En los últimos años, las clasificaciones habituales referidas al cortometraje están perdiendo su sentido: cada vez es más difícil establecer límites precisos entre lo independiente y lo dependiente, lo comercial y lo alternativo, lo mayoritario y lo minoritario. Y las últimas ediciones de los Certámenes Nacional y Europeo de Alcine parecen ir en esa dirección: en vez de marcar una rígida línea de programación que destaque a un tipo / un concepto / un mercado del cortometraje por encima de otros, el festival alcalaíno apuesta por la coexistencia, la multiplicidad a todos los niveles.
Centrándonos ya en el Certamen Europeo, hay que decir que el resultado de esa coexistencia ha sido vivificante, pues la selección ha estado llena de títulos de todos los tipos y pelajes, y lo cierto es que he disfrutado abiertamente con muchos de ellos. Mi comentario del Palmarés no es tan agradecido, pero por si acaso prefiero dejarlo claro antes de empezar: los galardones no hicieron justicia a la alta calidad de la selección.
Euskadi gana también el Europeo
Puede que el ganador del Primer Premio no fuera el mejor corto a concurso, ni el más innovador, ni el más poderoso. De hecho, se trata de un corto narrativo de lo más tradicional. Y por cierto, Cadoul de craciun de Bogdan Muresanu es una co-producción Euskadi-Rumanía: una nueva muestra de la misma horda vasca que arrambló con los tres primeros premios del Certamen Nacional… si bien su apariencia es la de un corto habitual del Nuevo Cine Rumano (un cine nuevo ya bastante antiguo). En cualquier caso, lo que realmente importa es que se trata de un corto estupendo.
Ya hablamos de él cuando fue elegido Mejor Guion Vasco en ZINEBI 2018, donde además concursó como corto vasco. Los que leyeron esa reseña se acordarán de la ingeniosa historia que sustenta Cadoul de craciun: ese niño que, en la estremecedora Rumanía de Ceaucescu, escribe a Santa Claus para que se cumpla el deseo de su padre, matar al dictador. Ingeniosa premisa que se presta a un interesante desarrollo, todo ello realizado con buenos mimbres. Y la verdad, en ningún momento se me ocurriría llamar cine viejo a un cine como este, que permite disfrutar abiertamente de una buena historia bien contada.
Lo cual no quiere decir que fuera no ya la mejor obra del certamen, sino siquiera la mejor ficción clásica. Por ejemplo, alguien podría preferir May day de Frederick de Beul y Olivier Magis (Bélgica), que partía de otra idea sorprendente: un hombre reúne a todos los solicitantes de un empleo, y les anuncia que dará el empleo al que esté dispuesto a cobrar menos, ¡pues él se quedaría con el resto!. La supuesta buena idea resulta algo retórica, ya que los directores fuerzan demasiado la trama para reforzar el discurso anticapitalista, pero si pasamos por alto esa retórica y una puesta en escena algo plana podremos disfrutar, a cambio, de un relato imaginativo y devastador, una especie de versión retorcida de A chorus line en la que todos, entrevistador y entrevistados, muestran lo peor de sí mismos.
En el lado menos distinguido (que, afortunadamente, fue escaso), se situaría el ganador del Premio del Público: Tamtej Nocy de Pat Howl Kostyszyn (Polonia). En Tamtej Nocy una mujer se ve envuelta en una situación un tanto delicada, de esas que originan un malentendido inicial, pero que se convierten en un infierno a causa de los prejuicios y la brutalidad de los agentes de la ley. El problema es que Tamtej Nocy es una de esas ficciones de denuncia que no dejan resquicio alguno al espectador para pensar por sí mismo (como sí permitía, sin salirnos de la historia de Alcine, el conturbador Ennémis intérieurs). El policía es un cabrón con pintas sin matiz alguno, definido de la manera más chusca posible (ejemplo: de acuerdo que la detenida pueda sentir acoso sexual cuando el policía se quita la cartuchera con aires de machito perdonavidas, pero dedicarle un plano detalle a un gesto tan evidente me parece demasiado), de modo que el director acartona, niega toda humanidad a los antagonistas para forzar el discurso. No vale que esté basado en un hecho real: no dudo de que todo lo que se cuenta será verdad, pero su manera de contarlo lo torna inverosímil. Y así, al final, nuestro mayor rechazo no va hacia el policía, sino hacia el propio corto.
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