A estas alturas ya estamos acostumbrados a que David Lynch nos sorprenda, por mucho que sea un artista obsesivo cuyo universo gira siempre sobre los mismos temas: la fragilidad, la noche, el sexo, los interiores asfixiantes, el miedo… Aunque películas como The elephant man (El hombre elefante) (1980) o The straight story (Una historia verdadera) (1998) pareciesen capitular ante las demandas del público, el cineasta norteamericano no ha dejado jamás de mantenerse fiel a sí mismo. De modo que ante su obra, como ante el arte en general, no podemos tener una actitud conservadora, porque sólo podría conducirnos al rechazo, a exigir rutina allí donde tenemos que exigir precisamente lo contrario. Vaya por delante, a quienes busquen un producto fácil de digerir, les sugiero que vean cualquier anuncio de Codorniu, donde se ofrece una visión tan compleja del mundo que cualquiera puede entenderla.
En cualquier caso, este episodio de la película Lumière y compañía, rodado con una vieja cámara, en condiciones similares a las de los pioneros de la historia del cine y con una duración de apenas 55 segundos, carece de una lógica a nuestro alcance, de igual forma que nuestros sueños y pesadillas carecen de ella, si bien en las imágenes podemos intuir que todo gira en torno a la aparición del cadáver de una joven, a la posterior investigación que desvela el extraño y ominoso mundo donde seguramente murió (aunque nunca se nos explique por qué), y a los padres de la joven cuando se enteran de la suerte que ha corrido su hija. Sus imágenes tienen un profundo efecto emocional en nosotros, tanto por lo que vemos como por los efectos sonoros y la música que orquesta todo. Nos provocan miedo, con un interludio edénico que sólo contribuye a que luego el miedo vaya en aumento. Sabemos que a David Lynch le gusta hacer que sus personajes sean proteicos y que se multipliquen, cambien, se metamorfoseen o simplemente desaparezcan; lo que seguimos sin saber es con qué fin. ¿Para recordarnos que el cine es un ejercicio muy parecido al transformismo, en el que uno deja de ser lo que es sólo a medias y se convierte en otro sólo a medias? Si es así, ¿qué sucede cuando uno ya no puede recuperar su yo por completo ni siquiera al acabar una película como ésta?
Nota: el archivo colgado incluye, al principio y al final, imágenes de Lynch en relación con el cortometraje
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