Rastrear los cortometrajes de la Seminci es una labor trasversal que exige al aficionado hacer un recorrido por buena parte de las múltiples sesiones que componen el veterano festival vallisoletano. Lo que, hay que decirlo, siempre es un placer, pues se agradece que un festival de la talla y solera de la Seminci evite encasillar el cortometraje en un único apartado (a veces de manera condescendiente o como un trámite casi protocolario). Sembrar casi todos sus concursos de cortometrajes da un reconocimiento necesario y significativo a las obras cinematográficas más breves, y aporta al festival dinamismo, frescura e imaginación.
Además, si se suma el total de cortos presentes en el festival (Sección Oficial, Punto de Encuentro, Tiempo de Historia, Spanish Cinema, Castilla y León…) no solo se da cuenta uno del gran peso que conceden al corto en el festival, sino también de que al final la Seminci también ofrece un panorama amplísimo y variado sobre la actualidad del formato.
Aplaudida esta decisión, pasemos a recorrer un poco de puntillas, como exige el espacio, la selección de cortos de la pasada edición. En un primer momento, llama la atención la fuerte apuesta por la animación que ha hecho el festival este año dentro de la Sección Oficial: 10 de los 14 cortos seleccionados se adscriben a este género. Puede resultar (más o menos) lógica la ausencia de documentales, pues Tiempo de Historia se especializa en este género, pero que la animación ocupe de un modo tan significativo por encima de la ficción no puede ser solo una casualidad.
Cadavre exquis, de Stéphanie Lansaque y François Leroy
Con esta predominancia, no es de extrañar que una de ellas, Cadavre exquis, de Stéphanie Lansaque y François Leroy (Francia, 2017) se haya alzado con la Espiga de Oro al Mejor Cortometraje. La decisión se intuye sin embargo muy reñida, ya que dentro de este grupo de animaciones destacaban igualmente obras de peso, como Agouro, una delicada coproducción franco-portuguesa dirigida por David Doutel y Vasco Sá, que partiendo de técnicas tradicionales va reivindicando su modernidad en lo narrativo hasta alcanzar un espectacular momento de lirismo hacia su final; el brutal sarcasmo de Animal Behaviour (Canadá, 2018), donde Alison Snowden y David Fine (dos cineastas que ostentan ya un buen recorrido profesional) se apoderan del cartoon gamberro y de un desaliñado estilo indie para desarrollar una alocada sesión de terapia de grupo protagonizada por animales en crisis (realmente hilarante); el gracioso estilo de Botero que luce Biciklisti (Veljko Popović. Croacia, Francia, 2018) un poco más modesta pero tremendamente lúbrica y simpática; o la deriva abstracta e hipnótica de Solar Walk (Dinamarca, 2018), un nuevo paso en la carrera de la animadora húngara Réka Bucsi.
El premio a Cadavre exquis es también perfectamente entendible y justificado, pues estamos ante una pieza con sobrado interés y unas buenas dosis de imaginación. Lansaque y Leroy se sirven de diversas técnicas pictóricas y de animación para dar un aire vaporoso y mutante a su relato, una historia muy sencilla guiada por el deambular de un perro tuerto por las calles de Hanoi. Con los mínimos detalles argumentales, los directores prefieren optar por una experiencia sensorial en la que el sonido cobra también una dimensión importante en la construcción de un ambiente donde lo cotidiano se impregna de lo legendario y hasta lo surrealista.
Con la Espiga de Plata el jurado quiso destacar también la parte de ficción que había en la competición, integrada por No me despertéis (Sara Fantova. España, 2018), All These Creatures (Charles Williams. Australia, 2018), L’Été et tout le reste (Sven Bresser | Países Bajos | 2018) y Drzenia, de Dawid Bodzak (Polonia, 2018).
Entre ambos grupos está Entre sombras un espléndido ejercicio de pixilación realizado por las portuguesas Alice Guimarães y Mónica Santos, responsable del muy aplaudido Amelia & Duarte (Francia, Portugal, 2016).
El galardón se lo llevó el polaco Drzenia, pero hay que reconocer que en general las ficciones estaban, salvo honrosas excepciones, un poco por debajo del nivel que desplegaban las animaciones. Drzenia es un buen corto. Más que correcto. Sólido y eficaz, con esa rotundidad a la que nos suele tener acostumbrado el corto social polaco: con su pequeño poso académico, pero siempre preciso en lo formal y contundente en lo emocional.
La ficción dominó sin embargo el grupo de cortos internacionales de Punto de Encuentro, aunque también se incluían 4 animaciones. A pesar de algunos destellos, como 3 Anos Depois (Marco Amaral. Portugal, 2018), Amor, Avenidas Novas (Duarte Coimbra. Portugal, 2018) o Fauve (Jérémy Comte. Canadá, 2018), la sección resultó un poco irregular, tal vez porque no acaba de encontrar una definición clara, pues no sabemos si es un espacio donde poder incluir obras destacadas que no puedan competir en la Sección Oficial, una segunda división de esta, un espacio para obras más (o menos) arriesgadas en sus planteamientos. Finalmente, el premio de este grupo fue para Totul e foarte departe, del director rumano Emanuel Pârvu, casi la película más clásica, funcional y sensiblera del conjunto, aunque con un innegable poder para seducir a un público medio.
En Tiempo de Historia, la sección más orientada al cine de no ficción, el ganador del premio al Mejor Cortometraje fue Un monde sans bêtes (Francia, 2017), un sencillo documental de Emma Benestan y Adrien Lecouturier que acompaña durante unos días a un adolescente de 14 años que vive con su familia en una casi asilada granja de toros en el centro de Francia.
Es este un film en todos los sentidos correcto y bien construido, asequible y emotivo, que deja buena parte del peso de lo que cuenta al retrato del protagonista. Lo negativo que puede achacársele a este corto es que puede ser un poco plano, a pesar de que tiene imágenes muy bellas en ocasiones y que consigue crear un ritmo pausado, pero nunca detenido, que lleva al espectador suavemente de un extremo al otro del film. Sin embargo, no podemos dejar de reconocer que dentro de la sección se nos antojan otras opciones como más sugerentes y originales: Tungrus (Rishi Chandna. India, 2017), Sociumis patimari (Rati Tsiteladze. Georgia, 2018), Juck (Olivia Kastebring, Julia Gumpert y Ulrika Bandeira. Suecia, 2018) o el sorprendente I signed the petition (Mahdi Fleifel. Alemania, Suecia, Reino Unido, 2018).
Lo premios a los cortometrajes de esta pasada Seminci se completaron con el premio al Mejor Corto Español de la sección La Noche del Corto Español para Gusanos de seda, de Carlos Villafaina, y el Premio al Mejor Cortometraje de Castilla y León, que recibió Fran Parra por Ángel Caído.
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