El 21 de Diciembre, Europa, y esperemos que poco a poco todo el planeta (al menos en el hemisferio norte), celebra El Día Más Corto, una jornada de celebración y reivindicación del cortometraje como obra artística y cultural por derecho propio. En una agenda mundial, con tanta plaga de días de… puede parecer que una iniciativa como esta es un brindis al sol o un capricho concedido a los que trabajan el cine de duraciones reducidas. Nada más lejos de la realidad; El Día Más Corto es importante y necesario para recordar una vez más de qué hablamos cuando hablamos de cortometraje, porque aún quedan muchísimas esferas de la sociedad, la política y la cultura (sobre todo esa mal llamada gran cultura) con los criterios pervertidos.
Cortosfera no puede, ni debe, resistirse a participar en una celebración como esta, convencidos como estamos de que el cortometraje no es el futuro, ni el pasado, ni el presente del cine: es cine, y punto. Por eso, hemos querido compartir en este día una pieza reivindicativa, un material documental que invita, incita y excita el debate sobre la naturaleza del cortometraje, la situación de sus creadores y el papel que juega dentro de lo que llamaremos mix audiovisual, parafraseando a las compañías eléctricas. Esta es la pieza, disfrútenla con atención y sin prejuicios; abran a pleno pulmón su capacidad de asombro:
Se nos olvidó advertir que la pieza está en galego y sin subtítulos, pero en lo esencial creemos que un hispanohablante la puede comprender. Esta obra audiovisual, fragmento de una obra mucho mayor que podría titularse Una xornada calquera na Xunta, consta de tres planos, aunque la base es la larga toma central, plano medio fijo, que muestra el recitado del señor Alfonso Sánchez Izquierdo, que en 2009 fue designado por el presidente de la Xunta de Galicia, Alberto Núñez Feijóo, para dirigir la Compañía de Radio Televisión de Galicia (CRTVG). Para terminar de definir el contexto, añadiremos que Sánchez Izquierdo responde a la consulta de la diputada de BNG Ana Belén Pontón, que pregunta por la razón por la que el ente público gallego rechaza pagar a los cortometrajistas por la difusión de sus obras en su canal (después de haber visto reducida además la presencia de cortometrajes en la programación).
I
Vayamos ahora ya a la cuestión de fondo. Hemos querido recoger este testimonio de Sánchez Izquierdo no tanto por su singularidad y excepcionalidad, estadísticamente hablando, como por la capacidad de síntesis de los prejuicios, opiniones minusvaloradoras, estereotipos reduccionistas y estrechez de miras hacia el sector audiovisual en general y del cortometraje en particular que expone. Lo peor es que las opiniones aquí vertidas no son un arrebato de originalidad excéntrica por parte de Sánchez Izquierdo, sino que forman parte del ideario de numerosos políticos y gestores culturales, y tal vez del de parte de la sociedad.
Y no es que desde una publicación especializada como es esta queramos enmendar la plana a todo un profesional del periodismo y la comunicación, capacitado por su gobierno para desde hace un tiempo dirigir la estrategia audiovisual del ente público gallego, pero al menos sus opiniones nos movilizan a dar una respuesta.
De entrada, nos decepciona que el señor Sánchez Izquierdo desconozca qué es el Observatorio Audiovisual de Galicia. Estar al frente de una institución como la suya debería servirle para vivir en la actualidad inmediata que le rodea, pues está integrado por empresas, profesionales, colectivos y creadores que a la postre facilitan algunos contenidos a la TVG. Y tampoco es que la creación de este Observatorio haya sido una confabulación de catacumbas o trastiendas de festivales. Pero peor que desconocerlo es, por este motivo, deslegitimizarlo por haber sido impulsado fuera de los márgenes del marco institucional, pues de la declaración de Sánchez Izquierdo parece desprenderse que todo lo que nazca y crezca fuera de las estructuras oficiales o al menos instauradas no lo considera profesional.
II
El tema de la profesionalidad es la cuestión espinosa latente en todo su discurso, al defender que los cortometrajistas, por no ser profesionales, no merecen recibir una retribución económica por su trabajo cuando este sea emitido por TVG. Este es el corazón del debate. En primer lugar, porque Sánchez Izquierdo desliga la profesionalidad de la capacidad, los conocimientos y el talento, al vincularla únicamente a la función económica y a las posibilidades de subsistencia que los creadores tendrían a partir de su obra. Este es un grave prejuicio, ya que siendo él uno de los responsables de autorizar y cuantificar la remuneración de un cineasta por la emisión de su obra, la niega, con lo que esta supuesta vía de alcanzar la profesionalizacion se cierra desde su propia instancia. Ofrece por contrapartida la oportunidad a los cortometrajistas gallegos de emitir sus obras en su tele de forma gratuita a cambio de la promoción que de la emisión se derive; parece que estamos más ante una obra de caridad de TVG que ante la labor de un medio de comunicación audiovisual público y profesional.
Este pensamiento, que no es propiedad exclusiva de Sánchez Izquierdo, es simplemente un insulto. Él quiere comparar a los cineastas con otros artistas a los que la TVG da difusión de su obra como manera de promoción, pero la comparación no es equitativa. Cuando se emiten por televisión imágenes de una exposición, el fragmento de una actuación o un reportaje sobre un artista no se está ofreciendo su obra íntegra. Se difunden sólo algunos fragmentos a nivel informativo que procuran motivar al espectador a acudir adonde esta se exhibe para que la disfrute al completo. Emitir un cortometraje gratuitamente por televisión no es promocionar una obra, es ofrecerla íntegra para que el espectador la disfrute a través de este medio. No sólo eso, es también cubrir un espacio de contenido con un material que la cadena no ha producido y que no quiere pagar, y que cuantificado supone varios miles de euros (muchos) y el esfuerzo de todo un equipo de personas, por no hablar de su talento. Que alguna o todas estas personas no hayan recibido una compensación económica a cambio no es asunto de la cadena que lo emita, es una cuestión propia de los responsables de la producción. Estamos convencidos de que si hubiera algún retorno en este sentido por parte de quienes emiten, difunden o exhiben los cortometrajes se sentarían las bases para que los participantes en la obra fueran remunerados, alcanzando así el estatus de profesional que Sánchez Izquierdo maneja. Tal vez sea preciso recordar que muchos de los que trabajan en un cortometraje de manera gratuita, cobran cuando participan en otro tipo de producciones, y por tanto podría considerárseles profesionales.
Siguiendo esta lógica, muchas obras audiovisuales no deberían ser retribuidas, en cuanto a que muchos de sus participantes no cobran por ello. Se podría sugerir entonces que los largometrajes más modestos, aquellos que capitalizan los salarios, o parten sin presupuesto, o que se hacen de forma cooperativa, o directamente a modo de francotiradores, no deberían tampoco ser remunerados al ser emitidos en TVG. Por otro lado, la mayor parte de los integrantes de los grupos musicales españoles no pueden vivir de su actividad musical. Tal vez no habría que pagarles por sus actuaciones, ya que no son profesionales en toda regla. Ya puestos, podría Sánchez Izquierdo, al que se le supone buen conocedor del ámbito de la prensa escrita, sugerir que los periódicos y agencias despidieran a los periodistas y recurriesen a blogueros, que no son profesionales, para cubrir las noticias y abaratar costes. Pues en el fondo, repetimos, se identifica en su planteamiento la profesionalidad con la subsistencia, no con la capacidad, la formación, la especialización, la dedicación o el talento; y desde este punto de vista la diletancia no justifica ningún pago por sus servicios y materiales.
III
Por último, nos remitiremos una vez más al gran y más frecuente prejuicio con respecto al cortometraje, del que se hace también eco nuestro protagonista. Sánchez Izquierdo se refiere al corto como una etapa previa, de aprendizaje, para acceder al largo o a las series de televisión, y por ello TVG no debería pagar por difundir esta fase meritoria. Lo diremos una vez más: el corto no es un becariado, y mientras así lo entiendan nuestros políticos y gestores culturales, mal vamos. Otras cinematografías son capaces de entender que se pueden facturar piezas de menos de una hora con la misma calidad e interés que otro formato artístico, e incluso que se puede llegar a alcanzar cierta estabilidad económica con estas piezas y a ser reconocido como un cineasta de prestigio internacional basando su carrera en obras de corto metraje. Son numerosas las productoras, realizadores, distribuidoras y empresas de servicios cinematográficos que basan buena parte de (o todos) sus ingresos anuales en el cortometraje. Incluso en España, señor Sánchez Izquierdo. Y si su actitud y de los que piensan como usted fuera otra, serían muchos más. No olvide que si su comunidad puede presumir a nivel internacional de una identidad cinematográfica propia es porque hay creadores que hacen obras de calidad sin preocuparse por su duración. Se preocupan más sin embargo por no tener el mismo acomodo en TVG (o en TVE, o en cualquier otro canal) que otros formatos audiovisuales que por algún motivo ustedes prefieren, y que puede que gocen de mayor rango de profesionalidad según sus términos, pero no necesariamente de calidad.
Pongan los medios necesarios para que estas piezas lleguen al ciudadano, reconozcan el valor de estas obras artísticas, fomenten la educación y la riqueza audiovisual de sus espectadores, respeten a sus creadores y hagan en sí mismos la reflexión sobre lo que significa la profesionalidad y la remuneración en un trabajo.
- Nota: Todos los protagonistas y técnicos de la pieza Sánchez Izquierdo despreza aos creadores de curtas, afirmando que non son profesionais han sido remunerados por su participación en la misma.
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