La última edición de la entrega de los Premios Goya, cuando menos, legó una imagen para la posteridad (no sólo la de esa pareja inenarrable formada por Terele Pávez y Jorge Sanz): la del Presidente de la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas de España, D. Enrique González Macho, que se refirió en su discurso a la importancia de la producción española de cortometrajes; y habló de ello con amplitud y en muchos sentidos cargado de razón. Hizo especial hincapié en reclamar la puesta en valor del cortometraje español en virtud del gran número de obras realizadas, de su buena calidad y de los triunfos cosechados dentro y fuera de nuestras fronteras, muy a pesar de las dificultades que los cortometrajistas encuentran a la hora de difundirlas. Recalcó la tremenda importancia de apostar no sólo por la producción de cortometrajes de cuño español, sino que reclamó además un mayor apoyo en la promoción y distribución de las mismas, señalando el enorme esfuerzo que hacen sus responsables para hacer llegar sus trabajos al público general, y también a los profesionales.
No podemos más que estar de acuerdo con esta idea. Sin una política clara de difusión y reconocimiento del cortometraje, los esfuerzos destinados a promover su producción se quedan huérfanos a pie de meta, una vez que las películas están terminadas, y su potencial de conquistar al espectador y de descubrirle una amplísima cantidad y variedad de talentos, estilos, temáticas y puntos de vista que posee la cinematografía española, se diluye.
Es de justicia agradecer, por tanto, al señor González Macho su iniciativa y su indiscutiblemente buena disposición hacia el sector. Sin embargo, no tenemos más remedio que incidir e insistir en lo que consideramos un tratamiento paternalista hacia el cortometraje por parte de la Academia (y que desgraciadamente se extiende también mucho más allá de ella). Un par de apostillas al respecto de lo sucedido en la Ceremonia de entrega de los Premios Goya de 2015:
1) La como mínimo pintoresca idea de colocar a los nominados de cortometraje en unas sillas sobre el escenario. Imaginamos que la Academia lo hizo con la intención de particularizar el mundo del corto y de darle un mayor protagonismo a todos los nominados, y no únicamente al ganador, pero lo cierto es que la imagen recordaba no poco a una entrega de diplomas de redacciones sobre la primavera, y esto le resta un poco de confianza al discurso. También suponemos que en esta decisión de puesta en escena influyó el salvaguardar el sacrosanto ritmo televisivo; aunque en este sentido, el ahorro de tiempo no se hizo notar en el resultado general. Ya puestos a ahorrar, podrían haberle quitado a Miguel Poveda un tema (o los dos).
2) En su alocución, el presidente González Macho se refirió a los cortometrajes como ‘el futuro del cine’, y por ello, un valor a cultivar y mantener. A renglón seguido, el ganador del Goya al Cortometraje de Animación, Giovanni Maccelli, aprovechó su discurso para replicarle, con muy buen tino, que ellos (los cortometrajistas) no eran el futuro del cine, sino el presente. Recaemos una vez más en la idea de que el cortometrajista es un cineasta en ciernes, un joven que se entrena para hacer largometrajes, y que sus obras por ello, y porque son más breves, son menores.
Por favor, basta ya de ciertos tópicos e ideas recibidas: ni los cortometrajistas son necesariamente ni nuevos ni jóvenes valores, ni los cortos tienen por qué ser una carta de presentación para hacer largos, ni son el futuro (los niños también deben estar hartos de la dichosa frasecita), ni, bajo ningún concepto, el cortometraje y el mediometraje son los hermanos menores del largo. Si queremos que la sociedad lo entienda así, es necesario hacer más coherente el discurso oficial y su puesta en escena. El señor González Macho agradeció la presencia de los embajadores de los EE.UU de América y Francia (entre otros), poniendo a sus países como ejemplos de modelos cinematográficos sostenibles y motivo de orgullo para sus ciudadanos. No creemos que este año los Oscar y los Cesar planeen colocar a los cortometrajistas en sillas sobre el escenario. También en esto son hábiles a la hora de situar al cortometraje y sus artífices a la misma altura que los demás nominados.
Aún con todo, se agradece la intención y confiamos que su discurso se proyecte en nuevas y mejores disposiciones para el cortometraje español.
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