El palmarés de Regard 21 permite obtener una idea clara de los márgenes entre los que se mueve el festival quebequés y sacar una adecuada conclusión que justifique su evolución y crecimiento en los últimos años. Pero por muy buen resumen que sea este, sería igualmente injusto creer que fuera de él el espectador apenas pudo encontrar cortometrajes excelentes y atractivos. Regard, en sus dos competiciones paralelas, aglutinó buena parte de lo más granado de la cosecha internacional, sazonada con un amplísimo número de producciones quebequesas quepermiten confirmar el increíble estado de salud de la producción local.
Internacional
Regard cumple la función de reunir para el público canadiense algunas de las más destacadas obras que han ido triunfando en los festivales europeos durante los últimos meses, incorporando también alguna pieza con menor recorrido, pero que encaja perfectamente con la línea de programación planteada. De esta manera, Regard termina convirtiéndose en una puerta de entrada ideal para el ámbito norteamericano, que se ve además reforzada por el mercado y las actividades de industria que poco a poco van concentrando un número de mayor de visitantes internacionales.
En esta línea, no extraña para nada la presencia de un corto como el español Timecode (Juanjo Giménez Peña, 2016), indudablemente uno de los cortos más importantes del año pasado con una importantísima colección de premios y distinciones (Palma de Oro, Goya, nominación a los Oscar…). Igual que se comprende la selección de otros filmes también ubicuos en los últimos meses, como el impecable Import (Ena Sendijarevic. Países Bajos, 2016), el divertidísimo Kommittén (Gunhild Enger, Jenni Toivoniemi. Suecia, Finlandia, Noruega, 2016) o Na cerveno (Toma Waszarow. Bulgaria, Croacia, 2016) y Saatanan kanit (Teemu Niukkanen. Finlandia, 2016), dos muy bien resueltas tragicomedias que están también haciéndose habituales en las selecciones de los festivales internacionales gracias a una trama que combina mensaje positivo, ácido sentido del humor y eficacia narrativa.
Sin embargo, la mayor sorpresa dentro del grupo de películas internacionales vino de la mano de uno de los pocos documentales no canadienses que se exhibieron en el festival, la producción polaca Miss Holocaust, dirigida por Michalina Musielak. Miss Holocaust es además una de esas novedades que añadía Regard, ya que el film apenas se había estrenado unas semanas antes en la Berlinale, y se erige sobre lo que a todas luces resulta para el espectador una idea grotesca: un concurso de belleza en el que compiten supervivientes del holocausto nazi, organizado por una residencia de ancianos en Israel. Misielak es perfectamente consciente del potencial que tiene documentar este insólito concurso y sabiamente opta por el estilo observacional, limitando los testimonios a cámara, dejando que la propia realidad se cuente sola ante la cámara, sin siquiera buscar una estilización plástica en el tratamiento de las imágenes (como, por ejemplo adopta el igualmente contundente La reina, de Manuel Abramovich). No puede uno dejar de sentir la misma simpatía por las concursantes, que indignación hacia los promotores del concurso, ya que, transcendiendo al propio concurso, Miss Holocaust excava la fina distancia que separa el homenaje de la manipulación.
Junto con este corto, otra de esas obras poco vistas hasta la fecha que más llamaron la atención fue Les misérables, de Ladj Ly (Francia, 2016), un esforzado cineasta y actor integrado en el colectivo Kourtrajmé, que factura un drama con tintes de thriller, inspirado en hechos reales y que pone de nuevo el dedo en la llaga acerca de la violencia ejercida por la policía parisina en los suburbios habitados por emigrantes. Les misérables tiene algo de canónico (y por ello de previsible) y se desarrolla como si fiera un pequeño largometraje, o un vibrante episodio de serie policiaca estilo de The Wire. Pero el realismo nervioso, las afinadas interpretaciones y una puesta en imágenes vigorosa (a veces un poco demasiado deslumbrante, lo que coarta el pretendido naturalismo) consiguen que el corto arrastre al público de principio a fin dentro de un argumento donde la tensión social y la fatalidad van de la mano.
Otro aspecto donde también sobresalió la selección de cortometrajes internacionales fue en el apartado de películas de animación. Regard demostró no solo un gran criterio de calidad, sino también un puntito más de osadía, sin comprometer su atención hacia el público. A la ya habitual en los festivales Journal animé (Donato Sanone. Francia, 2016), un imaginativo y vivísimo collage, donde la realidad política y social de nuestro tiempo asalta (literalmente) desde las páginas de un periódico al lector/espectador, y a los galardonados Cipka (Renata Gasiorowska Polonia, 2016) y Happy end (Jan Saska. República Checa, 2015), se le sumaron también otros recomendables piezas, como Die Brüke under den Fluss (Jadwiga Kowalska. Suiza, 2016), sencilla tragicomedia negra realizada con pulcritud y estilo pictórico sobre un hombre que está a punto de tirarse de un puente; el triste recuerdo histórico al capitán Cook de Antarctica (Jeroen Ceulebrouck. Bélgica, 2016), realizado con técnicas tradicionales y un delicado sentido del color; la oscura fábula Nocna ptica (Spela Cadez. Croacia/Eslovenia, 2016), original y técnicamente impecable; y, por encima de todo, Call of cuteness (presente éste en la sesión dedicada al cine experimental), reciente trabajo que la cineasta alemana Brenda Lien estrenó en el pasado Berlín, donde da una perversa vuelta de tuerca a la supuesta monería que provocan los gatos, entregando un corto tan deliciosamente radical e incómodo como impresionante.
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