El amplio Palmarés del ZINEBI, Festival Internacional de Cine Documental y Cortometraje de Bilbao, ha vuelto a dejar constancia de la actual pujanza del cortometraje portugués: dos de sus premios principales recayeron en obras de esta cinematografía.
Para empezar, el Gran Premio del Festival, Un campo de aviaçao de la realizadora portuguesa Joana Pimenta. Se trata de una pieza de corte experimental que alterna imágenes de dos espacios, la ciudad de Brasilia y la isla de Fogo en Cabo Verde, con notable sentido de la abstracción (comienza con unos turbadores planos aéreos de figuras diminutas que se desplazan sobre una superficie volcánica, planos que evocan los de Montaña en sombra pero que poseen personalidad propia), y que parecen indagar en la espiritualidad oculta bajo la tierra de Fogo o entre las construcciones de cemento y metal de Brasilia. De hecho, el corto finaliza con una narración legendaria, del mismo modo que en otro reciente corto portugués, Balada de um batráquio.
Por otro lado, el Mikeldi de Oro de Ficción ha correspondido a Penúmbria de Eduardo Brito, precioso relato sobre un lugar tan absolutamente impregnado de tristeza que todos sus habitantes han decidido abandonarlo para siempre. El magnífico texto escrito por Brito (guionista del recordado A glória de fazer cinema em Portugal) se ve realzado por imágenes documentales de una villa deshabitada en una costa inhóspita, que consiguen transmitir a la perfección ese aislamiento espacial, temporal y emocional que la historia precisaba. Penúmbria procede de Bando á parte, la misma productora que puso en pie otro hermoso relato, Carosello de Jorge Quintela, aquí director de foto.
Hubo, además, una Mención Especial para otro corto portugués, en este caso en co-producción con Bulgaria: Setembro de Leonor Noivo, en el que una madre y un hijo vuelven a su tierra natal para reclamar lo que han perdido: ella quiere encontrar el amor, él quiere encontrar a su padre. Y de esta confrontación surgirá la esperada metamorfosis.
Decir Zinebi es decir cortometraje vasco, y en esta ocasión el Gran Premio del Cine Vasco fue a parar a Gure hormek, el estupendo documental del colectivo ‘Las chicas de Pasaik’ sobre la historia escondida de la mujer, narrada a través de sus paredes. Tan singular planteamiento es resuelto por sus artífices, María Elorza y Maider Fernández, con pasmosa soltura, y se constituye como un modelo de cine feminista realmente eficaz y emotivo.
En cuanto al Gran Premio de Cine Español, adivinen. Por supuesto, Timecode. Nuevo galardón para esta obra que sigue arrasando, y que se ha erigido en un modelo de ficción tradicional bien ejecutada y bien medida, hasta el punto de convencer a propios y extraños, y no seremos nosotros quienes llevemos la contraria. No fue el único cortometraje premiado ya por todos conocido: el Mikeldi de Plata de Ficción correspondió al franco-colombiano Cilaos de Camilo Restrepo, ese paseo entre los vivos y los muertos en el que se oculta un personaje tan sugestivo como ‘La Boca’.
El Documental español copó los galardones de esta sección. Eloy Domínguez Serén obtuvo el Mikeldi de Oro por Rust, donde prosigue con su poética particular a través del contraste entre naturaleza e industria, haciendo así espejo con Un campo de aviaçao. Por su parte, Elena López Riera, la directora de Pueblo, mereció el Mikeldi de Plata por Las vísceras, evocación de la infancia que introduce apuntes especialmente escabrosos, dando a entender que la niñez es un territorio tan delicado como primitivo.
El Documental también se introdujo en el espacio de la Animación, ya que el Mikeldi de Oro de esta categoría fue para un documental animado: Kaputt de Volker Schlecht y Alexander Lahl (Alemania), basado en entrevistas con ex – prisioneras, proporciona una visión de la cárcel de mujeres más importante del Este de Alemania, y conforma una película sobre la política de prisión, el trabajo forzado, y los beneficios en ambos lados del Telón de Acero. A su vez, el Mikeldi de Plata recayó en Sredi chernyh voln de Anna Budanova (Rusia), basado en una antigua leyenda del norte, según la cual las almas de los ahogados se transformaban en focas. Así, un cazador roba la piel de una hembra foca, y esta se convierte en una mujer, que no deja de mirar el mar con anhelo.
Finalmente, el Mikeldi a la Mejor Película Latinoamericana correspondió a El trabajo industrial (Argentina) de Gerardo Naumann, autor teatral ampliamente conocido en su país. Nueva incursión en el espacio industrial abordado por Un campo de aviaçao o Rust, en este caso a través de un curiosísimo ejercicio de metalenguaje: los operarios de una cadena de montaje no sólo trabajan, sino que son conscientes de que están actuando para un cortometraje, y este ejercicio de autoconsciencia revela aspectos inesperados sobre la naturaleza de su trabajo y las consecuencias del mismo.
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