Siendo la ganadora de los Premios de Cortometraje Ariel 2016, Zimbo coloca al cine de animación de Guadalajara (Jalisco-México) en el mapa internacional.
Cosechando un rico palmarés de distinciones, la historia que nos traen Juan José Medina y Rita Basulto nos cuenta cómo una marioneta quiere conseguir su libertad, pues sabe que ese hecho le hará feliz para siempre. Pero necesita hacérselo entender a su Titiritero.
Zimbo forma parte de Los cuentos del camino, una serie de televisión basada en cortometrajes de animación que adaptan cuentos ilustrados. Éstos son propuestos por la empresa española OQO, reconocida por su importante labor como editora de libros y contenidos audiovisuales para niños. Juan José Medina comienza su colaboración dirigiendo aquí en Pontevedra el cortometraje El puchero Trotón (2010). A partir de aquí, surge la idea de producir parte de la serie en Guadalajara en los estudios OUTIK, propiedad del director mexicano (junto con León Fernández y la propia Rita Basulto). El corazón del sastre (2014) de Sofía Carrillo, o ‘Taller de corazones’ de León Fernández, todavía en producción, son algunos de los títulos.
Centrándonos en el corto que nos atañe, Zimbo está basado en un cuento homónimo del granadino Arturo Abad, ilustrado por Joanna Concejo y publicado en abril de 2011. A la hora de llevarlo a la gran pantalla, Juan José Medina y Rita Basulto nos plantean una sugerente metáfora sobre la libertad individual, condicionada por los demás. Todos podemos ejercer (o no), sobre nuestros seres queridos, cadenas imaginarias basadas en el amor y el cariño. El Titiritero quiere a su marioneta, pero la quiere sólo para él, encerrándola en una jaula de oro, hecha a su medida, pero… la marioneta Zimbo quiere volar en solitario, para disfrutar de las aventuras que le esperan ahí fuera. El gran problema en esta historia -como si nos encontráramos en la propia vida real-, es cómo hacer para que esa persona, que te quiere tanto, entienda que está en un error, pues sólo te quiere de una manera irracional para sí, atándote con unos hilos imaginarios, sin dejarte ser tú mismo. Y ahí reside uno de los grandes aciertos del cortometraje: lograr transmitir en imágenes la idea fundamental del cuento: ‘Lo más importante para ser feliz es saber qué deseas’.
Al igual que, argumentalmente, los artistas mexicanos toman la esencia de la historia que quieren contar, a la hora de su recreación visual no realizan una copia de la ilustración del cuento, sino que se inspiran en ella y conciben un universo sensorial muy particular.
Basada en la técnica del stop motion -no hay que olvidar que tanto Juan José Medina como Rita Basulto estudiaron artes plásticas-, sus artífices son herederos a su vez de los grandes animadores de la Europa del Este, como Jan Svankmajer, famoso por sus adaptaciones de cuentos como Kyvadlo, jáma a nadeje (El péndulo, el pozo, la esperanza, 1983) basado en una mixtura de El pozo y el péndulo de Edgar Allan Poe y La tortura de la esperanza de Auguste Villiers de L’Isle-Adam. Incluso vemos reminiscencias en esas máscaras de muñecas de los estadounidenses hermanos Quay. Sin embargo los directores guadalajarenses saben darle su impronta propia, aunando dicha tradición con el realismo mágico autóctono de su región. Con una fotografía muy cuidada, una iluminación teatral envolvente, y sobre todo, con una acertadísima música, hecha exprofeso por Fesway, un grupo de ‘Hypnotic Experimental Pop’ que comparte ciudad natal con los creadores de Zimbo, y crea una combinación personal e intransferible. No en vano, Fesway figura como uno de los habituales en Los cuentos del camino.
El visionado de Zimbo es una verdadera delicia, teniendo siempre presente que va dirigido a un público infantil, de ahí esa conveniente voz narrativa que sitúa en todo momento al pequeño espectador ante lo que está viendo, o los subrayados de ideas fundamentales del corto. Pero ello no es óbice para que el espectador adulto entre en ese mundo de fantasía y transite por él, sintiendo y regodeándose en esos pequeños detalles, que a un asistente prepúber, en un principio, le pueden pasar desapercibidos. Que proyectos de este nivel de complejidad técnica o de producción lleguen a buen puerto, y con resultados de tan alta calidad, sólo puede significar una buena noticia en el mundo, siempre vilipendiado, del cortometraje de animación latino.
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