CONTRAFOBIAS
La media vuelta es, claramente, mi cortometraje contrafóbico. Este concepto lo aprendí de mi buen amigo Elías León Siminiani quien, en una de sus ilustrativas charlas privadas sobre eneagramas y tipos caracteriales, me ponía el ejemplo de gente que tiene vértigo y se dedica al alpinismo o de otros que, precisamente por tener pánico al fuego, hicieron oposiciones al cuerpo de bomberos. Pues bien, con este trabajo podríamos decir que, de algún modo, trabajé de forma parecida a como lo hacen estas personas contrafóbicas. Fui, punto por punto, atentando (o, al menos, intentándolo) contra mis principios cinematográficos, acercándome a terrenos por los que sentía una cierta fobia, me generaban miedo o, directamente, rechazo.
- Se acabaron los mecanos.
Desde que comencé a rodar mis primeros trabajos me he dedicado a defender a capa y espada la idoneidad del formato corto como campo para la experimentación narrativa y formal: ¿qué pasaría si contamos una historia sólo a través de contestadores automáticos?, ¿es posible hablar del cine y la muerte en una película de found-footage sin tener que recurrir a lo real?, ¿qué pasaría al plantear la relación de una pareja como si se tratase de un organismo enfermo?, ¿qué pasaría al retratar el drama personal de una chica a través de un único fragmento, sin intervenir, de su webcam?, ¿qué ocurre si reducimos una película de 240 minutos a tan sólo 11? Con La media vuelta, llegaba, por fin, el momento de hacer un corto “normal”, un corto que plantease su historia usando los recursos narrativos de toda la vida.
- Los actores no son tus amigos.
Casi siempre he rodado con actores conocidos. Y no me refiero a famosos, a conocidos por el público, sino por mí: amigos, compañeros, etc. Gente con la que tenía trato previo y algún tipo de afinidad. A algunos incluso los escogí sin verlos actuar. ¿Qué mejor opción, pues, que la de recurrir en este caso a actores de fuera de mi órbita? Actores, por otro lado, como Ana Labordeta o Pedro Casablanc conocidos para el público. Y, ya puestos, para rematar la faena, ¿por qué no incluir en el reparto no ya a una actriz, sino directamente un mito de nuestro cine? Antes de darme tiempo a responder ya estaba hablando con la representante de Charo López.
- La traición del découpage.
Siempre he procurado rodar en plano secuencia. Todos mis trabajos están planteados en base a largos planos (Room ostenta el récord, siendo todo el corto un único plano de 18 minutos). No sé si es por la saturación de montaje que arrastro de mi propia rutina laboral o por la inseguridad que me genera planificar una secuencia, siempre tiendo a explotar el tiempo real y a tratar de buscar una única manera de contar lo que ocurre en la secuencia, como si no pudiese haber otra, como si esa fuese la mejor y, por compromiso con ella, no tuviese sentido cubrirme o darme siquiera opciones para editarla de otra manera. Con La media vuelta me propuse no sólo fragmentar las acciones sino, además, rodar algún plano-contraplano (algo que, después de tres cortos de ficción previos, no había hecho nunca y que se había convertido en una suerte de “running gag” con los amigos). A decir verdad, tampoco me apliqué mucho en esto, pero algo hay: algún corte que otro en la galería o en el karaoke.
Pues bien, con estos tres planteamientos contrafóbicos y la premisa de que en alguna secuencia tendría que llover, me puse manos a la obra para construir el guión y la puesta en escena del corto. Lo más duro fue, quizás, lo de no poder jugar con la forma. De ahí que hiciese la pequeña trampa de desplazar la vocación experimental a la propia historia en sí: la contaría usando los recursos de toda la vida, sí, pero… ¿qué pasaría si redujésemos el argumento a un mínimo microscópico, con unos personajes que apenas sabemos quiénes son y que de lo poco que dicen no hay certeza que sea verdad o mentira? ¿qué pasaría si, en vez de cerrar la historia al final, la abrimos a otro sitio inesperado y que, más que resolver, proyecta todo lo visto hacia otro sitio sin definir? ¿pensará la gente que un personaje sentado en el despacho de un médico tiene una simple gripe o que padece un cáncer terminal si nosotros no decimos qué le ocurre? Preguntas, siempre preguntas… y pocas respuestas.
Así que con el equipaje de las premisas contrafóbicas y estos interrogantes tramposos sacados de la manga trabajé con mi equipo en llegar hasta el resultado de lo que es finalmente La media vuelta: un viaje de enorme aprendizaje sin el que no podría jamás entender que mi primera película la haya hecho como finalmente la he hecho: íntegramente en planos secuencia, sin un solo plano contraplano, con mi amiga Marian Álvarez de protagonista y la premisa formal de no abandonar al personaje ni un solo instante de todo el metraje.
Foto: Verónica Baldallo
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