El visionado gratuito en la web de Festival Scope de varios cortos competidores en la Quincena de los Realizadores 2017 nos permite completar nuestra reseña, pues en ella pueden verse todos los títulos que abordamos en el presente artículo (amén de algunos otros ya comentados en la primera parte: Tijuana Tales, Farpões, Baldios, Copa Loca y el excelente La Bouche de Camilo Restrepo). Solo hasta el 7 de julio, y con un número limitado de 500 visionados por título.
Después de ver Min Börda, Creme de menthe y Trešnje el nivel general de la Quincena se eleva ligeramente, ya que en todos los casos se trata de obras estimables y llenas de valores, si bien todas comparten una curiosa característica: finalizan de manera brillante, y casi logran que olvidemos sus posibles deficiencias gracias a su soberbio colofón. Casi, pero no. Una película es mucho más que su final.
Un musical de autor
Siempre me ha llamado la atención cómo la crítica cinematográfica ha despreciado olímpicamente el género musical, y en cambio, siempre que un autor prestigiado en festivales decide enfrentarse al género, los citados críticos entran en éxtasis y se comportan como si fueran, de repente, incondicionales del mismo. Algo así parece ocurrir con Min Börda / The Burden de Niki Lindroth von Bahr (Suecia), directora ya conocida por Simhall (Bath house, 2014). Ahora Lindroth von Bahr acaba de ganar el Cristal de Oro de Annecy con este pequeño musical en torno a diversos grupos de animales antropomorfos que cantan y danzan su angustia existencial por hoteles, oficinas, ‘burgers’ o hipermercados.
Dejemos constancia de que Min Börda ha despertado el entusiasmo de muchos espectadores y compañeros. Y vaya por delante que, sin duda, la pieza de Niki Lindroth von Bahr está llena de encanto y posee una animación primorosa. Pero por lo que a mí respecta, creo que la calificación de obra de arte le viene algo grande.
Comienza maravillosamente, con planos de carreteras solitarias y anodinas que dan lugar a un espléndido número en el que el conserje y los clientes de un hotel, con rostros de peces, cantan una preciosa balada sobre su soledad e incomunicación, a través de un magnífico travelling de retroceso (y que recuerda no poco a la interesantísima Anomalisa de Charlie Kaufman). Pero las escenas posteriores revelan las carencias de la propuesta: Min Börda es brillante en sus partes cantadas… y sin embargo las coreografías no pueden ser más convencionales. Entiendo que, precisamente, Lindroth quiere mostrar la dificultad o incluso imposibilidad de los personajes para expresar alegría y desparpajo a través de la danza, pero lo hace de manera excesivamente pobre y acartonada. Ahora bien, como antes dijimos: Min Börda tiene la enorme fortuna de terminar con un bellísimo fragmento cantado en coro, y con una imagen final sencillamente inolvidable. Y en ese momento a cualquiera le apetece olvidarse de carencias, y se deja arrobar por la música y la acompaña con las palmas. El musical, ese género despreciado por los críticos.
Dos títulos tradicionales pero solventes
Ni Crème de menthe ni Trešnje poseen el carisma de Min Börda, pero a cambio sus pretensiones y sus resultados son más equilibrados. Lo que cuenta Crème de menthe de Jean Marc E. Roy y Philippe David Gagné (Canadá) lo habremos visto en incontables cortometrajes: el regreso de una hija a la casa rural del padre que acaba de morir, y el reencuentro con tantos objetos y recuerdos que marcaron su, cómo no, conflictiva relación.
Pero Crème de menthe se deja ver con gusto gracias a su estupendo personaje protagonista, una chica arisca, directa y nada sensiblera que por eso mismo se gana todas las simpatías del espectador; y además cuenta con otros personajes atractivos, como el joven casero imbécil que anuncia que en seis días deben vaciar la casa del padre ¡en pleno funeral!, o hallazgos narrativos como la crema de menta del título, que da lugar a un desenlace formidable. Cine, pues, de guion, pero guion convincentemente filmado.
En cuanto a Trešnje / Cherries de Dubrakva Turić (Croacia), no podría decir exactamente cuál es su argumento, ya que su narración es confusa, si bien adelanto que ese es el único defecto que empaña el brillo de este precioso relato de sabor clásico.
En principio, Trešnje parece querer contar la historia de un niño de unos 10 años que adora a su hermano adolescente y al mejor amigo de éste, aunque a los padres no parece hacerles mucha gracia la compañía del amigo citado. A partir de ahí, se desarrolla una tragedia familiar cuya narración está bajo mínimos: todo parece indicar que el adolescente y su amigo son pareja homosexual, pero la reacción posterior de ‘no se sabe quién’ es tan contundente que las pistas proporcionadas se antojan insuficientes (los planos del padre enfurruñado y la madre preocupada pueden hacer pensar en una hostilidad familiar, pero en ningún caso representan el pensamiento de toda una comunidad) y dejan al espectador con la sensación de expectativa frustrada. Tal vez la respuesta esté en la figura de un sol que la pareja lleva tatuada en el tobillo, y tal vez ese sol tenga una lectura política que no estoy en condiciones de entender (lo cual no sería extraño, ya que el anterior y muy estimulante cortometraje de Turić, Belladonna, León de Oro de Venecia 2015, abordaba las secuelas del conflicto balcánico).
Por fortuna, como decía, Trešnje brilla en todo lo demás, sobre todo en esa manera de captar, con hermosos y nada enfáticos planos en scope, el Verano: los instantes dorados, el aburrimiento, el momento en el que todo se viene abajo y en el que, por fin, maduran las cerezas; la manera de contar la historia a través de objetos, como ocurre con las zapatillas rojas de tenis que desea el niño, y que pasan de ser icono de admiración a símbolo de tragedia (espléndida la escena en la que el niño compra los tenis y, al mismo tiempo, su tía recibe una espantosa noticia). Y por supuesto, la emocionante escena clímax en el interior del coche, seguida de un bello epílogo: como en Min Börda y Crème de menthe, el final de Trešnje deja la sensación de que el corto es aún mejor de lo que realmente es.
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