Competición Experimental: invocando a los clásicos
Vila do Conde fue punto de encuentro para algunos de los mejores films experimentales que han podido verse a lo largo de la temporada. Fue un placer ver reunidas en una misma selección gemas como la excepcional Wishing well, la turbadora Silica, o esa ingeniosa propuesta abstracta que es Imperial Valley, aunque ninguna de ellas obtuviera premio alguno.
Del mismo modo, la sección albergó los últimos trabajos de algunas vacas sagradas del experimental de siempre. Sin ir más lejos, el premio al Mejor Corto de esta Sección fue para uno de los grandes del experimental norteamericano, Morgan Fisher. Su última y premiada obra, Another Movie (EEUU), despedía aroma a experimento clásico, lo cual no le restaba novedad ni audacia.

Another movie, de Morgan Fisher
Another Movie es el homenaje y la respuesta de Fisher a un título imperecedero del cine experimental: A Movie (1958) de Bruce Conner, una de las piezas seminales del ‘underground’. En ella Conner proponía un revolucionario montaje de ‘found footage’ con imágenes documentales de destrucción, emociones fuertes, fusilamientos, muertes, que alternaba con la música triunfal de ‘Pinos de Roma’ de Ottorino Respighi. Entre otras lecturas, Conner daba a entender que el espectáculo cinematográfico (y la propia realidad de EEUU) estaba dirigida a la glorificación de esa vena destructiva, y sorprendentemente suponía una inmejorable denuncia del fascismo norteamericano.
Another Movie puede verse independientemente de A Movie, pero su sentido último depende de su ilustre precedente. Fisher vuelve a emplear ‘Pinos de Roma’, pero en vez de ilustrar su propuesta con nuevo ‘found footage’, se limita a proporcionar la descripción oficial de los cuatro movimientos de la composición de Respighi y a continuación, con la música sonando a lo grande, deja la pantalla completamente en negro durante 22 minutos (solo veremos una luna en el tercer movimiento, justo el único que no aparece en A Movie, y el efecto es extraordinario). Una vez más las lecturas son múltiples, pero en cualquier caso las imágenes ya no son necesarias: la música triunfal lo controla todo, marca lo que debemos sentir, cómo, cuándo y con qué intensidad. Basta con que escuchemos el sonido de las trompetas para seguir las órdenes, las emociones, la poética del Imperio.

Comfort stations, de Anja Dornieden y Juan David González Monroy
Curioso, la Norteamérica dorada también está latente en la Mención Especial, Comfort Stations de Anja Dornieden y Juan David González Monroy (Alemania). La propuesta es sugestiva: mientras suena el bonito ‘standard’ americano ‘Dream’ de Johnny Mercer en distintas versiones alternadas (Frank Sinatra, Roy Orbison, Etta James), vemos imágenes que evocan todo lo contrario. Grabaciones de la naturaleza poco o nada idealizadas, hasta alcanzar la putrefacción, de modo que esa degeneración natural va degenerando la melodía de Mercer hasta convertirla en un sonido continuo y turbulento. Sobre el papel suena muy bien, pero sus 26 minutos resultan algo excesivos para desarrollar esta simpática idea.
Competición portuguesa: aún más cinefilia
Para empezar, dos piezas portuguesas obtuvieron premios fuera de su competición nacional: Aquaparque de Ana Moreiras, Nominación al Mejor Corto Europeo, y Madness de João Viana, Mejor Documental.
Ana Moreiras es una actriz conocida en Portugal, a raíz de su descubrimiento en Os mutantes (1998) de Teresa Villaverde. Aquaparque, su debut como directora (al menos que yo sepa), merecía aún más que la nominación al Mejor Corto Europeo. Sus 15 minutos establecen un puente modélico entre el cine clásico y el cine actual. En ese sentido su comienzo es elocuente: una adolescente lleva a cabo un número ritual de patinaje artístico, al son del inconfundible y victorioso ‘Nobody does it like me’ de Shirley Bassey, en mitad de la pista desierta de un parque acuático abandonado. El contraste entre un pasado presuntamente glorioso y el presente árido y estéril que la joven desea superar no puede ser más emotivo ni estar mejor filmado. Pero Aquaparque continúa, y lo hace con un cuento de amor negro que en todo momento me recordó a los jóvenes trágicos de Nicholas Ray, y aunque en algún momento puede perder fuelle, ofrece desesperanza romántica y soluciones visuales a las que el cortometraje actual nos tiene muy poco acostumbrados, hasta desembocar en un plano final memorable.
El Premio al Mejor Documental para Madness de João Viana es más difícil de justificar. Madness desarrolla la escapada de un psiquiátrico por parte de un grupo de internos, y es cierto que su desarrollo ficcionado no elude el tono documental, ya que sus protagonistas son auténticos internos de una institución. Pero el hecho de emplear no-actores no exime a Madness de su condición de ficción en toda regla: no es que la fantasía supere a la realidad, es que la subsume. Pero sea ficción, documental o lo que sea, entiendo que la propuesta de Madness pueda fascinar a algunos espectadores, si bien no fue mi caso.
Por fin llegamos a la Competición Portuguesa propiamente dicha. Mejor Cortometraje para Onde o verão vai (Episódios da juventude) de David Pinheiro Vicente, previamente estrenado en Berlín. Su relato es extremadamente habitual en el mundo del cortometraje: un grupo de adolescentes se adentra en un bosque y experimenta la turbación de los primeros encuentros sexuales. Al haber tantos precedentes con idéntico argumento, la personalidad del director vendrá marcada por la medida en que consiga que esta historia parezca única. Dicho esto, Onde o verão vai consigue dejar cierta impronta. Y aunque Pasolini y Rohmer no andan lejos (como señala acertadamente el comentario publicado por el Festival), lo que distingue al corto es la ceremoniosa lentitud de sus movimientos: Pinheiro no tiene prisa alguna, y así, con parsimonia, la sensualidad de la naturaleza se va apoderando de los personajes y sus cuerpos. Escenas tan pausadas, y logradas, como la de la serpiente deslizándose entre los adolescentes transmiten a la perfección la zozobra, el temblor, la trampa que supondrá el sexo recién descubierto.
Y para acabar, más cinefilia. Las directoras del recordado Amelia & Duarte, Alice Guimarães y Mónica Santos, han vuelto a desplegar su elegante ‘stop motion’ en pixelado con Entre sombras, Premio del Público de Vila 2018, que presenta un sentido homenaje al cine negro del Hollywood de los 40, y más concretamente a su ‘glamour’ y atmósfera romántica, aunque en esta ocasión el protagonista es, faltaría más, una mujer. Las directoras parten de una premisa que podía haber hundido su trabajo en la más absoluta cursilería: robar un corazón de un banco de corazones custodiado bajo siete llaves. Afortunadamente, Guimarães y Santos saben equilibrar tono sentimental y pulsión criminal, a través de un juego con vocación de ingenuidad que desborda imaginación en sus conceptos e ideas visuales. Y si no lo creen, vean el trailer.
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