No vamos a descubrir a estas alturas a uno de los grandes animadores e ilustradores españoles, el coruñés Alberto Vázquez, ganador de un Goya en 2010 con Birdboy (España, 2010) y nuevamente nominado en 2015 con Sangre de unicornio (España, 2014), y que este año debuta con su primer largometraje, Psiconautas. Los niños olvidados, codirigido con Pablo Rivero, mejor largometraje animado en Stuttgart y Golden Kuker-Sofía y seleccionado en Annecy. Alberto Vázquez lleva ya años desarrollando un estilo personal e inconfundible que trastoca el universo de los cuentos infantiles en una suerte de telúricas fábulas existencialistas pobladas de animales antropomorfos con severos problemas vitales y teñidas de un corrosivo sentido del humor que no deja de acentuar la angustia de sus protagonistas.
Decorado es una nueva estación en el recorrido de este autor, que ahonda aún más en este estilo donde el cartoon se da la mano con lo gótico, y también desde ya una de las obras cumbres en su filmografía. Su estreno en Cannes, dentro de la Quincena de los Realizadores, y la selección para la próxima edición de Annecy vienen a refrendar esta afirmación, al tiempo que nos ponen sobre la pista de una de las piezas animadas que presumiblemente tendrá un larguísimo recorrido en los festivales de todo el planeta.
Emparentado de alguna manera con el salvaje Sangre de unicornio, Decorado lleva al espectador a un nuevo bosque, territorio preferido por el coruñés para construir su universo, una sociedad alegórica donde los animales, lejos de ser simpáticos y tiernos trasuntos de seres humanos, representan sus frustraciones más dolorosas, sus miedos más atávicos y sus sentimientos más violentos. Como ya se percibe desde el título, tampoco el bosque es un espacio bucólico de armonía natural, sino un decorado lleno de amenazas y terrores ocultos, de dobleces y sombras, en los que los personajes no terminan de encajar. Más bien al contrario, en esta ocasión la diferencia entre personajes y fondo se destaca ya desde el propio tratamiento gráfico, siendo los primeros dibujos casi planos, relacionados con la estética del cuento infantil, mientras que los escenarios se vinculan con el grabado o el dibujo a plumilla.
Esta dicotomía es la que siente, más que ningún otro, el personaje central del corto, y la expresa claramente en el inicio de la historia, diciéndole que a veces siente que el mundo que le rodea es un mero decorado, un entorno falso y hueco que le hace sentir vacío. Este sentimiento es el motivo central de la historia, que a partir de este momento se transforma en una auténtica pesadilla paranoica, que poco a poco va cercando a este personaje. La confluencia de personajes y situaciones terroríficos que expone Decorado nos viene a contar que el mundo que nos hemos construido desde nuestra infancia es irreal y falso, cruel y traicionero. Tener conciencia de esta falacia, y más aún tratar de rebelarse a ella, no sólo es inútil, sino motivo de una desazón infinita, y la única respuesta posible es aceptar la (falsa) realidad como es, vivir la mentira sin cuestionarla, soportar la inevitable e insoportable irrelevancia de una existencia absurda… y así hasta perecer.
La valentía y la personalidad de decorado abarca todas sus facetas. Más allá del argumento o el contenido existencial, la apuesta formal es también inusual y arriesgada, y Vázquez sale muy bien parado de esta apuesta. Construye la película a modo de set pieces, secuencias breves casi aisladas, generalmente de un único plano, separadas por una cortinilla que a modo de mantra repite el título del corto (con distintas entonaciones, eso sí), de manera que funciona tanto como separador de los fragmentos, como de recordatorio del asunto principal que quiere tratar.
La peripecia del protagonista conduce todo el desarrollo de la pieza, pero también es capaz de introducir con peso propio personajes secundarios que paulatinamente van confluyendo en el eje argumental hasta rodearle, dejándole sin horizontes. Personajes secundarios que son todos ellos monstruos fieramente humanos, desde la sombra del Nosferatu idiota y enamorado, al fantasma de su mejor amigo, desde su propia esposa hasta esa estelar participación de un pato Donald alcohólico y fracasado, y dotan al film de un inequívoco aire gótico, más que adecuado a las pretensiones de un film híbrido y mestizo, que tiene tanto de fábula política, como cuento de terror y de comedia subversiva.
Decorado destruye así las fantasías infantiles y las ansias de felicidad. Es nihilista y existencialista hasta sus últimas consecuencias, pero nunca es un corto deprimente, aunque no le faltarían motivos para serlo. Alberto Vázquez realiza este ejercicio de conciencia, como todos los demás de su obra, desde la rabia y el espíritu punk, consiguiendo hacer tragar esta amarga fábula con pildorazos de humor negro, que son a un tiempo bofetadas que nos tratan de hacer reaccionar, como escupitajos a un sistema que trata de mantenernos aferrados a sus mentiras.
A ningún espectador que vea Decorado se le escapará su relación con El show de Truman (Peter Weir. Estados Unidos, 1988), pero claro, Alberto Vázquez está muy lejos de los almíbares de Hollywood, y su cortometraje respira mucha más mala baba. Su crítica no se cierne sobre la sociedad del espectáculo y la condición del ciudadano como espectador/consumidor, sino que cava mucho más profundamente en las angustias del ser humano para alcanzar un sustrato más filosófico y terrible, sirviéndose de la acidez para disolver las capas de ceguera autoimpuesta.
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