El pasado 11 de septiembre finalizaba una nueva edición de Tenerife Shorts, festival que en solo cuatro años, y gracias a la dirección de José Cabrera Betancort, se ha impuesto como la cita más importante de las dedicadas al cortometraje en las Islas Canarias, sin desmerecer, claro está, la sección que el veterano Festival de Cine de Las Palmas dedica también al formato.
Tenerife Shorts, en su breve pero más que acertado palmarés, ha otorgado el Premio al Mejor Cortometraje Internacional al holandés Import, de la directora de origen bosnio Ena Sendijarevic. Un estupendo y delicado trabajo que narra en clave autobiográfica distintos episodios cotidianos de superación e integración de sendos miembros de una familia bosnia refugiada a principios de los 90 en una pequeña localidad de los Países Bajos. Una directora a la que seguiremos la pista y un trabajo que ya destacó en la Quincena de los Realizadores del último Cannes.
También a Cannes nos remite el Premio del Público del certamen tinerfeño, pues este fue a parar a Timecode, de Juanjo Giménez Peña. La odisea de amor de dos vigilantes de seguridad en clave de expresión corporal/danza contemporánea a través de las cámaras de videovigilancia del parking en el que trabajan suma un nuevo premio a una lista que incluye nada más y nada menos que la preciada Palma de Oro en Cannes, así como premios en Cinema Jove, l’Alfás del Pi o Jardin sur court (Francia).
El Premio al Mejor Cortometraje de Canarias, dentro de una sección propia que contó con cinco títulos a concurso, fue a parar al documental Juana, de Miguel G. Morales y Silvia Navarro, que en riguroso blanco y negro y lenguaje simbólico retrata a la anciana protagonista, de luto permanente, y los rituales relacionados con la muerte que dominan su vida.
Una vez más, la programación de Tenerife Shorts ha estado trufada de muchos de los títulos con más pegada de la temporada, cortometrajes en su mayoría avalados por su participación en ineludibles festivales internacionales, proponiendo un ajustado compendio de ficción, animación, documental y experimental que bien podría funcionar como la síntesis de lo que “hay que ver” en este momento. Dentro de los 23 títulos que conformaban la Competición Internacional se han podido revisar trabajos como Hopptornet, de Axel Danielson y Maximilien Van Aertryck (Suecia), Balada de um batráquio, de Leonor Teles (Portugal), Bad at Dancing, de Joanna Arnow (EE.UU) o animaciones tan efectivas como Decorado, de Alberto Vázquez (España) o Waves’98, de Ely Dagher (Líbano, Catar), Palma de Oro en Cannes 2015.
Además, la misma sección internacional se ha apuntado el tanto de presentar diez estrenos en España, destacando el propio ganador del festival, Import, como también el último trabajo de la española Elena López Riera, Las vísceras, que se presentó en el pasado Locarno, el argentino Paseo, de Renzo Cozza, premiado en BAFICI 2015, el experimental Y’a-t-il une vierge encore vivante? de Bertrand Mandico (Francia), que ha concursado en Clermont-Ferrand o Vila do Conde, o los nuevos trabajos de dos cineastas estadounidenses de guerrilla tan diferentes como Zia Anger y Jennifer Reeder. La primera presentaba My Last Film, una muy eficaz gamberrada que cuenta con la presencia de toda una Rosanna Arquette. Por su parte, Reeder persevera con Crystal Lake en su personalísimo lenguaje delicado, feminista y riot plagado de guiños a la música.
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