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Thäis

Director: Anton Giulio Bragaglia | Año: 1917 | Nacionalidad: Italia

Resulta llamativo que tan solo se conserve íntegramente una sola película realizada por el movimiento futurista. Una de las vanguardias más importantes de principio del siglo XX que rechazaba la tradición y el pasado, al tiempo que exaltaba la innovaciones técnicas del presente y del futuro, situando a ‘la máquina’ y a ‘la velocidad’ como conceptos tangibles e ideales de la belleza formal y temática en las distintas manifestaciones del arte y la naturaleza.

Sin embargo, más allá de lo efímero del movimiento futurista y de sus influencias posteriores en otras vanguardias, como el constructivismo, en el ámbito cinematográfico tan solo ha llegado como superviviente una película: Thäis, un mediometraje que combina el clasicismo con la modernidad de un modo que todavía sorprende.

 

El director de la cinta en cuestión fue Anton Giulio Bragaglia, quien desde hacía unos años se había destacado como fotógrafo futurista y que, como otros dentro de esta vanguardia, había intentado atrapar el movimiento a través de imágenes estáticas.

Esta película de 35 minutos cuenta la historia de una ‘femme fatale’ que usa a los hombres para capricho y provecho propio. Esto llevará a la protagonista a acabar de modo trágico. La historia está basada en la novela del mismo nombre escrita por Anatole France, que gozó de gran popularidad entre finales del siglo XIX y principios del XX y que llegaría a plasmarse en una ópera del compositor Jules Massenet. En este sentido, sirva como apunte curioso, los estudios que sitúan a la actriz catalana Elena Jordi como la primera directora en la historia de la cinematografía española, tras realizar en 1916 una adaptación de la ópera al cine en formato corto, aunque la cinta está perdida y no podemos calibrar su calidad.

Será al año siguiente al estreno de Jordi que la historia de Thäis sea llevada de nuevo a la gran pantalla. Cierto es que el clasicismo antes señalado debe también ser atenuado en el sentido de que la historia de Thäis, tan convencional e incluso machista y anticuada para nuestros ojos, guardaba cierto atrevimiento para aquella época en la que, de alguna forma, la ‘femme fatale’ surgía como modelo femenino arrebatador e incluso inquietante para el puritanismo del siglo XIX.

De cualquier forma, será solo al final del film cuando veremos las influencias directas de los postulados futuristas. Y es que conforme avanza el film y la protagonista se va volviendo más irracional, los motivos geométricos y simbólicos van adquiriendo tanta importancia que convierten el metraje en casi una obra abstracta.

Ciertamente existen dos hándicaps para el visionado actual de Thäis. En primer lugar los numerosos intertítulos en italiano, al no existir versiones traducidas, pueden suponer un problema para quien no domine esta lengua. Por otra parte, la calidad de la película no es la más deseable.

Sin embargo, ya lo hemos dicho, está llena de lugares comunes con una historia conocida hasta la saciedad, por lo que nuestro interés y el del lector debería centrarse muy especialmente en los últimos minutos, donde las imágenes encuentran verdadera conexión con el futurismo teórico y donde hallaremos un precedente claro de los decorados usados, aún alabados, en el expresionismo alemán de los siguientes años.

Una cinta, en definitiva, que no es fácil de revisionar, y que tampoco guarda la excelencia entre sus virtudes, pero que sin duda mantiene su importancia por ser el único ejemplo completo que nos ha quedado del futurismo italiano.

Ismael Juárez

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