ya por poco tiempo. De hecho Willy, convertido en un adulto retraído, rechoncho y casi calvo, vuelve para despedirse de ella, que agoniza en la cama.
A pesar de haber crecido en el seno de esta comunidad nudista, Willy mantiene sus ropas puestas, soslayando algún trauma o disonancia al que accederemos a través de un flashback que narra un episodio de su niñez, cuando se aventura a abandonar la seguridad de la comuna (su primera experiencia auténticamente propia e individual fuera de la protección materna) para adentrarse en el bosque. Aquí tendrá su primer contacto con los habitantes del mundo exterior que comienza al otro lado de la valla que rodea los terrenos de la comunidad naturista. Por primera vez descubre la vergüenza, la humillación, la crueldad.
Es entonces, apenado tras el funeral de su madre y sumido en la nostalgia de sus recuerdos, el dolor de la pérdida y el miedo en general, cuando el film comienza a despegar, a perder pie en esos terrenos conocidos para cobrar esa dimensión cósmica a la que al principio nos referíamos. Zambulléndose de cabeza en un espacio onírico, Oh Willy se adentra en nuevas reflexiones e imágenes, en un viaje existencialista al origen de los tiempos, a las cavidades más profundas de la maternidad hasta alcanzar un estadio nuevo de existencia, de entendimiento, de aceptación. Un rencontrarse a sí mismo impregnado de belleza y primitivismo. Es al llegar a esta etapa final del camino, cuando, echando la vista atrás, al comienzo de esta historia, el espectador comprende la magnitud y la distancia que ha recorrido junto al adorable Willy en tan sólo 17 minutos y sin la necesidad de recurrir en ningún momento a la palabra para explicar lo que las imágenes ya cuentan por sí mismas.
Emma de Swaef y Marc James Roels rubrican un trabajo espléndido en todos los sentidos. Si hasta ahora nos habíamos centrado en describir la evolución asombrosa de una historia rica, imaginativa y compleja que invita a reflexionar sobre nuestras angustias más primigenias y nos conduce por la senda del autoconocimiento y la propia aceptación (sin que este corto sea en ningún caso un manual de autoayuda), la manera que esto se plasma en un lenguaje audiovisual es arrolladora.
Como adelantaba, Oh Willy… no tiene ningún diálogo. Ni tampoco intertítulos. Ni tampoco precisa de ellos. Las imágenes, los ruidos y la brillante banda sonora son suficientes para transmitir de modo magistral todas las emociones que el corto encierra. La técnica de animación de stop motion empleada llega a cimas extraordinarias de técnica y belleza, así como la labor cinematográfica desplegada. La fotografía y la planificación son una maravilla, de manera que no hay plano ni secuencia que no se instale en el terreno de lo sublime. Un trabajo fotográfico que sabe definir y diferenciar cada parte del relato dándole una personalidad propia, con tonalidades más apagadas y frías en su primer tramo, más cálido en los flashbacks que abordan la infancia de Willy y un tratamiento in crescendo en la fase final que saca al personaje de las tinieblas de la cueva hasta progresar a la luminosidad por encima de las nubes donde termina la película, con toda una suerte de penumbras, neblinas y velos que se van despejando en el camino hacia la revelación absoluta.
Lo mismo se puede decir de una planificación que se enfrenta a las dificultades de trabajar en un mundo de miniatura, desenvolviéndose con un gran dominio técnico. Swaef y Roels logran elaborar el plano adecuado en cada momento, y mención aparte merecen esos travellings concatenados, ejecutados con total precisión de manera que, por momentos, todo el film fluye en un ritmo acorde y acompasado. Y es que Oh Willy… se muestra igual de contundente y metódico, tanto a la hora de exponer los momentos más íntimos de la historia (la llegada de Willy a la comuna, la muerte de su madre), como los instantes más grandilocuentes y resonantes (todo el movimiento final).
También hay que encontrar entre los grandes aciertos de la película la decisión técnica y estética que lo respalda. Oh Willy… es, como dijimos, una obra de animación en stop motion, donde todos los personajes y la mayor parte de los decorados han sido elaborados en fieltro. No vamos a ahondar en las ingentes horas de trabajo que ha llevado esta tarea de construcción, pero sí en lo logrado de sus personajes, en la calidez que transmite esa aterciopelada textura que los animadores han sabido transmutar en corporeidad pura (basta sólo con apreciar el mimo y detalle con que se ha confeccionado cada personaje, cada escenario), en el puntilloso y mimado trabajo que se preocupa por dotar de movimiento a la piel de los muñecos, en quienes vemos erizarse el vello u ondular el pelo ante la ráfaga de aire generada por un ventilador.
Este gran esfuerzo busca y consigue conferir humanidad y vitalidad a todo el contexto, algo que de alguna manera se acomoda también a las pretensiones metafísicas de un film más rotundamente emocionante que muchas otras películas protagonizadas por personajes de carne y hueso. Tal vez a alguien le pueda parecer preciosista en exceso, muy clásico en su propuesta, e incluso demasiado ambicioso y grandilocuente. Creo que en todo caso estas decisiones forman parte sustancial de una propuesta que busca transcender esas cuestiones, que quiere despegarse de la Tierra para bucear en lo maravilloso y terrorífico de la existencia del hombre. Oh Willy… es una película que aspira a reflexiones elevadas, y no tiene miedo de ello; en buena parte porque, como su personaje, propicia una búsqueda más allá de los miedos y los complejos.
Emma de Swaef se consagra con Oh Willy… como una de las grandes promesas de la animación europea, confirmando el buen hacer y el poder visual y narrativo que ya dejó entrever en su anterior cortometraje, Shacte planten, trabajo de graduación con el que concluyó sus estudios y que le valió el Premio del Jurado Anima 2008 y el Primer Premio de la Competición de Escuelas en el HAFF 2009, entre otras distinciones.
O Willy… colecciona aún más méritos. Estrenado dentro del Festival de Clermont Ferrand de 2012, la cinta ha logrado numerosos premios internacionales (para la relación completa, visitad la página de Emma Swaef), entre ellos el Hugo de Plata al Mejor Corto Animado el Festival Internacional de Cine de Chicago, el Gran Premio en el HAFF 2012, en Animania de Serbia, en Lille, en los Animated Encountres y en el Animafest de Zagreb (también aquí Premio del Público); Mejor Cortometraje Animado en el Festival de Cortos de Bruselas, en el Open Cinema de San Petersburgo, en el AFI Fest de Los Ángeles, en Tirana; ganador del Cartoo D’Or 2012; Premio del Público en la pasada edición de L’Alternativa y Cálgary (también premio Best of the Fest), Mención Especial del Jurado en Alcine 2012, Gran Premio en los Filmets de Badalona, Premio Cine Club Fan en Zinebi… como decíamos, una lista interminable que crece semana tras semana. En las próximas semanas Oh Willy… también se proyectará en Ljubeljana, Iron Mule (Nueva York), Japón, Noruega, Turquía y el afamado Festival de Sundance.
Para finalizar la revisión de uno de los cortos más destacados del año, y una de las piezas más espectaculares que nos ha brindado la animación europea contemporánea, nada mejor que una breve presentación de Oh Willy… por parte de su principal creadora, la directora Emma de Swaef. Una breve entrevista realizada dentro del marco del My French Film Festival realizada en francés y que cuenta con subtítulos en inglés.
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