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Ménilmontant

Director: Dimitri Kirsanoff | Año: 1926 | Nacionalidad: Francia

Si uno busca en los manuales de cine, encontrará que la película Ménilmontant es descrita como precursora, así como compendio de diversas escuelas y corrientes cinematográficas. En plena década de los 20, y dirigida por el estoniano Dimitri Kirsanoff, este film aparece como antecedente del realismo poético francés y del neorrealismo italiano, pero también como un mediometraje en el que confluyen el impresionismo y surrealismo cinematográficos, al tiempo que alberga una combinación original y potente de montaje basado en la escuela soviética, junto a una temática melodramática muy del gusto de Hollywood. Sin duda el director emigrado a Francia supo combinar influencias muy diversas de distintos países y miradas cinematográficas.

En cualquier caso, si por algo destacó Kirsanoff a lo largo de su filmografía fue por su querencia en la búsqueda de una poesía visual con una base de montaje soviético dentro casi siempre del marco experimental. Y desde luego que uno de los alardes de Ménilmontant es esa fusión perfecta entre lo experimental y lo narrativo. Visualmente es contundente, impresiona. Su temática, muy de la época, es un melodrama. Sí, un melodrama. Algo que llega incluso a confundir y plantear debates sobre algunas cuestiones. Por ejemplo sobre si algunas repeticiones de imágenes son una evocación poética o realmente es un intento temprano y lírico de profundizar en la psique de los personajes. En este sentido, el uso de los espacios para indagar en las emociones de las protagonistas es un auténtico logro.

Ménilmontant

Desde el principio la película impacta. El comienzo del film con el asesinato de los padres de dos niñas es brutal, escalofriante, cinematográficamente precursor y hasta bello en la violencia. Es un asesinato que nunca se llega a explicar, y que tal vez haya que ver en términos alegóricos y/o simbólicos. Es así como las niñas dejan de ser niñas y van a la ciudad, hacia la vida adulta. Y será allí, en el espacio urbano, donde crezcan y el melodrama se mueva en lugares comunes ciertamente muy explorados en otras películas. Sin embargo, la mirada del director a través de la cámara y también la interpretación de la actriz principal Nadia Sibirskaïa, hacen de este mediometraje una experiencia única. Tal es así que cualquiera que pretenda adentrarse en la historia del cine y en sus grandes películas no puede obviar el visionado de Ménilmontant.

Sin embargo hay que ser honestos. Ménilmontant adquirió categoría de film célebre, casi de culto, solo cuando en 2003 se publicó el libro ‘Afterglow: A last conversation with Pauline Kael’, sobre la famosa, influyente y polémica, cuando no hiriente, crítica cinematográfica del New Yorker, en la que citaba al mediometraje de Kirsanoff como su película favorita de todos los tiempos. Llegaba a asegurar que esta película alcanzaba un lirismo que ni Chaplin pudo llegar a conseguir en toda su carrera. Casi nada.

Más allá de las frases extremas, para bien y para mal, que tanto distinguieron a Pauline Kael, no se puede negar la calidad de Ménilmontant que lleva a no pocos ‘ranking’ a situarlo como uno de los mejores filmes de la época muda. Un film cautivador, aún fresco, casi novedoso todavía, que muestra una atmósfera única y delicada, en la que la violencia y la miseria se dan la mano con la esperanza. Una película poética pero cargada de verdad, más allá del melodrama. Una combinación perfecta entre lo experimental y lo narrativo.

NOTA: El cortometraje no tiene, ni necesita, intertítulos

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