A nadie se le escapa que el Festival de Málaga. Cine Español es un punto de referencia obligado en el marco de los festivales españoles. El certamen mantiene incluso cierto prestigio en el ámbito del cortometraje y buena parte de los cortometrajistas consideran que la selección de su obra en Málaga supone un triunfo profesional. Desafortunadamente, año tras año comprobamos que ese prestigio tiene los pies de barro, ya que las virtudes del certamen, que indudablemente las tiene, se ven abiertamente superadas por defectos que corren el riesgo de convertirse en endémicos.
A la sombra del fotocol
David Pantaleón, director y productor de La pasión de Judas, cortometraje presente en la Sección Oficial, es breve pero preciso: desatención y falta de cuidado. Pablo Menéndez, responsable de Marvin&Wayne, distribuidora de los dos cortometrajes ganadores de los premios mayores, Tryouts y Sequence, hace un buen resumen de la situación: No es la sensación de que estás en el festival más importante dedicado al cine español. Para el festival los cortometrajes prácticamente no existen. La prueba es que durante los 7 días de festival no ha habido ni una sola mención a los cortos en los medios oficiales del festival, se proyectan en una sede separados de todas las demás secciones, y los premios a los cortos de Sección Oficial no se entregan en la gala de la Sección Oficial.
Estas declaraciones revelan la que es, con toda probabilidad, la carencia más notoria del Festival de Málaga, a la que nos permitimos llamar El síndrome de la alfombra roja. Esto es, una preocupación excesiva y desproporcionada por el relumbrón mediático que traen consigo los nombres más populares relacionados casi en exclusiva con el largometraje de ficción y las series de televisión, y que se traduce en una discriminación de corte clasista hacia los otros formatos, los otros géneros, los otros cines, los otros invitados. Y este es un error imperdonable que termina por afear la pretensión del certamen de ser uno de los principales escaparates de la industria audiovisual española y donde los representantes más institucionales del sector celebran sonoras ruedas de prensa pidiendo un mayor respeto y espacio para las producciones nacionales. No deja de ser curioso.
Para Menéndez, todo lo que se escapa de la alfombra roja no tiene prácticamente repercusión. No me parece mal que así sea, para mí no es el modelo de festival que me gusta, pero cada festival se posiciona como quiere o como puede. Lo que no me parece bien es que recibiendo tantas ayudas como recibe, estando el ICAA en su Patronato, no se cuiden, por poco que sea, las secciones de documental y cortometrajes, cuando además son justo los dos campos que más éxitos internacionales nos están dando. Pantaleón piensa que hay que tontear menos con el «fotocol» y la alfombra y cuidar un poco más el generar debate y puntos de encuentro.
Proyecciones de segunda división, trato de segunda B
La sede donde se proyectan los cortos es una sala de conferencias, y esto no es lo que uno espera de un festival como Málaga. afirma Pablo Menéndez. Sería fantástico que volvieran al cine Albéniz, junto con el resto de películas, tal y como había sido hasta hace pocos años. Por su parte, Pantaleón opina que la calidad de las proyecciones es aceptable, se ve y se oye bien. Las sesiones son un poco largas (120´aprox), un poco tarde (22:00) y no dejan margen a un posible debate en sala con los espectadores. La ubicación es cercana al epicentro del festival, pero no deja de ser una sala de conferencias con sus banderas y su mesa de ponencias justo delante de la pantalla. Detalles nuevamente que no contribuyen a dignificar al formato corto, ya que se le da de nuevo una imagen de hermano segundón, incluido dentro del programa más por motivos de estética y política institucional, que como resultado de un compromiso real hacia la principal cantera del cine español. En este sentido, recordamos que festivales como Sitges, San Sebastián, Gijón o Valladolid, con mayor o menor presencia del corto y el mediometraje dentro de sus programaciones, demuestran una mayor consideración hacia estas obras, tratándolas con toda la dignidad.
Defectos que se reproducen también con respecto a la cobertura mediática que estos trabajos reciben en Málaga. Pantaleón lo tiene claro al hablar de su pieza: Por parte del gabinete de prensa del festival ninguna cobertura. Poco más generoso resulta Menéndez: Mínima. Cuando es el propio festival quien tarda cuatro días en publicar en su página web el palmarés de cortometrajes (y eso porque les avisamos) no se puede esperar mucha cobertura.
También es gravosa la atención a los invitados que no gozan de los estándares de popularidad que Málaga prefiere. Pantaleón piensa que es desproporcionado el impacto mediático que tiene el festival y la poca atención que recibe el cortometrajista. Desproporción y desatención que, al parecer, se extendían a toda persona que no firmara un largometraje, como ocurrió con María Cañas, la directora del muy respetado mediometraje Sé villana. La Sevilla del diablo, incluida en Sesión Especial de Documental. Programaron fuera de concurso mi película y no me ofrecieron ni una sola noche de hotel. Yo les pregunté y pedí al menos eso, y me largaron alegando falta de presupuesto. Lo siento abusivo con el pedazo de presupuesto que tienen, el mayor de Andalucía. A festivales de cine que cuentan con un gran presupuesto, pero no te ofrecen ni una noche de hotel, yo no voy. Siento abusivo este trato hacia el cine pobre popular y s@s creador@s. Ya está bien de generarles contenidos “monitos de feria” y de que nos tomen el pelo, solo apoyando el falso glamour de alta costura y explotando a ese otro cine que resiste precario e indomable.
Palmarés de lujo
El palmarés, incluso el de cortometrajes, refleja coherentemente el modelo de festival que Málaga defiende. Los premios de interpretación han ido a parar a figuras como Natalia Mateo, Luis Bermejo u Óscar Ladoire. No se trata de cuestionar el mayor o menor merecimiento de estos premios, pero parece que la balanza se inclina hacia intérpretes sobradamente conocidos, con escaso margen para apostar por nuevos valores. Lo que sumado a lo anterior no deja de proyectar una gruesa sombra de sospecha, que sin duda no se merecen profesionales de la talla de los mencionados, quienes no necesitan nada de esta instrumentalización para reafirmar su talento. En cuanto al Jurado de la Sección Oficial de Cortometraje, hay un Jurado de Sección Oficial y unos cortometrajes de Sección Oficial. ¿Quién pensarías que es el Jurado? Pues no, el de la Sección Oficial no es, comenta Pantaleón. Menéndez también expresa sus dudas: Es extraño; en ningún lugar se detalla quién es el Jurado. Realmente es el de Zonazine, pero no queda claro en ningún sitio, ya que los cortos pertenecen a la Sección Oficial y no a Zonazine.
Llama además la atención que el Premio del Público dentro de la Sección Oficial de Cortometrajes haya recaído, por segundo año consecutivo, en un cortometraje malagueño. Y más llamativo es aún que el otro Premio del Público para un cortometraje, el de la sección Animazine, también haya ido a parar a una producción malagueña. Una vez más no se trata de discutir la mayor o menor calidad de los cortos ganadores, pero a estas alturas ya es patente que este tipo de localismos restan prestigio y credibilidad al Festival. Es evidente que un certamen nunca debe hacerse a espaldas de la tierra en la que se celebra, pero también lo es que siempre ha de procurarse un equilibrio entre lo local y lo nacional, equilibrio que aquí brilla por su ausencia. Dicha actitud, creemos, es achacable al público malagueño por dejarse llevar por un orgullo local mal entendido, pero también al Festival por alentarlo.
El prestigio también es una cuestión de rigor
Pablo Menéndez apuntaba antes que cada festival está facultado para llevar la línea que desee, pero Málaga no es un festival más: es, o pretende ser, el Festival de Cine Español por antonomasia. Se supone que debe representar la riqueza de posibilidades y propuestas que puede llegar a ofrecer el cine español, y evidentemente tiene a su cargo una responsabilidad que, hoy por hoy, está desatendiendo seriamente. Máxime cuando, en efecto, forma parte del mismo Patronato al que pertenecen Huelva y San Sebastián, donde la presencia estatal es mucho más notable. Así pues, su responsabilidad no es local, sino nacional.
Pantaleón desea comentar, eso sí, algunas cosas buenas: La afluencia de público a las proyecciones, la ciudad y, ya en un tono más distendido, ver alejarse el festival mientras escapas en tren dirección a El Chorro. Sería muy injusto achacar la responsabilidad de los hechos a los responsables de Cortometraje del certamen, Ramón Reina y Alejandro Alvarado, ya que todos los interpelados coinciden en el empeño y la consideración de ambos para que los cortometrajistas recibieran la mejor atención posible. Más bien parece que la decisión de arrinconar el cortometraje proviene de la propia Dirección del Festival.
El Festival y todo su Patronato, incluido el ICAA, debería tomar nota, propone Menéndez. Ya que se están eliminando o recortando ayudas públicas a las películas, hay que empezar a pensar que el dinero que se da a los festivales revierta también en las películas; sin películas un festival no es nada. Y creo que ahora más que nunca la industria debería darse cuenta de lo importante que es proteger el cortometraje, respetarlo y valorarlo, porque de ahí van a venir, sí o sí, nuestros éxitos futuros en el largometraje. No hay más que echar la vista atrás para comprobarlo. No puede ser posible que un festival, que además es el punto de encuentro de la industria del cine en España, no lo vea así.
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