Hoy nos lanzamos con un tema serio, que nos preocupa desde hace años y ahora nos parece muy buen momento para debatir. Leerlo son 3 minutos, arreglarlo llevará un poco más de tiempo.
En los últimos años ha aumentado enormemente el número de muestras y exhibiciones especiales de cortometrajes (más allá de las competiciones en festivales). A veces son los propios festivales que, o bien incluyen los cortos en secciones paralelas, o bien realizan tournée por diferentes lugares durante gran parte del año. En otros casos, son espacios los que programan cortometrajes de forma más o menos regular (centros culturales, y cada vez más, lugares comerciales: cines, bares, hoteles, etc). En la gran mayoría de los casos no se aporta ninguna compensación económica por cada proyección. A veces se ofrece un premio, pero que ni repartiendo entre todos sería equitativo al número de pases y cortos proyectados.
A esto se añade que últimamente han empezado a surgir festivales patrocinados, organizados por grandes marcas, medios de comunicación, entidades públicas o sin ánimo de lucro, con el fin de quedarse con los derechos de muchos cortos y luego poder usarlos (ya sea con propósitos comerciales directos o para promocionar su propia imagen y objetivos).
Mientras tanto, las inscripciones a los festivales aumentan año tras año hasta un punto casi imposible. Y cada vez más, muchos de ellos cobran entry fees. En algunos las dotaciones de premios se reducen o incluso desaparecen. Por otro lado, surgen más plataformas de inscripción. Éstas han facilitado el trabajo pero también han promovido dicha masificación; la mayoría además cobran al cineasta, y no al festival, o bien se llevan porcentajes de los fees. Y luego estamos las distribuidoras, que más que ofrecer rentabilidad por los cortos, nos dedicamos a cobrar también por gestionar su ruta en festivales.
Queda bien claro que es siempre el cineasta quien mantiene todo el negocio.
En el momento de más movimiento de cortometrajes de la historia, cuando parece que está de moda, con más festivales, más público, más distribuidoras, más eventos alrededor del formato, más exposición mediática, más éxitos internacionales… la rentabilización de los trabajos continúa siendo igual o más reducida que antes. Con el añadido de que las ayudas públicas a la producción cada vez son más escasas.
Debido a esa congestión en los festivales y a la progresiva reducción de las compras en TV’s, nos parece urgente establecer nuevas vías de exhibición. Y aquí viene el problema… Es imposible pensar en un circuito de exhibición alternativo (y justo para los creadores) debido a que muchos espacios pueden contar con las películas de forma gratuita.
El éxito del formato nos indica que es el momento de parar esta situación, o al menos de reflexionar sobre este grave problema. Igual que a cualquiera nos escandaliza cuando una empresa ofrece trabajo no remunerado, nos tiene que ofender también la cesión y proyección de películas gratuitamente, porque el exhibidor al final tiene un beneficio, económico o de visibilidad, que viene a ser lo mismo. Ya no vale pensar que es una forma de promoción, el corto ya tiene suficiente promoción con los festivales, usémosla! Quizás para un largometraje, que puede aspirar a una carrera comercial, sí interese esa exposición mediática gratuita, pero un cortometraje no tiene muchas más oportunidades donde recuperar la inversión.
Si no buscamos soluciones a este asunto el formato continuará viéndose eternamente como algo indigno, algo con lo que todos se pueden lucrar menos los que realmente han peleado por sacarlo adelante. Algo para dar el famoso ‘salto al largo’ y huir despavorido. A nosotros la verdad es que ya no nos apetece fomentar todo eso.
Nos haría muy felices generar un poco de debate al respecto, entre todas las partes, aquí mismo, o tomando unas cervezas. Va, hablen ustedes.
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